| domingo, 07 de marzo de 2004 | Entre los proyectos y la culpa Cora Rosenzvit (*) La mujer moderna se caracteriza por vivir en conflicto con sus múltiples necesidades porque requiere de tiempo, esfuerzo y disposición de ánimo propios. El orden de prioridades y la intensidad varía con cada mujer, pero se pueden enumerar básicamente las siguientes:
* Necesidades estéticas, de salud y de cuidar el aspecto físico.
* Necesidades maternales, de contacto afectivo y acompañamiento de los hijos.
* Necesidades de desarrollo personal, sea un oficio, profesión o hobby.
* Necesidad de tiempo y privacidad con la pareja, de brindar y recibir afecto.
* Necesidad de sociabilidad, de encuentro con gente.
* Necesidad de soledad o tiempo de ocio.
La mujer moderna vive una lucha interior entre sentimientos opuestos pero coexistentes. Puede sentirse abrumada por las obligaciones y los ideales, por modelos tiranos idealizados de cómo ser madre y esposa que la angustian porque no puede cumplir. La madre que se siente en falta por trabajar todo el día llega a la casa con culpa y se esfuerza por estar con los hijos. Pero también está de mal humor por el cansancio agotador de la jornada laboral. Tiene necesidad de dar en un minuto horas de amor y atención que demandan sus hijos. También de ser la mejor madre, criar a los hijos sanos y sin sufrimiento. Pero al mismo tiempo desea estar completamente sola y en silencio y, para colmo, con culpa por sentir esta necesidad.
Si trabaja siente que abandona a los hijos; si no lo hace, que no tiene vida propia ni dinero para vivir. Si se va a hacer ejercicio se siente egoísta por pensar en sí misma; si no va se siente fea o abandonada. Con cada elección que hace siente que pierde algo. Muchas veces, el sentimiento que predomina es de acatamiento, es la sensación de que la vida es algo donde hay que encajar, adaptarse, no algo totalmente propio.
El psicoanalista inglés Donald Winnicott describe la presencia en el ser humano de lo que denomina el "elemento femenino puro". Este concepto está relacionado con el simple sentimiento de existir, de sentirse vivo, con la experiencia de ser. Y lo conecta con la creatividad que no es privativa del pintor o escultor sino que es inherente a la condición de estar vivo.
Todas estas necesidades plantean un desafío enorme y apelan a la creatividad de la mujer. Es importante encontrarles un tiempo y espacio porque tienen un efecto enriquecedor y brindan un sentimiento de existir a pesar de los inevitables sinsabores que implica no poder satisfacerlas completamente por los límites que el cuerpo y la realidad imponen.
La vida es un arte, impulsora de creatividad. Si cada mujer puede dar lugar a lo prioritario de su mundo interior sentirá que tiene más sentido vivir. Afortunada es aquella que puede negociar con los ideales, bucear en su propio ser y permitirse crear un camino con características propias.
(*) Psicóloga
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