| domingo, 07 de marzo de 2004 | Cine / Crítica "Perdidos en Tokio", las nostalgias del amor Fernando Toloza / La Capital Lo mejor de la película de Sofia Coppola es la actuación de Bill Murray. El comediante ofrece una composición brillante de un actor maduro que siente el vacío de su vida en la ciudad de Tokio, adonde ha llegado para filmar un comercial de whisky.
Fastidiado y con ansias de escapar de sus obligaciones, conoce en el lujoso hotel donde se hospeda a una chica muy joven, casada y licenciada en filosofía, y también capaz de saber que Evelyn Waugh no era una mujer sino un escritor gordito, irónico y aficionado al catolicismo.
La chica y el actor inician una amistad que bordea la romántico, pero ambos saben que se trata de algo pasajero, de una forma de pasar el tiempo, de retrasar su regreso a una vida que ya no les complace.
El filme tiene un clima que recuerda a algunas películas de Won Kar Wai, especialmente a "Con ánimo de amar", donde también se narra una historia de amor con una distancia pudorosa. En el filme de Sofia Coppola es como si el amor fuese nada más que una nostalgia, el anhelo de algo que todo el mundo sabe que ya no se puede dar en el mundo actual.
La película ganó el Oscar a mejor guión original. Un exceso quizá para compensar que Murray no se haya llevado una estatuilla que merecía compartida con Sean Penn. Pero el Oscar es un premio egoísta. enviar nota por e-mail | | Fotos | | |