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 domingo, 29 de febrero de 2004

La Cumbrecita: Espíritu de la Europa alpina
En la falda oriental de la Sierra Grande, a 1.450 metros de altura, está el primer pueblo peatonal del país

A la villa cordobesa de La Cumbrecita, que tiene apenas 600 habitantes y una oferta hotelera de 600 camas, llegan por día durante el verano 750 visitantes, que recorren los circuitos de lo que podría denominarse un turismo "ambulatorio".

La Cumbrecita está cerca de Villa General Belgrano y es el único centro turístico del país al que no ingresan autos y donde los equipajes son transportados en vehículos eléctricos, ya que el cuidado del medio ambiente es allí una premisa que todos cumplen. Las calles siguen siendo de arena y la iluminación a través de faroles. El origen germánico de sus fundadores aún perdura en los carteles escritos en alemán y en castellano.

El pueblo de estilo alpino es un lugar de reposo y recreación donde se pueden efectuar diversas actividades: trekking, cabalgatas, pesca deportiva, turismo alternativo, safaris fotográficos, caminatas de poca dificultad y paseos en 4x4.

Desde 1996, La Cumbrecita es el primer pueblo peatonal de la Argentina. De 10 a 18 el tránsito está restringido. Por lo tanto los vehículos deben estacionar en la playa comunal y los paseantes ingresar caminando (el pueblo no cuenta con estación de servicio).


Tiempo atrás
La historia de La Cumbrecita se remonta a 1934, cuando Helmut Cabjolsky conoció el paisaje bravío y agreste de las serranías cordobesas y sintió que ese era el lugar para recrear el ambiente de su Alemania natal. El pionero forestó con pinos las tierras suavemente onduladas y tiempo después, su hijo, arquitecto, realizó el trazado de la nueva villa.

También ese año Helmut convenció a otro alemán, Reinhold Shefky, de abandonar la Patagonia para experimentar juntos la cría de ganado lanar en Córdoba, actividad en la que no les fue bien pero que convenció al frustrado ganadero a dedicarse a la hotelería.

Helmut construyó una cabaña de ocho habitaciones a la que llamó hostería La Cumbrecita, que cuatro años después vendió a Shefky y que luego se convirtió en el hotel del mismo nombre, hoy gerenciado por Ricardo Shefky, hijo de Reinhold.

Al frente del hotel Las Verbenas sigue estando la austríaca Muti Beidich y sus hijos, quienes le compraron el tradicional hospedaje a otro pionero: el alemán Lesner.

La Cumbrecita tiene una pequeña capilla abierta a todos los credos y un castillo de estilo medieval e historia incierta construido durante la Primera Guerra Mundial por un artista alemán que soñaba con vivir en una réplica exacta de su casa natal.

A la hora del ocaso, las líneas grises del castillo se ven nítidas desde los ventanales de la confitería, famosa por las tortas de frambuesas y zarzamoras de Liesbeth, una alemana de 102 años que encarna la historia misma del lugar.


La Cascada y La Olla
Caminar hasta La Cascada y La Olla son paseos ineludibles, como también visitar el cementerio, rodeado de muérdagos, al que se llega por un "gamssteig", algo así como un camino de cabras.

Otros paseos llegan hasta la cascada Escondida, el remanso Negro, el cerro Wank y el lago Esmeralda, y hasta los tres ríos de la villa, el del Medio, el Almbach y el Wildbach, que en agosto reciben a los pescadores que vienen a la Fiesta de la Trucha.

En La Cumbrecita se puede ejercitar la soledad, jugar a las bochas, caminar y cabalgar entre pinos, y también imaginar que se está en algún poblado de la europa alpina. Si esto ocurre, el visitante habrá captado el espíritu de los fundadores germanos.

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Los alemanes crearon en La Cumbrecita una réplica de su país natal.

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