| domingo, 29 de febrero de 2004 | Dónde y cómo funciona un robo que mueve millones en negro en la región Puertos secos, negocio clandestino del cereal con protección policial Hay puestos ruteros en todo el sur santafesino donde se reduce carga robada. Se pierde un quintal por camión. El ardid demanda transportistas, intermediarios y facturas falsas para cerrar el círculo, lo que implica fraude fiscal Sergio M. Naymark / La Capital En pocos días las rutas del Gran Rosario y los diferentes accesos a la ciudad se saturarán de camiones que trasladarán la cosecha de soja hacia las terminales portuarias que se anudan junto a la ribera del Paraná, desde Puerto General San Martín hasta Villa Constitución. Se sumarán a ese tráfico los que descargarán toneladas de semillas en los silos de acopiadores y cooperativas agropecuarias, a la expectativa del mejor momento para la venta de los granos. Pero habrá otros camiones cuya mercadería, en su totalidad o en parte, no llegará a destino. Serán víctimas de las bandas de piratas del asfalto, de los "bolseros" o de la propia ambición de los transportistas, esa que los llevará a entregar la carga por algunos pesos y hacer luego una falsa denuncia de robo.
Ante esta realidad, el gobierno santafesino ya ha anunciado la implementación de un vasto operativo de control de rutas con la participación de la policía provincial y federal, y la colaboración de Gendarmería y la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip). Habrá que ver sí, además de eso, existe la decisión política de atacar otra de las patas de este pingüe y negro negocio: la reducción de la mercadería robada en los puertos secos que se extienden a lo largo y lo ancho del sur provincial. Con la interesada protección de la policía, que es una pata del negocio. Baste decir que sus propios hombres proporcionaron información que se vuelca en esta nota.
Hoy, ahora, se pueden encontrar "puertos secos" a pocos metros de estratégicos controles ruteros de la policía santafesina, como el que se levanta en medio de un caserío del neurálgico cruce de las rutas A-012 y 34. Allí se trabaja a destajo día y noche. Está a unos 150 metros del destacamento y la balanza que la Unidad Regional XVII tiene sobre la ruta que conduce al noroeste del país. Un pequeño silo, algunos chimangos y granos esparcidos sobre la tierra dan marco al lugar donde llegan los camioneros a dejar parte de la carga que transportan a cambio de algunos pesos que abulten su magro salario.
Un vecino del lugar, bajo estricta reserva de identidad y cansado de presentar denuncias en las comisarías de Ibarlucea y La Salada, comentó a La Capital que "desde hace unos cinco años allí es incesante el desfile de camiones que dejan hasta diez bolsas de 50 kilos cada una llenas de cereal".
El puerto seco está a pocos metros de una escuela rural, con el peligro que eso genera para los chicos que asisten y ven pasar a diario varios camiones por un estrecho camino de tierra que, en diagonal, une las rutas A-012 y 34. Pero también se convierte en un lugar sucio y reducto de alimañas por los granos que caen permanentemente al suelo.
Claro que ese no es el único lugar detectado por este diario. En el acceso a San Lorenzo Norte desde la autopista Rosario-Santa Fe, también en jurisdicción de la Unidad Regional XVII, hay otro puerto seco. Está a unos 300 metros al norte de un paso a nivel ferroviario, muy cerca de las cabinas de peaje donde muchas veces se contacta al camionero para que desvíe, al menos por unas horas, su recorrido a puerto.
Asimismo, en la zona sur de la provincia, más precisamente en jurisdicción de la Unidad Regional VI de Villa Constitución, hay al menos dos predios donde se reducen cargas: uno está en el kilómetro 36 de la ruta provincial 18, y el otro en cercanías del cruce de las rutas 18 y 90. Ambos serían del mismo dueño, cuya actividad en nada se compadece con la traducción literal de su apellido de origen italiano.
También en el departamento Belgrano, sobre la ruta nacional 9 y a pocos metros del acceso a la localidad de Tortugas, funciona un puerto seco. Y en el departamento General López, muy cerca del cruce de las rutas nacionales 7 y 8. O en el departamento La Capital, sobre la ruta 11 y el ingreso a la localidad de Matilde, por sólo nombrar algunos de ellos.
El presidente comunal de Chabás, Osvaldo Salomón, hace mucho tiempo denuncia el negocio ilegal de granos que se mueve en el sur santafesino. Muchas veces desoído por la Justicia local, la semana que pasó elevó sus reclamos a la Corte Suprema de Justicia santafesina. "Entre carga y descarga suele haber un quintal de diferencia. Si en esta sola comuna, entre el 15 de marzo y el 15 de junio, se espera el paso de 30 mil camiones, sólo se trata de hacer números. Estamos hablando de 30 mil quintales, a 70 pesos por quintal. Esto es 2.100.000 pesos nada más que en Chabás".
Conocedores de la operativa que se mueve detrás de este negocio, comentaron que -en el caso del bolseo- el camionero recibe unos 10 pesos por detenerse algunos minutos a la vera del camino y abrir la boquilla del acoplado. Por allí deja caer los granos que irán a llenar bolsas de 80 kilos aproximadamente. Después las reembolsará en envases de 50 kilos quedándose con una diferencia que le servirá para ir duplicando bolsas. Así, cada dos bolsas que carga del camión, fabrica tres para vender y le sobran 10 kilos. Es decir, cada dos bolsas que compra vende tres al mismo precio, lo que configura una ganancia aproximada de 15 pesos.
Tras ello aparecerá en escena un intermediario que, tras pagar unos 12 pesos cada bolsa, las trasladará en una camioneta hasta los puertos secos o a las cerealeras que, de esta manera, incurren en un delito fiscal. En números gruesos correspondientes a los valores de la cosecha 2003, si paga 200 pesos cada tonelada de cereal (20 bolsas de 50 kilos) y luego las ubica a unos 600 pesos, le quedará una ganacia de 400 pesos diarios.
Tanto en los puertos como en las cerealeras que participan de este negocio, la mercadería recibida sera reingresada al mercado legal mediante facturación trucha, comprobantes con créditos fiscales falsos o a nombre de terceras personas que blanquean la mercadría haciendo fabulosas diferencias de dinero.
Por su parte, el camionero recurrirá a la viveza criolla para paliar la diferencia de carga entre el punto de salida y el puerto de llegada. Echará tantos kilos de arena sobre el cereal como kilos de granos haya dejado en el camino. "Como la arena es más pesada se va al fondo del chasis y de esa manera, cuando pasa por la balanza del puerto su peso es correcto y cuando extraen granos para comprobar su calidad, ésta es la adecuada", contó un conocedor del tema. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Un puerto seco al lado del camino que une las rutas 34 y A-012. | | |