| domingo, 29 de febrero de 2004 | Millonarios por un día River se hospedó en un hotel con grandes medidas de seguridad Vamos, chileno!". El grito del hincha millonario cuando la inconfundible figura del Matador Salas se recortó en el primer asiento derecho del piso superior del Chevallier 320 precedido por un patrullero hizo las veces de bienvenida al plantel profesional River Plate, que llegó anoche a las 20.56 al hotel céntrico donde lo esperaban unos 60 simpatizantes de la banda roja.
"En la 202, Coudet con Garce", así, sin acento, le dictaba una recepcionista a su compañero, como si el 4 de River fuera uno de los tantos hombres de negocios que ahora pueblan estos nuevos cuatro estrellas de cadenas hoteleras internacionales, de pisos espejados, desfile de cuatro por cuatro y fragancias importadas, a pesar de que Rosario, como decía Fito, siempre estuvo cerca.
"Hoy, lamentablemente, viene una delegación de fútbol y está lleno el hotel, pero mañana lo esperamos con mucho gusto, gracias", despachaba otra recepcionista, con ese tono impersonal de las telefonistas, a un huésped que se quedó sin habitación.
"¿Hay alguien alojado acá?", preguntó, despistada, una morocha con acento y curvas argentinas. "River", le contestó el botones. "¿Quién...?", repreguntó la pasajera, a años luz del planeta fútbol.
Un par de horas antes de la llegada del plantel millonario, dos aburridos empleados del hotel cortaron impunemente la vereda con sogas y hasta colocaron dos vallas policiales en la calle, apoyados por cuatro custodios prolijamente trajeados de patovicas y varios agentes con un patrullero, por lo que los hinchas quedaron a los costados del colectivo y sólo pudieron ver a los jugadores y vivar a sus ídolos cuando bajaron.
El operativo de seguridad resultó celoso hasta el extremo de desalojar a las personas que estaban en el lobby del hotel, con el manido argumento de que River no quería que nadie estuviera cerca del plantel.
Apenas se abrió la puerta del micro, el Jefe Astrada bajó escoltado por su ayudante Hernán Díaz, quienes recibieron las primeras vivas de los hinchas, que explotaron cuando descendieron Fernando Cavenaghi, el chileno Salas y el Chacho Coudet, acompañados por el presidente José María Aguilar.
En un santiamén, la delegación de River se guardó en el hotel, ocupó las habitaciones del tercer piso y bajó a cenar al restorán del primero, mientras miraba Racing y Gimnasia por tele, luego del enésimo amague de la custodia, que dijo que iban a comer afuera, mientras los hinchas pegaban la vuelta, luego de invertir tres horas de espera por tres minutos de gloria y sentirse millonarios por un día. enviar nota por e-mail | | |