| miércoles, 25 de febrero de 2004 | Reflexiones Cien años en la Antártida Miryam Colacrai (*) El pasado 22 de febrero se conmemoraron los 100 años de actividad ininterrumpida de la Argentina en su Base Orcadas, lo cual posiciona a nuestro país como el primero en establecerse con carácter permanente en el continente antártico. Esta decisión que hoy puede aparecer un tanto desdibujada en su magnitud debido a los avances tecnológicos -representados entre otros por los grandes rompehielos, los aviones que comunican con frecuencia la Antártida y las comunicaciones satelitales instantáneas- fue sin dudas el paso que marcó un antes y un después para el accionar argentino en la región.
Recordemos que el 22 de febrero de 1904 la Argentina, por intermedio de la Oficina Meteorológica Nacional del Ministerio de Agricultura, tomaba posesión de la precaria instalación en la Isla Laurie del Grupo de las Orcadas del Sur que había cobijado al expedicionario escocés William S. Bruce durante sus observaciones en el transcurso de 1903. Finalizadas éstas y en virtud de la gran colaboración recibida por parte del gobierno argentino, efectuó una donación que quedó registrada en el decreto del 2 de enero de 1904. Al mes siguiente, nuestro país ponía en marcha este primer Observatorio Meteorológico y la primera Oficina de Correos que funcionaba en la Antártida, con carácter permanente, es decir a lo largo de todo el año (invierno y verano).
Episodios como éste recuerdan la etapa "heroica" de la Antártida y constituyen indicios importantísimos del interés argentino por la región tanto en su carácter eminentemente nacional en los primeros cincuenta años, como en el compromiso asumido con la cooperación internacional inaugurada al negociarse y firmarse el Tratado Antártico de 1959.
La celebración de este centenario casi coincidirá con la puesta en funcionamiento, en mayo de 2004, de la sede de la secretaría del Tratado en Buenos Aires, hacia cuyo logro nuestro país dedicó gran esfuerzo desde 1992 convirtiéndola en una política de Estado. Se debió sortear para ello la persistente oposición británica, pero a la vez se contó con el decidido y permanente apoyo de los Estados latinoamericanos desde los inicios de la negociación y fue sumando progresivamente el apoyo de Estados Unidos, los países antárticos europeos y asiáticos. Todos ellos entendían que: "La propia madurez del sistema antártico reclamaba una secretaría para optimizar su funcionamiento. Este debe tener un órgano encargado de conservar su memoria".
El 20 de julio de 2001, en la XXIV Reunión Consultiva celebrada en San Petersburgo, fue aprobada la designación de la Secretaría del Tratado en Buenos Aires, al levantarse una única oposición a la candidatura argentina, sostenida por Gran Bretaña, que había frenado sistemáticamente el arribo al consenso necesario. No pasaba desapercibida una "malvinización" en los supuestos con que Gran Bretaña argumentaba año a año su negativa a apoyar la sede del Tratado Antártico en Buenos Aires.
Hasta julio de 2001, el principal desafío para la Argentina era destrabar la negativa británica. Concretada la designación como sede, nos encontramos en el 2004 a las puertas de su "efectiva puesta en marcha". Es imaginable que ahora se espere, más que antes, que la actividad argentina y su protagonismo sean particularmente notorios.
Los desafíos presentes son, por un lado, continuar y profundizar el cumplimiento de los objetivos del Tratado Antártico, del cual la Argentina es miembro originario y en el que ha desempeñado un rol activo, condiciones que la posicionaron para esta designación. Por el otro, deberá ofrecer todas las facilidades en infraestructura edilicia, en comunicaciones y en apoyatura legal para garantizar el normal funcionamiento de esta secretaría. De hecho, ello será el colofón apropiado a la tarea negociadora desplegada por nuestros funcionarios y decisores políticos para que el Tratado Antártico fuera dotado de una secretaría y que ella tuviese su sede en Buenos Aires.
Paralelamente será necesario realzar la investigación antártica aplicada, estableciendo un plan con temas prioritarios de acuerdo con los intereses nacionales, como así también optimizar la labor logística en apoyo al conocimiento y al desarrollo de las actividades de investigación.
Además, teniendo en cuenta la muy auspiciosa profundización de las relaciones con los Estados latinoamericanos con intereses antárticos, se abren nuevas oportunidades para fomentar conductas cooperativas, planificación de programas regionales y la adopción de medidas que permitan trabajar de manera concertada en los diversos foros antárticos.
Una Argentina con 100 años de experiencia antártica tiene, sin dudas, una gran responsabilidad y compromiso para continuar preservando la paz y la ciencia en la región.
(*) Profesora de la Maestría en Integración y Cooperación Internacional (UNR-Cerir) e investigadora del Conicet enviar nota por e-mail | | |