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 domingo, 22 de febrero de 2004

Rosario desconocida
Alberdi, un balcón al río

José Mario Bonacci

Juan Bautista Alberdi escribe en 1856 a Juan María Gutiérrez: "Mi sueño dorado es habitar en algún lugar de nuestras campañas de América. ¡Ojalá pudiera tener una bonita quinta cerca del Paraná, o en el Rosario!.." Está ausente del país entre 1838 y 1879 y su expresado deseo se anticipa en veinte años a la fundación del pueblo que llevaría su nombre. La admiración del rosarino José Nicolás Puccio nacido en 1844 lleva al nacimiento del pueblo en terrenos de su propiedad, con la anuencia de Alberdi, que acepta la cesión a su nombre de la manzana Nº 23 del plano fundacional.

El autor de las "Bases para la organización política de la República Argentina" podía así fijar su residencia en estas latitudes. Con estos datos, Francisco Cignoli comienza su libro "Fundación y formación del pueblo de Alberdi", seguramente la más concisa obra sobre el tema.Puccio no supo de la carta a Gutiérrez.

Alberdi muere en París en 1884 truncando así su sueño. Esteban Echeverría lo hace su depositario: "Lego mi pensamiento a Alberdi" y éste perfecciona la voz de Mariano Moreno "Sea la América para la humanidad" en contundente expresión universal e internacionalista...

El pueblo nace el 6 de julio de 1876. Emilio D. Ortíz, porteño establecido en Rosario en 1875, fue periodista, presidente de la Sociedad Rural, integrante de la Liga del Sur y legislador provincial, designado para entregar a Alberdi la misiva de Puccio. Su memoria está presente en una cortada con su nombre que corre entre Buenos Aires, Laprida y Maipú al 3500 en el barrio General San Martín, y el Museo Juan B. Castagnino incluye en su patrimonio un retrato de Ortíz. En esa cortada aún vive nuestra madre en la casa que nos acogió cuando el destino nos trajo a la ciudad que sería motivo de nuestros sueños e investigaciones...

El general Julio Argentino Roca, responsable de la campaña del desierto y luego presidente de la República, fue amigo y condiscípulo de Puccio en el "Colegio del Uruguay" de Concepción del Uruguay (Entre Ríos) quien le cede la manzana Nº 20 para que también fijara su residencia en Rosario. Con gran sentido urbanístico, Puccio planta su palacio, la "Villa Hortensia", sobre el eje de la bajada que hoy lleva su nombre y une las plazas Alberdi (oeste) y Brown (este) llegando al río luego de pasar bajo el puente Ortíz Grognet (calle Alvarez Thomas).

Este conjunto monumental, con Villa Hortensia hoy principal hito arquitectónico de la zona equidista hacia el norte y sur con las manzanas cedidas a Alberdi y a Roca, respectivamente, y se corta entre las plazas con el actual boulevar Rondeau, que en los inicios de la historia se conoció como "calle larga" "principal", "real" y "bulevar San Martín" siendo siempre un eje monumental en sentido norte-sur, con los iniciales edificios de uso público, jardines, y la arboleda de eucaliptus desaparecida al nacer la nueva autopista de bulevar Rondeau en los años 60.

Fue también asiento de las primeras grandes residencias privadas como las de Pedro Goyenechea (Rondeau 1200 hoy desaparecida), la de Escauriza (Rondeau 1300 hoy Sanatorio Norte) ambas en la margen oeste, y en el este la de Monserrat (Rondeau 1400, hoy colegio privado) que fuera conocida como "casa de las cadenas".


Pequeños pueblos
Los barrios se comportan como pequeños pueblos insertos en el cuerpo mayor de la ciudad. Cada uno con características y expresiones variables, expresan su idiosincracia y la gente que lo puebla "palpita" su mensaje profundo y completo al que se suma el contenido de la memoria social, de las tradiciones, del sentir en general. El territorio se hace entonces propiedad afectiva de quien lo habita y en las múltiples variantes combinatorias que la relación de unos y otros producen va delineándose un estado que podría determinarse como "el alma de la ciudad". Es el momento entonces de escuchar las voces y los recuerdos, el latir de la carne y de la piedra asociados en un horizonte abarcativo y profundo que aporta a la vida de sus protegidos. De esto saben mucho Fisherton, Saladillo y Alberdi, que nacieron como pueblos y con el tiempo fueron englobados en el territorio urbano totalizador de la ciudad...


De borde neto
Alberdi es un territorio de borde neto. El río frena drásticamente su expansión hacia el este, pero a su vez hace que se concrete en el límite del cuerpo urbano un contundente y enamorado abrazo con el río.

Así el barrio se convierte en espectacular balcón volcado hacia "el hijo del mar" e intercambia espectaculares sinfonías visuales en las cuales el horizonte de islas, el firmamento versátilmente expresivo, la bruma acuosa, el juego alternado del sol y la luna desplazándose por la infinita llanura del cielo, la luz que acaricia el contorno sensual de las barrancas y tantos otros golpes de belleza, se ponen en acción escribiendo melodías incomparables reflejadas en el gigante líquido que a la manera de un amante impetuoso y fiel, corre echado a sus pies...

Así de expresivo es el barrio. Así de suyo lo palpita la gente propia y externa que camina por sus calles cobijándose en la sombra de la arboleda totalizadora que unifica el sentimiento de la naturaleza. Pero a esta semblanza, o cualquier otra que el propio territorio inspire, deben agregarse ciertas presencias humanas que enaltecen el patrimonio vivencial de Alberdi, entre otros puntos que hacen a la indagación del lugar...

De eso tratará la próxima entrega, para consolidar todo lo que este lugar privilegiado de la ciudad fue construyendo en el tiempo y cuya riqueza totalizadora resulta, por profunda, imposible de incluir en un solo acto de indagación y análisis...

(*)Arquitecto

Bonaprin @ciudad.com.ar

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La bajada Puccio une las plazas Alberdi y Brown llegando hasta el río tras pasar el puente Ortiz Grognet.

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