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 domingo, 22 de febrero de 2004

Viedma: Detrás de las huellas de Carlos Gardel
El Museo Gardeliano "Lisandro Segovia" reúne la obra discográfica completa del Zorzal. Cuadros, fotos, notas periodísticas y documentos personales del cantor

Un viejo fonógrafo reproduce "Mi noche triste" y la voz de Carlos Gardel, mezclada con la "lluvia" del viejo disco de pasta de 78 revoluciones, inunda los centenarios pasillos y lo que fuera la capilla del Colegio Salesiano de Viedma, hoy Biblioteca Mitre, donde tres salas conforman el Museo Gardeliano "Lisandro Segovia".

La obra discográfica completa de El Zorzal, su trayectoria filmográfica con una ficha técnica de cada película, unos 500 libros y cerca de 1.600 cuadros con fotos, notas periodísticas, documentos personales del cantor, prendas, viejas vitrolas y hasta un típico sifón conforman esta colección única.

El museo está en el cruce de Rivadavia y Colón, de la capital rionegrina, que fue rebautizado como "la esquina de Gardel y Namuncurá", porque en ese colegio también estudió el cacique mapuche conocido como "San Ceferino".

La historia también cruzó a estos dos personajes en la ciudad de Buenos Aires, en el Colegio San Carlos, donde Gardel y Namuncurá cursaron estudios, en distintos momentos.


Manos a la obra
La inauguración oficial del Museo Gardeliano fue el 19 de diciembre de 1996, pero la tarea de su creador, Lisandro Segovia, comenzó unas cuatro décadas antes, cuando tenía 16 años y descubrió la voz de Gardel en el fonógrafo de un restaurante del interior rionegrino.

Desde entonces se interesó por averiguar y juntar todo lo que tuviera que ver con el máximo cantor argentino y para ello caminó el país y en cada pueblo al que llegaba buscaba huellas de Gardel, cualquier cosa que tuviera que ver con él, su discografía o sus películas.

De esa manera, también recopiló obras referidas o basadas en Gardel y sus temas en inglés, francés y la prueba del tango "Amargura", en italiano. Segovia pagaba por esas piezas para su colección o pedía prestado, si era necesario, para incorporar un elemento más a su museo, que en principio fue personal.

Ya adulto y tanguero era un conocido bohemio de Viedma, de vida desordenada y afecto al "escolazo", quien tuvo un kiosco en la calle Tucumán, al que -como buen jugador- llamó "Pares Tengo".

El negocio fue adornado con cosas muy antiguas y unos 320 cuadros de Gardel, todos con situaciones distintas de su vida y unos 34 diarios con noticias sobre El Zorzal, desde sus inicios hasta su accidente final.

En un momento de fuertes deudas Segovia se dispuso a desprenderse de todas esas posesiones y pronto aparecieron interesados del exterior, entre ellos las embajadas de España, Francia y Colombia.

Sus amigos y vecinos intentaron hacer una colecta y apelaron a la gente pudiente y políticos locales, pero según cuentan hoy algunos de ellos, éstos miraron para otro lado.


Traslado del museo
El municipio salvó la situación y en 1992 comenzó el traslado del museo a la Biblioteca Mitre, hasta que el material recopilado pasó al patrimonio cultural de la ciudad.

Allí,en las instalaciones del ex Colegio San Francisco de Sales, en una habitación en la que durmió Ceferino Namuncurá años antes, Segovia fundó el Museo Carlos Gardel, que atendía junto a su esposa, Aurora Moreno, y otros seguidores del cantor.

El fundador del museo falleció a los 60 años, el 5 de febrero de 2000, y el 24 de junio del mismo año -cuando se cumplía el 65 aniversario de la muerte de Gardel- el museo fue rebautizado con el nombre de "Lisandro Segovia", y se lo declaró Patrimonio Histórico de la ciudad.

Lisandro Segovia, el creador del Museo Gardeliano de Viedma, que hoy lleva su nombre, nació en Buenos Aires el 29 de septiembre de 1939 y falleció el 5 de febrero de 2000, a los 60 años, luego de conformar una colección única sobre Carlos Gardel.

En charlas habituales o reportajes se refería a distintos aspectos de la vida de "El Zorzal" y su obra, lo mismo que en textos que ocasionalmente le pedían algunas publicaciones.

Pero para dejar en claro su visión sobre Gardel, en "un día cualquiera" de septiembre de 1985 escribió unos párrafos bajo el título de "Qué carajo me importa el qué dirán (El hombre vale por lo que deja)".

El texto, impreso en el volante de presentación del museo, dedicado a sus nietos Lisandro, Malena y Paulina, afirma: "No me interesa que haya nacido en Francia, en el Uruguay o en la Argentina, porque así como nadie elige el miserable y milagroso hecho de nacer, menos aún elige el lugar donde nace.

No me interesan sus amores, sus amistades o sus enemistades, porque fueron de él y no míos. No me interesa su discutida virilidad, pues pienso que cada uno puede elegir vivir su vida como se le de la gana (y porque además sospecho que sólo sospechan de la virilidad ajena los que sospechan de la propia).

Pero hay algo que sí me interesa: ese mudo homenaje de presencias ausente (¿o de ausencias presentes?) que se manifiesta todo los días en los puchos puestos entre los dedos de su estatua en la Chacarita o en esa iconografía gardeliana fervorosa y pueril de colectivos, quioscos, patios y cuartos donde se vive".

Por último, Segovia escribió que le interesaba "en resumen: esa fidelidad popular a su recuerdo que persiste a través de los años".

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