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 domingo, 22 de febrero de 2004

Reportaje
Mugica: "Reglamentar el ejercicio de la prostitución no es una solución"
La muerte de Sandra Cabrera renovó la discusión sobre el código de faltas. Una historiadora analiza por qué fracasaron los controles en el pasado

Osvaldo Aguirre / La Capital

El crimen de Sandra Cabrera, la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar), renovó la discusión sobre las normas del Código de Faltas que son utilizadas para perseguir a las mujeres que ejercen la prostitución en la calle y para contribuir a recaudaciones ilegales. La idea de reglamentar la actividad, propuesta por legisladores provinciales como solución al problema, tiene antecedentes históricos que parece necesario tener en cuenta y que la historiadora María Luisa Múgica conoce quizá mejor que nadie en Rosario.

Docente e investigadora en la Escuela de Historia, de la Universidad Nacional de Rosario, Múgica lleva más de diez años dedicados al estudio de la prostitución en Rosario. Parte de ese trabajo es su libro "Sexo bajo control. La prostitución reglamentada en Rosario 1900-1912", que apareció a fines de 2001 con el sello de la Universidad Nacional de Rosario.

-¿Reglamentar es una solución para normalizar la prostitución?

-Pienso que el esquema reglamentarista fracasó porque era estrecho de miras. Apuntaba exclusivamente sus dardos sobre una de las partes de la relación sexual: la figura de la prostituta. El núcleo o blanco de interés estaba concentrado exclusivamente en sus cuerpos, se las veía como las únicas responsables de la propagación de las enfermedades venéreas desconociendo como agente de contagio al cliente, al que no se le exigía ninguna medida de control. Amén que las trasgresiones a las normativas eran muy frecuentes, creo que la solución no es volver a impulsar la reglamentación de la prostitución, como en el pasado, con las zonas, las casas y las chicas inscriptas, porque este tipo de ejercicio de poder favorecía un cuádruple parasitismo: del Estado municipal, la policía, la regenta y el proxeneta, ya que todos obtenían beneficios económicos a través del sistema. El municipio, por ejemplo les cobraba las libretas, las estampillas para la revisación, las curas, las inscripciones de las casas, etcétera. Precisamente con la Ley de Profilaxis de las Enfermedades Venéreas de 1936, Argentina se transformó en un país abolicionista, suprimiéndose a nivel nacional las distintas normativas que pesaban sobre la prostitución. A partir de entonces la policía pasó a no tener muy claro cuál era su nuevo rol y empezó a detener a las prostitutas con la figura legal de la prostitución escandalosa, o incitación (de ninguna manera tipificada). Los artículos del Código de Faltas son restos, coletazos de los viejos esquemas que pesaban sobre las mujeres y es necesario derogarlos, pero no re-instalar normativas que sin duda favorecían no sólo la corrupción sino básicamente el proxenetismo y transformaban al Estado (municipal) en el principal proxeneta. Pienso que los artículos del Código de Faltas han perdurado porque el problema es complejo y la figura de la prostituta -hoy como ayer- remite y remitía a aspectos simbólicos y producía un profundo impacto en el imaginario social, despertando temores y fantasías de lo más diversas. Derogar esos artículos puede ayudar a evitar situaciones de opresión, ejercicios de poder disimétricos entre las prostitutas independientes y la policía. Probablemente no se eliminen todas las situaciones ilícitas, pero a lo mejor mejora la situación de las mujeres que trabajan en la calle.

-¿En qué consistió el sistema de la prostitución reglamentada?

-El sistema de prostitución reglamentada rigió en Rosario entre 1874 y 1932, en tanto que en Buenos Aires se mantuvo entre 1875 y 1934, con lo cual esta ciudad fue el primer lugar de la Argentina -por lo menos de acuerdo al estado actual en que se hallan las investigaciones- en el que funcionó el sistema y el primero en el que se abolió. El sistema reglamentarista consistía esencialmente en una serie de controles político-administrativos-sanitarios y policiales que se les imponían tanto a las mujeres como a las casas donde se ejercía la prostitución. Si bien la práctica de la prostitución es anterior a la existencia de las reglamentaciones adquirió a fines del siglo XIX y primeras décadas del XX una dimensión sin duda novedosa. Pasó a ser considerada una peligrosa forma de actividad sexual, un "mal social", "necesario", como se decía por entonces y además, un oficio acerca del que el Estado Municipal debía legislar, y a partir de estas premisas el municipio impuso diferentes tipos de regulaciones. En Rosario el asunto de la prostitución fue pensado por entonces como un problema de higiene pública y como un asunto de política municipal -no provincial- porque entre las funciones de la Intendencia se encontraba la de velar por la higiene del municipio. De acuerdo al esquema reglamentarista había obligaciones y prohibiciones para las mujeres y las casas de tolerancia, tales como: inscribirse en el registro que llevaba la Asistencia Pública, tener 18 años, efectuar dos controles sanitarios semanales, tener libreta sanitaria y exhibirla en caso que el cliente lo requiriera y ejercer la prostitución sólo en las casas permitidas para ello. Regían prohibiciones como exhibirse en puertas y balcones, llamar a los transeúntes, abandonar la casa de tolerancia sin haber dado el aviso a la Asistencia previamente, hacer escándalo durante la visita sanitaria y sólo podían abandonar el ejercicio de la prostitución en caso de muerte, matrimonio o si se entregaban a una ocupación "honesta". En el caso de los burdeles se fijaban lugares donde debían establecerse, cantidad de mujeres permitidas, horarios de funcionamiento, determinadas condiciones higiénicas, etcétera. La normativa era frecuentemente transgredida y el incumplimiento de algunas de las normas transformaba a las mujeres y las casas en clandestinas y por ende, sujetas a multas o cierre del prostíbulo. La policía cumplía un rol de auxiliar del poder político y así debía tener la nómina de las casas, ubicación y nombre de los propietarios, vigilar y denunciar a las personas que ejercían la prostitución clandestina.

-En su época la reglamentación suscitó opiniones en contra y a favor. ¿Cómo se planteaba ese debate?

-El sistema reglamentarista funcionó durante casi 60 años en esta ciudad y los argumentos en los que se sostenía eran de corte básicamente higiénico: evitar la difusión de las enfermedades venéreas. Recordemos las características que tenía Rosario por entonces: era una ciudad portuaria, un centro receptor de importantes contingentes inmigratorios y se registraba una alta tasa de masculinidad. Una importante cantidad de hombres circulaba por la ciudad -solteros, casados, sin familia- situación que en consonancia con los modelos de sexualidad epocales eran percibidos como verdaderos focos de libido contenida que debía tratar de encauzarse, sin difundir en el cuerpo social enfermedades de origen sexual y era obligación del Estado Municipal evitar la difusión de las venéreas. Así se crean los burdeles autorizados y el sistema que venimos describiendo. La prostitución era vista como un mal necesario que se debía tolerar aunque era factible de acotar a través de normativas, pensadas como suerte de barreras que pretendían frenar las venéreas, los "desvíos sexuales" y controlar la moral. En nombre de la salud y de la higiene pública se diseñaron los reglamentos y también en nombre de la salud se eliminaron.

-¿Por qué se abolió el sistema?

-En Rosario las primeras propuestas abolicionistas aparecieron de la mano de un concejal socialista llamado Rodolfo Galaretto en 1928. En la sesión del 29 de abril de 1932, catorce concejales -socialistas, demócratas progresistas y algunos radicales- fueron los que impulsaron la derogación contra cinco, que votaron por la negativa. Entre las falencias señaladas por los abolicionistas se encontraban: la ineficacia de los controles médicos, rápidos por la cantidad de mujeres inscriptas; el importante porcentaje de mujeres blenorrágicas y sifilíticas; el considerable número de clandestinas. Contemplaban también ciertos aspectos morales que encerraba el reglamentarismo como que colocaba al Estado en franca competencia con los caftens y tenebrosos por los enormes beneficios económicos que obtenía y también la falibilidad que encerraba la política de control desplegada tanto por la policía como por los mismos empleados municipales encargados que el sistema funcionara. Además dos años antes se había desatado el escándalo de la Zwi Midgal y algunos de los denunciados tuvieron muchos años prostíbulos en Rosario. Creo que la mirada de los abolicionistas era más amplia porque consideraba mayor cantidad de aristas y sobre todo incluía al cliente como factor de contagio. La nueva normativa empezó a regir a partir del 1º de enero de 1933 para Rosario.

-Sandra Cabrera estuvo en la presentación de tu libro, "Sexo bajo control". ¿Te hizo algún comentario, algún planteo en particular que recuerdes?

-A Sandra la conocí el día de la presentación del libro, luego me invitó a una reunión que organizó Ammar cuando cumplió un año, recuerdo que en esa ocasión una chica dijo que yo era "la historiadora de sus abuelitas". Después coincidimos en un programa de radio y cuando empezó a trabajar con el fin de derogar los edictos policiales, me envió el proyecto de las chicas de Entre Ríos. Varias veces conversamos sobre esa cuestión y sobre todo acerca de la legalidad o ilegalidad que encerraban los procedimientos de detención que sufrían de parte de la policía. Era una mujer que tenía mucha fuerza, y que además estaba interesada en analizar su propias prácticas, leyendo, informándose y buscando materiales de estudio.

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"La prostituta despierta fantasías de lo más diversas", dice Mugica.

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