| domingo, 22 de febrero de 2004 | La danza de los millones Jorge Levit / La Capital Los números que presentó el gobierno nacional sobre las remesas de dinero a la provincia durante las inundaciones recalentaron la tensa relación entre Kirchner y Reutemann y complican al gobierno de Obeid.
Reutemann y sus hombres de confianza siempre reconocen que la asistencia de Duhalde y Kirchner para aliviar la catástrofe fue buena y rápida, pero los números no cierran. Y no concuerdan porque la cuenta no es la misma: unos toman como referencia el dinero en efectivo y otros todo el conjunto de bienes y beneficios dispuestos para los inundados. En realidad, la diferencia es una cuestión semántica y no matemática. La Nación sí envió 500 millones de pesos o más en ayuda por la catástrofe hídrica pero no todo en dinero fresco para las arcas del Tesoro provincial.
Pero más allá de los números, este primer round entre Kirchner y Reutemann parece haber terminado en una igualdad por puntos. El presidente le bajó el tono a la disputa el viernes en Rafaela, adonde Reutemann prefirió no ir.
Los recelos políticos entre ambos volverán, seguramente, a hacer erupción más adelante y por otros temas. La muerte de casi una decena de santafesinos durante las trágicas jornadas del 20 y 21 de diciembre del 2001 serán probablemente otro episodio de la disputa.
Pero si hay algo que nadie le ha podido cuestionar a Reutemann es el manejo de los fondos públicos y la casi inexistente presencia de casos de corrupción en sus dos mandatos. Por ese lado, los que quieren salir a enfrentarlo políticamente no van a encontrar terreno abonado. Sí podrán hallarlo -y mucho- en otras áreas, sobre todo en el último tramo de su segunda gestión.
La complicada relación entre el presidente y el ex gobernador nada tiene que ver con futuras candidaturas o disputas por hacer pie en terrenos políticos ajenos. En un país donde todas las semanas jueces extranjeros inhiben bienes del Estado para poder cobrarse parte de la deuda pública, resulta una ingenuidad de quienes viven en el microclima de la política vernácula sugerir que Kirchner y Reutemann estén pensando en el 2007.
La Argentina vive un veranito económico que todos desean se prolongue por varios semestres más, pero tiene niveles de pobreza que trepan al 50 por ciento de la población. Hay miles y miles de familias que subsisten con 150 pesos mensuales que les aporta el Estado e índices de violencia inéditos que nos acercan cada vez más a Colombia. La Argentina tiene una generación perdida, con miles de jóvenes que han quedado fuera del sistema sin acceso a un trabajo ni a la educación.
En este marco, producto de la realidad y no de los análisis políticos de café, ni Kirchner ni Reutemann tienen tan corta visión como para emprender ahora una lucha a tan largo plazo y con desgastes impredecibles. La bronca entre ambos habrá que buscarla en análisis más simples y vinculados a actitudes políticas de cada uno en el pasado.
Para el presidente, la foto Reutemann-Menem antes de las elecciones fue un golpe duro de digerir. Kirchner y su entorno ven en Reutemann el último sobreviviente del menemismo. Pero lo tienen en la mira no porque pueda eclipsar la figura presidencial en un futuro sino por viejos recelos y deudas de la política.
Reutemann tuvo la oportunidad de ser candidato a presidente y la rechazó. Después de cuatro años, un gobierno provincial que terminó a los tumbos y el desgaste propio de la política, es muy poco probable que sea presidenciable en el 2007. Y más difícil aún después de un mandato del kirchnerismo, una nueva interpretación del peronismo -y van...- con arrolladora vocación de poder.
El gobierno nacional viene demostrando ejecución y decisión política para abordar absolutamente todas las áreas de conflicto, pero también aparecen señales de excesivo interés en la acumulación hegemónica de poder político.
Desde el lado de Reutemann, enfrentar el avance del kirchnerismo en Santa Fe será difícil, si es que como algunos aseguran el presidente está dispuesto a terminar políticamente con el reutemismo. Por lo bajo, y como siempre ocurre en este país, se escuchan los verdaderos pensamientos de los políticos. Y todos saben que Reutemann repite a quien quiera escucharlo en la intimidad que, en realidad, Kirchner hubiera preferido que Binner fuera el gobernador de Santa Fe.
En el medio de esta cinchada política aparece en escena Obeid, que sigue forzado a hilvanar un discurso que no lo enfrente con el reutemismo provincial ni tampoco con Kirchner. Es una situación muy delicada porque está en medio de fuego cruzado y no se anima a elegir dónde buscar refugio permanente. Por ahora apela a la liturgia peronista y a resaltar las bondades de la filosofía del movimiento creado por Perón. Como si con sólo eso bastara para una definición política. Menem y Kirchner, por ejemplo, son peronistas pero sus diferencias son evidentes.
Si la relación entre el presidente y el ex gobernador encuentra un punto de acuerdo para que no haya nuevas escaladas, el pellejo de Obeid podrá estar a salvo hasta que pueda construir su propia estructura política desde la presidencia del peronismo provincial a partir de marzo.
Si Obeid no logra domesticar a los reutemistas de la provincia no podrá gobernar sin sobresaltos, no le aprobarán las leyes que envíe a la Legislatura
-como la modificación de la ley de lemas- y su gestión pasará al olvido como sólo un catálogo de buenas intenciones.
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