| domingo, 22 de febrero de 2004 | Educación: Escuela media condenada La escuela ha sido históricamente la Institución que se ocupó de instalar el conocimiento en la sociedad. Allí el alumno iba a encontrarse con los saberes básicos que le iban a servir para toda la vida. Hoy, ese conocimiento no sólo se ha desvalorizado sino que se ha desplazado a otros lugares: Internet, la televisión, la calle. Nada es casual: los padres han cedido espacio, los docentes nos hemos visto desbordados por la burocracia pedagógica y el alumno se ha sentido -en medio de todo eso- desorientado.
No es propicio instalar la frase: "La escuela media no sirve" a días de comenzar las clases. El mensaje es altamente negativo e invita a los adolescentes que bregan por la ley del menor esfuerzo y a hacer cada vez menos, puesto que se sienten respaldados por los adultos que opinan de esa manera. Quienes estamos dentro del ámbito de la vieja escuela secundaria sabemos de los esfuerzos que hacemos para que la misma no sólo sirva, sino que también forme a las personas.
Hay docentes que han bajado los brazos, pero son los menos; quienes trabajamos en la docencia tenemos más confianza en nosotros mismos que en el sistema de turno. Y si la culpa la tiene el sistema, unámonos para cambiarlo.
También hay que hablar de los alumnos que han perdido el interés por el estudio y creen que para lograr resultados hace falta nada más que la presencia física, y que el esfuerzo, la dedicación, la responsabilidad y el deseo de superación son "cosas de viejos". Algunos están "aburridos" y otros "lo saben todo".
Dicen que la escuela media ya no es lo que era. Sin embargo, ni el país, ni el ciudadano argentino son lo que eran. Todo cambia. El cambio siempre es beneficioso, porque permite hacer modificaciones y variar. Si no hubiera habido cambios en el sistema educativo, hoy nos estarían acusando de ser retrógrados, conservadores y antiguos. Jaime Etcheverry habla de algunas escuelas y de algunos estudiantes. Me pregunto si entre los evaluados estaban quienes no tienen acceso a carreras universitarias. Me gustaría saber si no hay que hacer también una consideración objetiva y profunda de los egresados de las facultades y de la saturación de carreras que hay en el país en desmedro de otras que tanta falta están haciendo; por ejemplo, aquellas ligadas con la producción.
El secundario no es una bacanal ni es la preparación para el viaje de egresados: el mejor promedio de la escuela en la que doy clases es el de una alumna del turno noche que trabaja y que tiene un hijo. Tengo alumnos que se duermen en mis horas por el cansancio debido a su jornada laboral.
El tema es polémico y merece un debate. Lo peor es criticar y no aportar soluciones. Mientras tanto estamos a punto de empezar el ciclo lectivo 2004 y la pesada cruz de hierro cae sobre las espaldas de los docentes de media; mientras tanto algunas personas creen que los docentes tenemos tres meses de vacaciones y "no hacemos nada"; mientras tanto los alumnos apáticos se dicen "estudiantes"; mientras tanto el "dedo acusador" sigue señalando al eslabón más frágil de la cadena (el docente) como causante de todos los problemas.
Se oye hablar mucho de la cultura del trabajo. Quiero reivindicar la cultura de la responsabilidad y de la dedicación, la del esfuerzo personal, la de la superación. Esa que antes la enseñaban también los padres.
Marcela Ruiz
Profesora de lengua y literatura de
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