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 domingo, 22 de febrero de 2004

Punto de vista: La oportunidad del comediante

Fernando Toloza / La Capital

Dicen que al Oscar no le gusta reírse, que prefiere llorar y demostrar que tiene un corazón sensible. Tampoco, se asegura, le gustan las aventuras. Prefiere a la gente que enloquece antes que a la aventurera. A su vez, la misoginia está entre sus principios constitutivos. ¡Que agradezcan las mujeres, que se las premia en dos rubros, pero cuidado con tratar de meterse en los asuntos masculinos de la dirección, o incluso el guión! El Oscar es un premio temible.

Este año Sofia Coppola le hace cosquillas al Oscar. No es muy linda que digamos pero tiene el prestigio de ser hija del director de "El padrino" y una película anterior que hizo algún ruido, "Las vírgenes suicidas", basada en una novela de Jeffrey Eugenides, que por momentos copia las técnicas del relato que Juan Carlos Onetti a su vez le hurtó a William Faulkner. Ha conseguido ser nominada a mejor directora y los actores de su película "Perdidos en Tokio" también están nominados. La chica actriz es muy joven, y puede ganar. El caso difícil es Bill Murray, un hombre de comedia que alguna vez, para colmo, se mezcló con dibujos animados. ¿Qué clase de seriedad puede tener un tipo así?, pregunta el Oscar. Pero quizá este año Hollywood se anime a tirar la casa por la ventana, ya que no hay grandes temores a la vista, como lo fueron en 2003 las amenazas de la guerra o mejor dicho invasión contra Irak. Entonces no vendría mal un poco de festejo, y qué mejor manera de encontrarlo que dándole un premio al comediante nominado. El gran problema pueden ser los celos de Billy Cristal. Celos que se pueden transmitir por medio de los chistes naifs que le gustan a él y al parecer al público estadounidense, y que hacen que la ceremonia del Oscar se termine pareciendo a "American Pie". Se termine pareciendo o descubra que detrás de la máscara de glamour no hay nada más que el gesto adolescente, el chiste sin gracia, la dipsomanía pueril.

Pero todo está pasando tan rápido este año, que quizá los premios sean nada más que un soplo, que a Rosario, por cierto, está llegando tarde, ya que "Perdidos en Tokio" no da señales de llegar a las carteleras de cine locales, y parece que a nadie le importa. Tal vez sea mejor. Uno nunca sabe.

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