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 domingo, 22 de febrero de 2004

Al presidente de la Nación

Esta carta va dirigida al señor presidente de nuestra Nación. Soy un ciudadano argentino de 50 años que se siente feliz de que usted sea su presidente. Creo que usted es como yo, aunque la diferencia entre ambos es que yo no tengo trabajo. Tuve una carrera prolija e interesante, fui gerente de un concesionario de camiones suecos y de una concesionaria de automotores y camionetas japonesas. Pero la situación pasada, de un país en decadencia, me tiene en esta situación. Quiero decirle que es admirable su vocación por la honestidad. Creo que este territorio de gente brillante necesita de usted; y le aconsejo que permita que participe más gente común en su camino al salvataje. La gente es la que tiene la solución, no los que viven de un supersueldo y están a la pesca de una nueva beca. Señor presidente, no deje de pagar la deuda externa, pero que sea con capitales de corruptos. Es realmente triste ver lo que está pasando con nuestros bienes en el mundo. Nuestra imagen es de lo peor, por eso propongo habilitar una línea de trabajo para empezar a desarrollar este país. Cada vecino de cada lugar de esta Nación conoce muy bien el crecimiento del patrimonio de cada político. Es hora de comenzar con un prolijo pero eficiente estudio de los últimos 20 años y devolver al Estado lo tomado prestado indebidamente. Esta podría ser la solución de muchos males. Usted debe demostrar a nuestra posterior generación que nada está perdido, al contrario, somos los culpables, pero no los responsables de esta alicaída economía. Señor presidente, cuando su administración logre sus objetivos, cada argentino que no tuvo dependencia directa con el Estado merece una indemnización moral y económica porque indudablemente éstos son los más castigados. Fuerza, nunca le voy a permitir que baje los brazos, mucha suerte.

Oscar Giozué

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