| domingo, 15 de febrero de 2004 | Prostitución y rufianismo. Los circuitos de la oferta sexual en Rosario El sexo, un negocio entre lo prohibido y lo permitido Whiskerías, "volteaderos" y bares nocturnos son sitios de un comercio que tributa a la recaudación clandestina En la calle, en bares, en departamentos, en viejas casonas, a través de los diarios y de internet. El negocio de la prostitución está tan a la vista en Rosario que para muchos es invisible. Y es muy buen negocio, tanto que uno de los locales donde se lo explota llegó a contribuir con diez mil pesos mensuales con las cajas negras policiales.
El negocio de la prostitución funciona en una zona nebulosa donde se cruzan lo prohibido y lo permitido. El Código de Faltas, la única normativa en vigor, constituye en la práctica la llave de las cajas negras policiales: las mujeres y travestis que se prostituyen en la calle y los comerciantes que emplean a prostitutas en lugares cerrados son contribuyentes obligados. El crimen de Sandra Cabrera, la dirigente de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar), reveló el trasfondo más oscuro de la noche de Rosario: ese donde se mueven a sus anchas policías corruptos y "empresarios" de dudosa procedencia, donde hay mujeres indocumentadas y explotadas como esclavas.
Hacer la calle Las mujeres que trabajan en distintas esquinas de la ciudad ofertando sexo están perseguidas por el artículo 87 del Código de Faltas que pena la prostitución escandalosa (ver aparte). Ellas, según denunciaron en distintas ocasiones, eran extorsionadas por la policía para trabajar. "Algunas veces en dinero y otras con servicios sexuales", las mujeres pagaban su necesidad de seguir trabajando. "Ahora, desde que mataron a nuestra compañera (Sandra Cabrera), han dejado de acosarnos", manifestaron representantes de Ammar.
Para ellas, trabajar en la calle implica no sólo códigos de respeto en cuanto a las esquinas a ocupar o los horarios, sino algo más importante: se consideran independientes y no le rinden cuentas a nadie. "El dinero que ganamos es para nuestros hijos. Son ellos para quienes salimos a diario, porque queremos darle una vida mucho mejor a la que tuvimos", sostuvo una mujer cuarentona que ronda noche a noche una esquina cercana a la terminal de ómnibus.
Estas mujeres dicen que no están en contra de los volteaderos: "A ellos les molestamos porque podemos sacarles clientes, pero a nosotras ellos no nos molestan. Lo lamentamos por las chicas que trabajan allí adentro, encerradas y sometidas a una vida indigna", aseguran.
Acuerdos mafiosos Los volteaderos son aquellos locales que funcionan como aparentes bares nocturnos y en los cuales no sólo se concretan las citas con las chicas sino que también tienen habitaciones donde se presta el servicio sexual. En la ciudad no superan la decena, según los conocedores, y varios fueron cerrados en el último tiempo. Algunos en operativos que semejaron ser más una cortina de humo para dar cuenta de su intolerancia por parte de la policía que cumplir la ley, tal el caso del que durante años funcionó en la planta alta de la esquina noreste de Santa Fe y Cafferata.
Es que en esos lugares es donde verdaderamente se pone en acto un delito: el proxenetismo que está penado por los artículos 125 y 126 del Código Penal (ver aparte). En los volteaderos suelen trabajar chicas traídas del interior de la provincia, del norte del país y también del extranjero, a veces menores. Están manejados por un regente que pacta directamente con el fiolo, que habitualmente es el esposo o concubino de la mujer. "Es un acuerdo mafioso, entre hombres", relata una mujer que trabajó un tiempo en uno de los locales que se encuentran en calle Callao, cerca de la ex estación de trenes Rosario Norte.
"Allí se pacta que las chicas se quedan 15, 20 o 30 días. Durante ese tiempo no salen a la calle para nada, viven encerradas y son los responsables de los locales los que salen a comprarle la comida, los artículos de higiene, los cigarrillos o cualquier otro elemento que necesite", relató la mujer, que aclaró: "De lo que se le cobra al cliente el 50% es para el dueño del local y el otro 50% para la chica, pero de este dinero se le descuentan todos los gastos que tenga, incluso la comida. Allí no hay libertad ni horarios, el servicio se presta a la hora que lo reclame el cliente y no hay forma de romper el acuerdo", concluyó.
Entre estos locales, todas las fuentes de la noche remiten a los ubicados en las dos últimas cuadras de calle Callao, uno de ellos más conocido como El Monito, o los que se levantan en cercanías de la terminal de ómnibus, como Punta Cana, cerrado en septiembre del año pasado por las denuncias hechas por una mujer dominicana y Lo de Chacán, ubicado sobre Santa Fe al 3600 que, tras el crimen, parecer estar trabajando a "persiana cerrada", según comentan las meretrices. Estos lugares, nunca investigados, son los que engrosan las cajas negras policiales con "cifras que llegan hasta los 10 mil pesos mensuales", según fuentes confiables.
Las whiskerías son quizás las más tradicionales de Rosario. Se ubican en la zona céntrica, en cercanías de la vieja Aduana, y trabajan con una clientela de alto poder adquisitivo o marineros que llegan a la ciudad. Los locales se muestran como bares nocturnos, pero en sus pequeñas mesas y acodadas en la barra se apiña una decena de mujeres que utiliza el lugar como "la vidriera" de su negocio.
"Allí las chicas deben cumplir un horario. Si la whiskería trabaja de 22 a 5, ellas deben estar allí en ese horario. Tienen un solo franco semanal y el negocio del bar son las copas que consume el cliente", comentó una mujer que durante muchas noches de su vida concurrió habitualmente a un local de calle Maipú. "Una vez que la mujer hace el acuerdo con el cliente, se van de allí a un hotel". Pero esa salida también está condicionada en tiempo y consumiciones: "no puede salir antes de que el clientes tome, al menos, dos copas y en 45 minutos deberá estar de regreso", confió un habitué de estos lugares. Allí, hasta hace un mes, era la sección Moralidad Pública de la policía la que arreglaba con el responsable de la whiskería el canon mensual que se debía abonar para la no clausura del local. Es que en este tipo de comercios también se promueve la prostitución.
En el sexy bar Aunque parece un negocio nuevo y exitoso en la ciudad a partir del despliegue publicitario que tiene un local de calle Córdoba e Iriondo, el sexy bar tiene al menos un par de antecedentes históricos. Antes de La Rosa, los rosarinos ya conocían el Brasilia o Las Vegas. En esos lugares donde se brindan shows, las chicas, tras su actuación, concretan la cita con los clientes. De lo que cobrarán, el 50% será para el dueño del lugar. Y una vez que el horario del boliche haya llegado a su límite, las mujeres se despiden hasta el día siguiente.
"Es como si hubiera un contrato laboral no escrito, pero no deja de ser un modo de explotación porque allí las chicas no hacen el show por su vocación artística. Es parte de su gancho para atraer clientes", refirió un periodista que es asiduo concurrente al local vecino al Patio de la Madera. A diferencia de los otros dos sitios, donde las chicas se exhiben y concretan las citas para luego irse a un hotel, el nuevo emprendimiento tiene allí mismo las habitaciones para consumar las relaciones sexuales, todo debidamente registrado en una computadora que almacena horarios, número de habitación y el nombre de la mujer, que se quedará con el 50% del valor del servicio que preste.
El avance tecnológico permitió que en los últimos años la oferta de sexo no sólo se haga en algunas esquinas de la ciudad sino también a través de la web. Al menos cinco portales tienen su usina en la ciudad de Rosario y son visitados en cuanta oficina, repartición o lugar de trabajo haya una computadora con acceso a la red: Superleonas, Eroticus, Supergatitas, Eros Rosario y Topsecretrosario.
En ellos hay un desfile de fotografías de jóvenes y hermosas mujeres que promocionan todo tipo de servicios sexuales, con los teléfonos y los lugares donde concretar las citas. Esa es la vidriera para el sexo real que se concretará luego en departamentos o casonas céntricas adaptadas como los viejos prostíbulos de Pichincha.
Claro que al llegar a esos lugares será difícil encontrar a la chica elegida en el portal. "Es que muchas de las fotos que publican son truchas o bajadas de otros portales nacionales o internacionales. La excusa es que esa chica está de franco, o prestando servicio en ese momento", contó un hombre engañado. Son esos mismos lugares los que publicitan su oferta en los avisos clasificados de diarios y revistas bajo nombres como "El Palacio del Placer", "La Madame" o "Chicas Dessire", entre otros, y que ofrecen no sólo lugares "exclusivos y privadísimos", sino también servicio de bar, habitaciones climatizadas, música funcional, televisión erótica, etcétera.
Estas casas o departamentos son conocidas por muchos rosarinos. Están en San Juan al 2600, Laprida al 1400, San Luis al 1900, 9 de Julio al 400, San Lorenzo al 1000, Italia al 1400 y Moreno al 600, por nombrar sólo algunos de ellos. En torno a estos sitios parece plantearse un verdadero debate jurídico: ¿hay proxenetismo? Es que todas las chicas que llegan a esos lugares parecen hacerlo por propia voluntad, atraídas por avisos que requieren "jóvenes lindas para casas de masajes o agencias de compañía" y pactan con el regente del lugar sus condiciones de trabajo. Claro que nada quedará escrito.
"Es un acuerdo de palabra en cuanto a días, horas y porcentajes de trabajo", aseguró un conocedor. Así las cosas, los hombres que manejan el negocio estarían exentos de la norma, ya que no obligan, ni coercionan, ni amenazan a las chicas para que ofrezcan su cuerpo por dinero.
Infinidad de teléfonos celulares, nombres y ofertas aparecen bajo el rótulo "servicios para el hombre y la mujer" en todos los diarios del país. Allí mujeres y hombres de toda edad ofrecen sexo en domicilios que se conocerán con sólo marcar el número publicado, acordar la cita y el precio.
"La mayoría de estas chicas trabajan en forma independiente. No le rinden cuenta a nadie y trabajan cuando y cómo quieren. Muchas de ellas llevan una doble vida, hay estudiantes universitarias, empleadas, secretarias que en sus tiempos libres trabajan ofertando sexo", contó una mujer de la calle. Allí, según indican, la policía no llega. Es que son innumerables los departamentos que funcionan así y deberían disfrazarse de clientes para poder acceder a ellos. Además, allí no habría delito ni falta a penar: se hace puertas adentro, sin regentes que manejen el negocio ni coercionen a las mujeres. enviar nota por e-mail | | Fotos | | En el sexy bar, las chicas hacen un show y luego pactan encuentros. | | |