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 miércoles, 21 de enero de 2004

Dos ladrones en bicicleta atacaron a un chofer de 64 años en Necochea y Dr. Riva
Le pegaron un tiro en el abdomen a un taxista y huyeron sin robar nada
Pidieron el estuche de los lentes al conductor. Cuando se los daba, salió el balazo. Lo operaron y se reponía

"Vamos, Petra, que a Sixto lo golpearon". Un conductor del mismo radiotaxi llamó así a la esposa de su compañero, que había sido herido a siete cuadras de su casa. Sixto Cóceres, de 64 años, había ido a buscar a una pasajera a Necochea y Dr. Riva cuando fue baleado por dos delincuentes armados que llegaron en bicicleta hasta el auto y terminaron huyendo sin sacarle nada. El ataque ocurrió a las 23.30 del lunes, frente a algunos vecinos que, como la familia de la víctima, buscaban fresco en la vereda. El chofer recibió un proyectil en el abdomen que se detuvo sin lastimarle órganos vitales. Ayer, después de una cirugía en la cual no extrajeron el plomo, su familia esperaba la evolución de la herida, cuyo mayor riesgo eran las posibilidades de ocasionar una infección.

La esposa del taxista, Petrona, de 60 años, llegó hasta la esquina donde estaba su esposo herido en su Peugeot 505, cuando sus compañeros de la empresa Fonotaxi ya habían acudido en su auxilio. Su marido llegó a contarle que la pasajera -una clienta habitual de la radiollamada- subió al auto, pero se bajó a los pocos metros para ir a buscar a su casa algo que había olvidado. El se quedó esperando y en ese momento llegaron dos muchachos en bicicleta, uno manejando y otro sentado en el caño, contaron sus hijos. "El que iba en el caño se bajó y sacó el arma. Le apuntó a mi papá y le pidió la recaudación, pero como había vecinos entró el arma por la ventanilla y la bajó dentro del auto", contó Gabriel, de 38 años, el hijo varón y mayor de los tres que tiene el conductor. "El ladrón quiso agarrar el estuche de los lentes, que mi viejo tenía en el bolsillo de la camisa, a lo mejor pensando que era la billetera. Mi viejo le dijo que eran los lentes, sacó el estuche y lo puso sobre el asiento del acompañante -contó Gabriel-. No se si fue un movimiento violento, o si pensó que sacaría un arma, pero en ese momento disparó".

Al escuchar el estampido, uno de los ladrones se fue en la bicicleta y el otro, corrió hacia otro lado. Los vecinos escucharon otra detonación, que no alcanzó al hombre.

Cuando llegó la esposa, Sixto se tapaba el orificio de bala con la mano e intentaba convencerla de que no había pasado nada. "No quería dejar el auto por nada del mundo. Quería ir hasta casa y dejarlo allá", contaba ayer a la tarde más relajada, Gilda, frente a la sala de terapia intensiva donde se reponía su papá. La hija menor del taxista, de 29 años, estaba con su mamá cuando le avisaron del incidente. "Lo estábamos esperando para comer pizza, en la vereda, que estaba más fresco", contó.

El taxista estaba lúcido y compensado después de la cirugía. El mayor temor había pasado, aunque su familia esperaba que en la evolución no se originaran complicaciones. Es un hombre hipertenso y pesa unos 130 kilos, dos motivos que preocuparon a los médicos durante la operación y en vistas a la afectación que el proyectil pueda causar dentro del cuerpo. "El mayor riesgo es que se origine una infección", contaron sus hijos.


Buen alumno y cantor
Sixto es un hombre vital y muy activo. Se jubiló hace unos diez años como embarcado y retomó sus estudios con pasión. Terminó el secundario en tres años y comenzó a estudiar Abogacía. "Le cuesta un poco, no es lo mismo que cuando uno es joven. Pero aprobó tres de cinco materias", contaron sus hijos. Para poder rendir los exámenes, su esposa le grabó las clases. "Las escuchaba en el taxi, si a los pasajeros no le molestaba, y llevaba los apuntes para leerlos en la parada", contaron. También le gusta cantar, y participa en un coro de Oscus, un lugar de enseñanza al que concurren también su esposa y su hija, donde el chofer cursó computación.

Además del plus económico que le otorga manejar el taxi -que en épocas de embarcado conducía su esposa- salir a trabajar "es una de las actividades que más disfruta, además de comer pescado, porque puede hablar con la gente", contaron sus hijos.

Ayer, la mayor preocupación de Sixto era que sus nietos -siete- estuvieran bien. El pesar hacía presa a Petrona, que después de una noche en el hospital intentaba superar los temores con el apoyo incondicional de su familia.

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Los hijos describieron a Cóceres como un hombre activo.

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