| domingo, 18 de enero de 2004 | "Estamos sacando la cabeza con los precios" La industria de la pesca es central en la economía de Mar del Plata, y está entre las más importantes en la provincia de Buenos Aires. Como la mayoría de los rubros nacionales pasó años complicados en los noventa, con el esquema monetario 1 a 1.
Pero ahora, la actividad revivió en la Perla del Atlántico de la mano de fuertes exportaciones. "Estamos sacando la cabeza" reconoció Luis Ignoto en la ceremonia de inauguración de la fiesta de los pescadores.
La mística y el sacrificio del pescador están fuera de discusión. El propio Daniel Katz se sumó a los elogios. "Para que los pescadores existan, hay que dignificarlos todos los días. Tenemos un compromiso histórico y de honor con ellos" dijo, algo grandilocuente ante la presencia de un centenar de propietarios de lanchitas y varios miles de pescadores, los obreros de la industria, los del mameluco blanco.
En la segunda quincena de enero se abre, desde hace 22 años, una carpa con capacidad para 3 mil personas, muy cerca de la Banquina Chica, justamente donde paran las lanchas amarillas. En el momento simbólico del inicio de la fiesta, se procede a la Colada de los Fideos. En dos ollas humeantes de 200 litros cada una, las autoridades tiran al agua la primera bandeja de fideos secos. Y se larga la cena popular. Los pescadores gozan, por unos días, del reconocimiento de la sociedad. Después llegará otro durísimo y largo invierno. Pero esa es otra historia.
"Hay tres lugares donde no se puede dejar de ir en Mar del Plata: la playa, el puerto y el casino" dijo Eduardo Sato, una leyenda de la industria gastronómica en los famosos restaurantes de pescados, en el puesto de Mar del Plata. El argentino de origen japonés lleva más de 30 años en el rubro y sabe todas las historias del gran clásico argentino: comer pescaditos en el puerto de Mar del Plata.
Los precios en los restaurantes del puerto son por estos dúas un 25 por ciento más caros que en la temporada anterior. "Lo que pasa es que aumentó todo", se justifica Sato, dueño de cuatro locales en el sector comercial gastronómico del puerto. El experimentado empresario es el propietario de Minipez, El Centollón, Isla Sushi y La Bitácora. Emplea unas 40 personas de las 450 que ocupa todo el complejo.
Un encanto indestructible El encanto de comer los frutos de mar en el puerto "es una tradición nacional indestructible" asegura Sato. "Nosotros no vendemos mariscos, mariscos hay en cualquier lugar y son todos iguales. Nosotros vendemos una idea, la sensación que usted come los pescaditos que salieron de los barcos que están en la banquina, aunque eso no sea cierto confesó.
Los auténticos pescaditos frescos, directo de los barcos, se vendieron en los pequeños puestos junto a la banquina, hasta el año 82. "Ese año los militares nos trasladaron hasta aquí arriba" recuerda Sato. Aquello era más folklórico, pero el volumen del negocio, en la actualidad, tiene mayor dimensión. Sato recuerda las viejas épocas con nostalgia, pero no quisiera volver. enviar nota por e-mail | | |