Nuevo fármaco para infartos

A partir de ahora se deberían cambiar los protocolos médicos de actuación ante un paro cardíaco, según los resultados de un gran estudio europeo que aconseja el empleo de una hormona llamada vasopresina. Hasta el momento, el fármaco de elección para tratar un paro cardíaco era la epinefrina, un tipo de adrenalina sintética que estrecha los vasos sanguíneos y eleva la tensión arterial.

La epinefrina se ha empleado durante el último siglo para recuperar la vida del paciente después de intentarlo con el desfibrilador y no conseguirlo. Sin embargo, tiene efectos secundarios -aumento del ritmo cardíaco irregular- y disminución del aporte de oxígeno al cerebro después de la reanimación. Por esta razón, desde hace unas décadas se ha comenzado a probar la vasopresina.

Hasta la fecha no había ningún gran estudio que comparara la eficacia de un fármaco u otro para tratar los paros cardíacos, pero ahora una investigación europea -de la que participaron casi 1.200 pacientes- comprobó que la vasopresina es mejor. Después de intentar la reanimación con una desfibrilación, a la mitad de los pacientes que no respondió se les administró una inyección de uno de estos fármacos y a la otra mitad con el segundo: así se observó que la vasopresina aumentó la posibilidad de llegar vivo al hospital en un 40 por ciento de los casos, y triplicó la oportunidad de supervivencia después del alta.

Los mejores resultados se observaron en aquellas personas con asistolia, mientras que en el resto de los casos, cuando el paro cardíaco se produce por otro motivo distinto a la asistolia como es la fibrilación ventricular -cuando el ritmo del corazón se origina desde el ventrículo y es tan rápido que no permite su correcto funcionamiento-, ambos fármacos funcionaron de forma similar.

También se detectó que la administración de vasopresina seguida por epinefrina es más eficaz que este último fármaco sólo en los pacientes con paro cardíaco refractario.

Volker Welzel, profesor asociado de anestesia y medicina de cuidados críticos en la Universidad Leopold-Franzens en Innsbruck, Austria, y principal autor del estudio, explicó que los resultados deberían dar lugar a un rápido cambio de las guías médicas internacionales para tratar a las personas con esta afección fuera del hospital.