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 miércoles, 14 de enero de 2004

Un adicto a la misma droga que aliviaba a su madre
El médico firmó 521 certificados de fallecimiento, 300 más que el doctor con más muertes en Inglaterra

La investigación oficial sobre los asesinatos cometidos por Shipman indicó que el médico podría haber sido "adicto a matar". Los psiquiatras se han remontado a un hecho crucial en la vida de Shipman que podría haber desencadenado sus posteriores asesinatos. Se sabe que en su adolescencia asistió a la lenta agonía de su madre.

La mujer estaba enferma de cáncer y el joven contemplaba como los médicos le inyectaban morfina para aliviar su sufrimiento. Con el tiempo utilizó un método similar para cometer cientos de asesinatos.

La misma morfina le trajo su primer conflicto profesional. Tras salir de la facultad y empezar a ejercer fue despedido del hospital en el que trabajaba por robar un compuesto de esta sustancia a la que era adicto. Pero su primer desliz sólo lo pagó con una suspensión temporal.

En 1974 abrió su consultorio en Todmorden, en Yorkshire y luego se trasladó a Hyde, Manchester. Durante 24 años ejerció su profesión hasta que en agosto de 1998 la policía de Manchester encontró evidencias criminales en la muerte en extrañas circunstancias de veinte de sus pacientes.

Los ojos se volvieron hacia lo ocurrido en ese casi cuarto de siglo en el que a Shipman se le morían sus ancianas pacientes mayores de 75 años en una cifra desproporcionada. Las revelaciones del estudio de la universidad de Leicester indican que certificó la muerte de 521 personas, trescientas más que el doctor con más muertes registradas en el Reino Unido.

El 80 por ciento de sus pacientes fallecían sin la compañía de un familiar, el doble de lo habitual. Un altísimo número de ellos moría en sus hogares o en su consulta, cuando lo más corriente es que los enfermos dejen de vivir en un hospital. Y la gran mayoría de ellos fallecían entre el almuerzo y la hora del té, aunque como las estadísticas indican, se registra el mismo número de muertes a cualquier hora del día. Pero sobre todo, nadie sospechó del elevado consumo que el doctor Harold Shipman hacía de diamorfina, una sustancia que inyectada a altas dosis resulta mortal.

Nadie se extrañó que este doctor estuviera presente en el momento de la muerte en un porcentaje 25 veces superior al habitual. Shipman siempre se declaró inocente y se negó a hablar del tema con la policía o con los testigos que le acusaron en el juicio.

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En 1974 Shipman abrió su consultorio en un hospital de Todmorden, Yokshire.

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