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 domingo, 11 de enero de 2004

Rosario desconocida: Dos amigas entre libros

José Mario Bonacci (*)

La Biblioteca Argentina de Rosario es sin duda una de las instituciones más antiguas y apreciadas de la ciudad, lugar de encuentros para alimentar la fiebre del saber, la investigación y el estudio responsable. Ha cobijado generaciones de gente silenciosa sumergida en búsquedas que permitan ascender un escalón más hacia el firmamento de la cultura. Es también un ámbito querido, una señal muy fuerte de nuestro lugar en el mundo alimentada por el empeño de encontrar lo deseado en esa vertiente inacabable y maravillosa que renace cada día en el milagro de la palabra escrita.

¿Quién no ha sido cobijado aunque sea tan sólo por una vez, en su vientre fecundo simbólicamente representado por la antigua sala de lectura de pasaje Juan Alvarez 1550? Pero la biblioteca no es solamente eso. Es también un lugar de abrigo para un conjunto de personas que se encargan de ponerla en movimiento día a día durante doce horas corridas. En la obligación y la bendición del trabajo diario, se entrelazan y mezclan las pasiones humanas, la responsabilidad, el interés por realizar lo que es una vocación y por qué no, sus inversas, lo que no es ni bueno ni malo. Resulta simplemente humano, inaprensible y cambiante. En este universo, hay relaciones que germinan entre las personas y se constituyen en una verdad tangible y compañera, cual es alimentarse en el trabajo creativo y construir una amistad y un afecto firme e indeleble. De esto es oportuno que hablemos hoy.


Entre miles de páginas
Ada Donato de González, "la Popi", fue una escritora de fuste, comprometida desde su primera juventud y para toda la vida con la ciudad que la vio nacer y la alimentó con sentimientos e imaginación de peso para desarrollar toda su producción novelística a través de un fuerte apoyo en el paisaje de la ciudad, en el sentimiento de pertenencia, en costumbres locales, en el recorte de personajes. Dio su primer gran paso con "Eleonora que no llegaba", un fresco delicioso sobre la adolescencia y su paso a la adultez a través de la experiencia en la escuela secundaria, focalizada en el ámbito del colegio Normal Nº 2. Popi fue la gestora de "El olor de la gente", una historia entre real y ficticia en la mente de su personaje central y la presencia de Tango, su interlocutor íntimo en la escenografía que prestaba el Mercado Central y uno de los bares que allí existió hasta su demolición, como lo fue "La Cantábrica". Y su otra invención, "De cómo se amaron Salvador y la Celeste", con la que ganó el premio Clarín-Aguilar, por decisión de un jurado de valía como lo fueron Benedetti, Tizón y Roa Bastos.

Esto sólo por citar ajustadamente capítulos de su vasta producción, merecedora de otras importantes distinciones, entre las que cabe citar un homenaje poético a la bandera nacional con música de Carlos Castro, y otro más aún exaltando la memoria del Chacho Peñaloza, en cuya banda de sonido colaboramos personalmente.

Ada fue Secretaria de Cultura Municipal en la intendencia del doctor Cavallero. Cuando cesó en sus funciones comenzaba a debilitarse su salud. Entonces quiso trabajar en la biblioteca para confesarnos que era su deseo, "entre otras cosas, porque estás vos, que sos mi amigo". Así transcurrimos algún tiempo intercambiando trabajo y amistad, hasta que su salud dijo basta y se ausentó para siempre.

Alicia Peire de Varela fue nuestra vice directora y con ella construimos una comunicación estrecha y feliz. Su padre fue José E. Peire, poeta local capaz de expresarse con la profundidad de sentimientos necesaria para calar hondo, pero también con la candidez e inocencia de un niño. Alicia, estamos seguros, incorporó para sí mucho de esta calidez paterna. Costará tiempo superar la ausencia de su figura casi juvenil expresada en su cuerpo diminuto y ligero. Siempre positiva, componedora de situaciones, de tratamiento dulce, fue también una amiga irremplazable en el intercambio diario del trabajo y la responsabilidad. Verla caminar junto a su esposo Alcides tomados de la mano con un amor casi adolescente, es una presencia entrañable ahora ausente del paisaje que recorremos a diario. Concurrentes incansables a toda reunión que tuviera que ver con el acrecentamiento de la cultura personal, eran voces infaltables en el comentario final, en la opinión y en el saludo cariñoso, para reencontrarnos al día siguiente en ese, nuestro hogar, que es la biblioteca.

Ada partió el 29 de enero de 2003, y Alicia la siguió el 1º de enero último, cuando el nuevo 2004 comenzaba a desperezarse. Un período de un año demasiado cruel, escamoteando la presencia de dos amigas con las cuales nos enriquecimos humanamente abrigados por el calor querido de los libros.

Una amistad fortalecida en un ámbito de trabajo inigualable, rumoroso a veces, callado otros, pero siempre alimentado por ese estado tan sensible, casi enigmático, misterioso e irrepetible que tienen las bibliotecas de todo el mundo. Un clima entrañable, sobre el que Borges conocía mucho, y en el que desarrollamos la tarea diaria.

Ada y Alicia, casi amorosos personajes de algún bello cuento, ya no están con nosotros. Los rincones han quedado golpeados, porque algo muy especial se ha alejado de ellos. Habrán de derramarse aún muchas y silenciosas lágrimas para elaborar la ausencia. Con sabiduría, Oscar Niemeyer, arquitecto brasileño y co-autor de Brasilia, cierta vez expresó: "Lo que importa no es la arquitectura, sino la vida, los amigos y este mundo injusto que debemos modificar". Sin embargo no renunciamos a escuchar los rumores y mensajes que los ladrillos fatalmente cobijan cuando los habitantes se alejan para siempre, como lo expresara en un poema el peruano César Vallejos.

Debemos confiar en la esperanza de que estos dos seres revivan y florezcan de improviso en algún rincón del jardín ubicado en la entrada histórica de nuestra casa, en coro solidario con la memoria de Juan Alvarez, entre cantos de pájaros derramados en plaza Pringles. Para lograrlo, habremos de comprometernos a cuidar dos árboles plantados en su memoria, y así la Venus de Milo fundacional continuará confirmando que en la vida de los hombres hay cosas y presencias que son eternas, a las que no puede vencer ni siquiera la muerte.

(*)Arquitecto

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