| domingo, 11 de enero de 2004 | El ex delantero integró el equipo de Argentino que en el 45 Elvio Negro, de corazón salaíto estuvo a un paso de lograr el ascenso a primera Javier Parenti / La Capital Todavía tiene esa pinta de wing, flaquito y pícaro. Claro que no la velocidad de antes, cuando con 20 años empezó a jugar en Unión de Santa Fe y que arrancó en Argentino allá en el tiempo que el sala se incorporó al fútbol de ascenso en la AFA. Hoy, Elvio Negro tiene 83 y aparece con energía. Pero no se siente del todo cómodo. ¿Por qué? Y, es difícil explicarlo. Es que vive en un geriátrico y se siente encerrado, como si le hubieran puesto un marcador a presión para que no se piante por las puntas como hacía en sus tiempos jóvenes.
Aquellos que lo formaron como jugador en su Sarmiento natal desde el 20 de marzo de 1920, donde el padre era el presidente del club de fútbol y a la vez comisario. En aquel pueblo distante a unos 50 kilómetros de Santa Fe capital le vieron pasta para el fútbol grande y lo llevaron a Unión en 1940, para jugar en el ascenso de AFA.
Hasta que apareció un símbolo de Argentino, de los salaítos, nada menos que José Martín Olaeta, quien "me fue a buscar y me cuidó siempre como si hubiera sido su hijo. Al punto que no me quería vender a ningún equipo", recuerda este wing al que le hubiera gustado jugar como full back pero que se hizo famoso en la delantera de los albos de barrio Sarmiento en el 45, aunque estuvo desde unos años antes hasta el 51.
"Empecé a jugar adelante porque en mi equipo no había un wing derecho titular y me vieron condiciones. Pero también jugué en los otros puestos de los cinco de adelante", cuenta mientras afuera el cielo empezaba a amenazar con una tormenta que se desató un par de horas más tarde.
La charla, amenizada con su amigo Enrique Cinalli, trajo los recuerdos de su llegada a Rosario "a la pensión de Calderoni", al detalle de que "casi todos los días Olaeta me invitaba a comer a su casa", a sus grandes condiciones extrafutbolísticas "con el taco de billar, porque realmente jugaba muy bien y hasta me venían a ver", como a su vida ya fuera de las canchas "vendiendo de todo, porque siempre me la rebusqué en las ventas".
De su pasado en Unión se charló poco. Es que recién empezaba y la memoria a veces juega alguna mala pasada. Pero apareció el año 43, cuando "con 7 jugadores de Argentino pasamos a Estudiantes de Buenos Aires".
Y llegó el 44 con Argentino jugando por primera vez en AFA, en la B. Cuando se empezó a armar el gran equipo del 45 que por dos puntos no logró el ascenso a primera división. Sí, el salaíto estuvo a un paso de codearse con los grandes.
"La base del equipo era: Di Marco; Virginio y Anderé; Mujica, Maurino y Poletti; yo, Trincheri, Casagrande, Cólere y Amoedo.
"Todo el equipo tenía condiciones para jugar en primera. Uno de los mejores era Poletti, que después pasó a Tigre y jugó en la máxima categoría, pero también podía haberlo hecho en River o Boca".
La ayuda de los diarios sirven para disparar recuerdos que se pierden en el tiempo. Como aquel primer gol con la camiseta de los albos en AFA, el 17 de junio del 44 en un 2 a 0 sobre Acassuso o ese último gran partido en el que se hizo presente en la red, el 3 de noviembre de 1951. Fueron 4 gritos en el 6 a 1 a Central Argentino.
Su juego lo llevó hasta la selección rosarina. En la que compartió con grandes jugadores. Y entre tantas anécdotas le quedó cuando tras el debut "estábamos comiendo y Perucca se levantó para felicitarme. Me dijo: «pibe, quedate tranquilo que jugaste una barbaridad». Fue un honor, eran tiempos de mucho respeto y él ya era un consagrado".
Hubo otros partidos en la selección rosarina y un final recorriendo las canchas del fútbol de la región "por todos los pueblos", pero su corazón fue, es y será salaíto, y así lo afirma: "Ñuls y Central nunca me importaron para nada. Siempre fui de Argentino y soy de Argentino a muerte".
Hoy no la tiene a Irma, la mujer que lo acompañó hasta hace poco más de un año. Pero su hijo Hugo Antonio lo hizo abuelo de "mis dos hermosas nietas Flavia y Cyntia", a quienes espera siempre en el geriátrico que da espaldas al puente Rosario-Victoria, donde se siente bien cuidado, pero marcado a presión contra la raya sin poder hacer de las suyas. Claro, son 83 años. l enviar nota por e-mail | | Fotos | | Negro junto a un metegol. En cancha de once fue siempre puntero. | | |