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 domingo, 28 de diciembre de 2003

Perspectivas
A dos años del derrumbe, De la Rúa ¿es o se hace?
El ex presidente dijo que su caricaturización derrumbó al gobierno. Un semiólogo, un comunicólogo y un dibujante analizan un chiste que terminó en tragedia

Orlando Verna / La Capital

Ante el sufrimiento y la pobreza de miles de argentinos luego de la década menemista y su fin en la crisis de diciembre de 2001, quizás sea banal analizar la responsabilidad de los medios de comunicación en la salida intempestiva del ex presidente Fernando De la Rúa y mucho más aún repasar las declaraciones del propio ex mandatario acusando a Marcelo Tinelli por la aceleración del deterioro de su imagen. Pero profundizar en el tema sirva a lo mejor para no repetir errores y, por sobre todo, dejar bien sentada la culpabilidad de quienes se creen lejos de la mano de la Justicia.

Según la sorpresiva evaluación del propio De la Rúa los problemas comenzaron en diciembre de 2000 con su equivocada y payasesca presencia en el "El show de VideoMatch" que conduce Marcelo Tinelli por Canal 5 (Telefé). "Con ese programa empezó la crisis en mi gobierno. Fue muy desgraciado el episodio", dijo De la Rúa en su resurrección massmediática para responder por las acusaciones que pesan en su contra por el affaire de las coimas en el Senado de la Nación. Y fue más allá: acusó a la prensa de "mofarse" de su estampa y aseveró que la sátira política que se hizo de su persona "contribuyó mucho a deteriorar la imagen presidencial". En otra entrevista, el último presidente en salir huyendo de la Casa Rosada comentó sobre las parodias que "quizás las merezco", aunque ratificó que lo "usaron" e insistió: "Se abusó tanto que, al fin, la gente creyó más en la imitación que en el original".

Esas palabras sonaron inesperadas y la pregunta estalló impúdica: ¿Una caricatura puede tumbar un gobierno? "No, en todo caso derrumba dibujantes", ironizó Gabriel Ippóliti, ilustrador de La Capital. "Cuando se presenta una caricatura de un personaje público en los medios, la gente ya tiene un concepto de esa persona. A (Carlos) Menem lo hicieron percha con las sátiras y sin embargo no había con qué darle. Al contrario, de la Rúa cae por su propio peso".

Por su parte, Luis Baggiolini, profesor de la Escuela de Comunicación Social e investigador de la Universidad Nacional de Rosario, explicó que la caricatura "funcionó siempre como un elemento fuertemente corrosivo en relación al poder y las figuras públicas". Además, el docente sostuvo que si bien éste no es un tema nuevo, sí tiene rasgos particulares. Recordó a las revistas "El mosquito", "Caras y Caretas" y "Don Quijote", y como consecuencia a las figuras que fueron asociadas luego por la historia a las sátiras que se les endilgaron. Tales los casos del zorro de Julio A. Roca, el pavo de Roque Sáenz Peña, el cangrejo de José Félix Uriburu y la tortuga de Arturo Illia.

Baggiolini expuso luego la novedad: "La diferencia con esos casos se centra en la participación de De la Rúa en el programa de Tinelli. Yendo al canal, De la Rúa no sólo acepta la crítica o la parodia de Freddy Villarreal, sino que acaba haciendo el papel del cómico, cuando no encuentra la salida del set o se equivoca en el nombre de la esposa del conductor". De este modo, "el personaje consigue el aval de De la Rúa y ya no es una caricatura, sino el propio De la Rúa; o bien De la Rúa tiene conductas que son de caricatura". Según el investigador, "cualquiera de las dos alternativas rompen la distancia que existiría entre el dibujo y la persona pública. Anulando ese espacio, De la Rúa comete un doble error: primero concede y después se trasforma en su propia caricatura. Y de allí no se vuelve".

Sobre este mismo aspecto paródico de la imagen del ex presidente, el semiólogo, profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires, Oscar Steimberg, concluyó que si bien la sátira no renunció al gobierno radical, "ayudó a la protesta, porque se lo veía débil, y acabó con una imagen que fue de la inestabilidad política a la inestabilidad emocional, es decir, a su supuesta incapacidad para hacerse cargo de la situación, de no saber para dónde salir, de no saber qué contestar". El docente abundó: "Lo que al principio (en la campaña electoral) aparecía como aburrimiento se transformó después en una dificultad de pensamiento, de reflexión, de organización del discurso. Terminamos con la imagen de un presidente con pensamiento extraviado".

De todos modos, Steimberg sostuvo que el aburrimiento del que se lo acusaba a De la Rúa "es una condición de la comunicación y después de todo no se elige un presidente para que sea divertido". Y comparó a "Chupete" con su coterráneo y correligionario: "Se puede pensar que el componente de la sátira de Illia era más grave. La lentitud puede tener graves consecuencias sociales, pero el aburrimiento no es algo que pueda directamente relacionarse con un defecto de funcionamiento de un presidente. De un conductor televisivo, sí".


Niveles simbolicos
Con respecto a lo que en su momento se llamó la "tinellización de la política", consolidado a través del sketch "Gran cuñado", Ippóliti coincidió con Baggiolini en el enorme error de De la Rúa de aparecer en "VideoMatch" junto al personaje de Villarreal. "Ponerse frente al tipo que lo parodiaba y hasta confrontar con su propia caricatura, ayudaron a que la gente crea que De la Rúa era un boludo". Coincidentemente, el dibujante usó la misma palabra que el comunicólogo para referirse al ex mandatario. "Se quiso hacer el piola y finalmente De la Rúa hizo más macanas que su caricatura, y a esas características de su personalidad no las inventó Tinelli. Ellos (por la troupe del conductor) solamente las exageraron. Cuando la gente juntó las dos ideas se quedó con el personaje: De la Rúa era peor que la caricatura". Y Baggiolini acotó: "Todas las imágenes se construyen a nivel simbólico y tienen poco de lo que en principio ese personaje es. Por eso no se puede decir que el responsable es el caricaturista, el editor o el responsable del programa, como Tinelli. El responsable de la parodia es De la Rúa porque él es como la caricatura y la acepta como tal".

Steimberg destacó en un momento de su alocución las diferencias de contexto medial entre De la Rúa e Illia, cuestión que Baggiolini retomó: "No podés ir a un programa y mantenerte distante del marco televisivo. Porque las reglas las pone la TV. En ese juego, en el mejor de los casos se empata. Se puede decir que no, pero decirlo dentro del programa con estos interlocutores, es suicida".

Luego profundizó en la problemática relación de la política con la televisión y de estos con el humor: "Son roles distintos, y por más que la política sea cada vez más espectáculo, si se entra en el juego de la TV, se pierde seriedad y peso político, y en esa pérdida va la credibilidad".

Finalmente la comparación de De la Rúa con las caricaturas de Néstor Kirchner fue inevitable. "Al (actual) presidente es fácil dibujarlo bastante ridículo, pero tiene una gran aceptación de su persona y a lo sumo la gente se ríe de la interpretación del dibujante. En realidad Kirchner ya está hecho como una caricatura", bromeó Ippóliti. "Aquí se juegan también los mecanismos de acceso al poder, porque Kirchner tiene una cara de pavo que espanta, pero uno entiende que no es ningún pavo. Y eso es porque en el justicialismo quien llega a la presidencia es porque tiene vocación de poder. En la otra vereda, el radicalismo es mucho discurso y poca acción, mucha formalidad y poco poder".

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Según De la Rúa, lo de "VideoMatch" fue el principio del fin.

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