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 domingo, 28 de diciembre de 2003

Horror profundo. La tragedia sin fin de quienes deben enterrar a sus familias
Mohamad llora a sus nueve hijos y su esposa
Un comerciante de Bam se disponía a rezar cuando la tierra comenzó a temblar y su casa se derrumbó

Mohamad se disponía a rezar cuando se produjo el terrible sismo que sacudió la región de Bam el viernes por la mañana, dándole la impresión de que la tierra se abría bajo sus pies, y ahora ya sólo le quedan lágrimas para llorar desconsoladamente la muerte de sus nueve hijos y su esposa.

"Mira hermano, me estoy muriendo poco a poco. Mis nueve hijos y mi esposa están ahí, debajo de los escombros, y no puedo hacer nada", dice sollozando este hombre de 63 años que aparenta muchos más, señalando con el dedo lo que queda de su casa, convertida en un amasijo de tierra.

Situada en una callejuela del casco antiguo de Bam, la pequeña casa se derrumbó como un castillo de naipes y en el jardín sólo quedan en pie dos palmeras, una de ellas datilera. Mientras la mayor parte de las casas del barrio antiguo de Bam están construidas en adobe, la de Mohamad era de ladrillos cocidos, pero tampoco resistió a este sismo de 6,3 grados de magnitud en la escala de Richter.

"Me había aseado y me disponía a recitar la oración. De repente, oí un enorme ruido y toda la casa se sacudió. Era horrible", contó este hombre, que pasó su primera noche sobre una alfombra en la acera, delante de los escombros de su vivienda.

"Mis hijos y mi esposa todavía dormían. De pronto, el techo se desplomó y las paredes cayeron sobre nuestras cabezas", dijo. "Después, ya no me acuerdo de nada. Durante muchas horas parecía que estaba paralizado y no podía moverme", aseguró.

"¡Que Dios haga que mis hijas y mis hijos estén vivos! Soñaba con casarlos, con verlos felices. No puedo creer que se hayan muerto", dijo Mohamad con la voz entrecortada por el llanto. "La noche pasada (por la del viernes) fue la peor de mi vida. Mis hijos están ahí y no puedo hacer nada", afirma. "Me dieron un mendrugo de pan y algunos dátiles y tengo que aguantar con esto hasta esta noche. No tenemos agua, comida ni ropa", afirmó el padre desesperado.

"¿Qué hicimos para merecer este castigo?", se pregunta. En la misma calle, completamente destruida, se repite la escena en todas partes, con hombres y mujeres desamparados y a la intemperie que lloran a sus seres queridos. Las cuatro hijas y cinco varones de Mohamad, de entre 10 y 25 años, vivían en la casa familiar.

Mohamad tenía una pequeña tienda de comestibles en una avenida a dos pasos de su vivienda, pero sólo quedan los cascotes. "Perdí mi familia y todo lo que tenía, ¿para qué seguir viviendo?", comenta este hombre envejecido sentado sobre su alfombra, mientras cae la noche en Bam. (AFP)

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Un hombre llora mientras muestra las mortajas de sus familiares en Bam.

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