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 domingo, 14 de diciembre de 2003

Editorial
Recambio gubernamental

El ciclo de la democracia se ha renovado en la provincia de Santa Fe. Tanto Carlos Alberto Reutemann, en la Gobernación, como Hermes Binner, en la Municipalidad de Rosario, traspasaron los simbólicos atributos y pusieron el poder en otras manos, las de Jorge Obeid y Miguel Lifschitz, respectivamente. La etapa que se abre -después del incendio que devoró al país tras el estallido del sistema de convertibilidad- se incluye todavía en el tránsito a través de la emergencia generada por la crisis, pero la mayor cercanía de la salida del túnel dará indudablemente otra impronta a las gestiones que se han iniciado.

El marco en que se ha producido el recambio gubernamental es el de la valiosa consolidación de las instituciones que se ha confirmado en el país a pesar de los bruscos vaivenes económicos, cuando ya se cumplieron veinte años de la recuperación de la República.

Obeid, quien ya tiene experiencia en el cargo -el cual ostentó entre 1995 y 1999-, ha decidido afrontar el desafío acompañado de un elenco cuya juventud es su característica saliente. El panorama que encuentra le permitirá encarar tareas pendientes que eluden el permanente acoso ejercido por la coyuntura, entre las cuales la integración entre el alicaído norte y el pujante sur se erige como prioridad política indiscutible. La gestión que termina, a pesar del drama de la inundación en la capital provincial y del desastre económico en que se hundió el país todo, ha conseguido transferir la caja provincial con recursos suficientes como para enfrentar el futuro con la tranquilidad necesaria.

La ciudad, mientras tanto, pone ante una agenda exigente a la administración entrante. La notoria disparidad entre lo que Rosario brinda a la provincia y lo que de ella recibe ameritaría que el eje de la política del municipio se corra decididamente hacia esa dirección. La obtención de la autonomía se posiciona como un objetivo clave, cuya importancia ya ha sido reconocida por el propio intendente. Es de esperar, entonces, que en el futuro inmediato las palabras sean mejoradas por los hechos y la ciudad ejerza en la región el liderazgo que hace tiempo merece.

Ambas gestiones se inician bajo el signo de la esperanza, impulsadas en ese sentido por el envión que desde el Poder Ejecutivo nacional se ha dado al ánimo de los argentinos. El rol de metafóricos bomberos que hasta hace poco debieron asumir de modo excluyente los responsables de ejercer el poder comienza paulatinamente a ceder terreno ante otra función crucial, la de diseñar un mejor porvenir y construirlo a largo plazo.

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