| domingo, 14 de diciembre de 2003 | Educación: Tiempo de apoyo Marcela Isaías / La Capital A pesar de que ciertas prácticas tradicionales se mantienen intactas, la manera de evaluar cómo aprenden los chicos en la escuela ha cambiado a lo largo de los años. Y para bien. Ahora ya no se pretende que todos aprendan lo mismo, de igual manera y con ritmos semejantes. Una mirada más atenta sobre qué pasa por las capacidades y necesidades de cada niño propone entonces una evaluación diferente.
Estos cambios no siempre son fáciles de entender, sobre todo por los adultos que se han formado bajo "pruebas sorpresas" o han sido medidos con la misma vara, sin tener en cuenta las potencialidades que cada uno es capaz de ofrecer en distintos terrenos.
"No hay nada más injusto que pedir lo mismo a los que son tan distintos y tienen ritmos distintos. Una evaluación excesivamente homogénea lesiona la equidad", sostiene sobre esta visión el pedagogo español Miguel Angel Santos Guerra, para quien el proceso evaluativo es muy complejo y piensa que en los "resultados inciden tanto los docentes como las instituciones y demandas familiares, entre otros aspectos".
Lo difícil ha sido -y lo es aún- conseguir un equilibrio entre las capacidades individuales de los chicos y lo que cada nivel de escolaridad demanda conocer en las distintas disciplinas. Aquí es cuando las discusiones entre padres y escuelas se vuelven necesarias. La escuela para dar a conocer cuál es su plan pedagógico y qué es lo que cada alumno debe saber, o al menos se espera de él; y los padres para demandar y acompañar en ese sentido.
Cuando este encuentro se da no hay sorpresas. Así lo explica la directora de la Escuela Nº 71 Francisco de Gurruchaga, María Dolores Rodríguez: "Se trata de acompañar durante todo el año al niño en sus ritmos. Por eso -aunque en su escuela son muy pocos casos- hay chicos que deben prolongar sus días de clase en diciembre y sus padres lo entienden sin problemas".
La directora de la Gurruchaga comenta que se trata de buscar a lo largo de cada ciclo un acercamiento con la familia del niño, sobre todo por medio de un seguimiento pormenorizado de sus aprendizajes; algo que para bien, destaca, en su escuela pasa cotidianamente, porque "los padres se acercan mucho, se interesan y preguntan muy seguido cómo aprenden sus hijos".
En realidad, la directora apunta a la clave para acompañar este proceso: "El afecto". Es que la función de los padres -sostiene- pasa "por acompañar, contener y mostrar su cariño permanente".
Más posibilidades En líneas generales, la conocida "libreta en proceso" y las "clases de apoyo" son las posibilidades para algunos chicos de recuperar o reforzar ciertos aprendizajes y contenidos durante algunos días más que los que fija el calendario.
Es verdad que cuando libreta y clases extra se implantaron como método dieron lugar a muchos debates, sobre todo enmarcados en el proceso de reforma que planteaba la ley federal. Al margen de la norma, muchos docentes le han buscado el sentido práctico, orientando esta nueva metodología a las necesidades de sus alumnos, y en realidad han terminado por formalizar una práctica que antes de la reforma se daba de manera voluntaria y anónima.
Haydeé Pretini es la jefa de supervisoras de la Región VI de Educación provincial. Según comenta, se trata de un tiempo pensado para afianzar lo que no se pudo lograr durante el año escolar. "A veces porque son cursos numerosos, entonces la cercanía del maestro en este período ayuda al alumno", agrega. Lo que es general -resalta- "es que los logros son importantes, hay muchos avances que benefician a los chicos".
Pero Haydeé coincide con la visión de María Dolores e insiste con que en este tiempo -al igual que durante todo el año- "el acompañamiento de los padres es esencial". enviar nota por e-mail | | |