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 domingo, 14 de diciembre de 2003

Una experiencia que resultó infructuosa

Keiko, al igual que en estos momentos innumerables personas en el norte de Europa, sufrió un resfriado que acabó en consecuencias fatales. "Keiko se cansaba y dejó de tener apetito. No se podía hacer nada, ni con antibióticos", explicó ayer su cuidador, Dane Richards.

Richards y un equipo que en momentos llegó a sumar 20 personas intentaron durante cinco años sin éxito que la orca, que había pasado dos décadas en cautiverio, volviera a vivir libre en mar abierto, cazando su propio alimento y viviendo con otras de su especie.

Pero Keiko siempre nadaba de vuelta hacia las personas, prefería dejarse alimentar antes que cazar su comida y parecía estar de lo más a gusto siendo la atracción turística de la comunidad de Halsa, en la costa oeste noruega.

Los expertos habían criticado el sumamente costoso programa para reaclimatar a Keiko a la vida salvaje, que calificaron de imposible, y reclamaron en varias ocasiones que el animal de 10,6 metros de longitud y seis toneladas fuera sacrificado. Según la fundación Ocean Futures, el proyecto de reaclimatación a la vida salvaje para el animal ha costado más de 20 millones de dólares. Entre los donantes había muchos niños.

"El intentar que animales completamente acostumbrados al hombre vuelvan a ser salvajes roza la tortura", dijo el veterinario Finn Bersnsten, del Instituto Noruego de Ciencias Naturales poco después del traslado de la orca de una bahía de Islandia a Noruega, hace algo más de un año.

El pescador islandés Jon K. Gunarsson, que atrapó a la orca en 1979, cuando era un animal joven, dijo poco después del transporte de Keiko en un vuelo especial desde Estados Unidos a Islandia, donde iba a comenzar su "programa de entrenamiento" para la vida salvaje, en 1998: "Debería faenársela y enviar los trozos como ayuda humanitaria a Sudán. De la carne de la ballena se pueden hacer 60.000 hamburguesas, con las que se pueden llenar los estómagos de mucha gente durante un buen tiempo".

Sin embargo, la vida tan especial que llevaba Keiko provocó un gran entusiasmo en su nuevo hogar, Halsa. Tras la llegada de la orca y de su "equipo", se detuvo el proceso de despoblación continuado que vivía la localidad desde 1990, porque de pronto volvía a existir una fuente de ingresos.

Por ello, se hacía la vista gorda con el hecho de que el animal, reconocible por una de sus aletas, ligeramente deformada, amenazara constantemente a los criaderos de salmones vecinos. (DPA)

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La orca nunca se alejó de las personas.

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