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 domingo, 14 de diciembre de 2003

Reportaje
Guillermo Saccomano: "Si tengo que elegir, estoy de lado de las víctimas"
En su ultima novela, "La lengua del malon", el escritor vuelve sobre los crimenes de la revolucion libertadora y explora las relaciones entre intelectuales y poder

María Fernanda Mainelli

Guillermo Saccomano piensa que "La lengua del malón", su última novela, fue escrita por otro. "Yo soy Gómez", dice en alusión al narrador de su obra, un profesor de literatura y traductor, septuagenario, homosexual, cabecita negra y resentido, que en el año 1955 simpatizaba tanto con el peronismo, excitándose tanto con la muchachada descamisada como con el grupo Sur, a pesar de que acusa a Victoria Ocampo de haber sido "socia fundadora de la Esma".

Mientras Gómez narra sus contradicciones, ya al final de su vida, decide dar a conocer un texto inédito: "La lengua del malón", la novela dentro de la novela que escribió Delia, una señora bien, casada con un militar conspirador de la Marina.

Delia mantiene una historia de amor apasionada con Lía, gran amiga de Gómez, una joven poeta y periodista judía y socialista. Ese amor clandestino habilita a Delia para escribir esa novela cargada de erotismo que transcurre durante la Colonia y que narra el rapto de D., la esposa de un militar en manos del indio Pichimán y el posterior encantamiento que este "otro" produce en ella.

"La lengua del malón" es un cóctel explosivo de literatura que combina melodrama, intriga, espionaje, erotismo y que va y viene entre los hechos trágicos de 1955 y los años de la conquista. Sus personajes, Gómez, Delia y Lía, hablan de ese país que no puedo ser, son víctimas; Saccomano quiso devolverles sus cuerpos y así devolverles su voz.

-¿Cómo nació "La lengua del malón"?

-Nace de una novela que estaba escribiendo sobre los 70, buscaba una explicación a la violencia de esa época. Para entender los 70 debía retroceder a 1955, al derrocamiento de Perón por la revolución fusiladora y a la masacre de la Plaza de Mayo, que es desde donde se pueden explicar con más nitidez las contradicciones y tensiones sociales que se desencadenan en los 70, cuando los jóvenes, que en su mayoría provenían de hogares gorilas o adversarios al peronismo se radicalizan en una militancia. Me pareció que el 54, el 55 era además un período sumamente rico en términos de la construcción de una poética. Creo que el melodrama, el western, la novela policial, la novela de espionaje y de complot, el cine y la radio del momento, el suspenso de las historietas por entregas me proporcionaban pistas como para tratar de contar historias sin prejuicios, apelando a los resortes de estos géneros.

-¿Cómo tuvo que mutar Saccomano para convertirse en Gómez?

-Me parecía que había una cantidad de material proveniente de la experiencia que me estaba pidiendo esta escritura. Me cuesta tomar distancia del profesor Gómez, diría como Flaubert dijo de Madame Bovary, el profesor Gómez soy yo. Porque el discurso de Gómez es lo nacional y popular. En su bajada de línea, en su debilidad, en su padecer la injusticia, yo me sentía sumamente identificado. Elegí a un profesor de literatura porque me interesaba plantear las relaciones entre la literatura y la violencia que en nuestro país es muy fuerte desde "El matadero" hasta los autores más recientes. La violencia está implícita en nuestra literatura no siempre en hechos concretos, si no también cuando se discuten los géneros. Con Gómez además, elegí el punto de vista de un marginal, que está victimizado por la sociedad. El profesor es homosexual, lo cual en esos años era bastante duro, no como ahora que dentro de lo políticamente correcto se acepta la homosexualidad. Es cabecita negra pero le gusta la literatura inglesa y admite que hay ideas y una estética del grupo Sur, a pesar de su complicidad civil, que a él le interesan. Estas tensiones creo que están planteadas por la intelectualidad de Gómez y haciendo un recorrido por la literatura argentina veo también que esto es teoría literaria y es también teoría política.

-¿Estas contradicciones que plantea Gómez son también tuyas?

-Yo creo que son mías, con la figura de Borges tengo una relación de amor y odio, me cuesta poner distancia de las reacciones de Borges en su contexto con lo político y con lo social. No me caben dudas que Borges es el escritor que tal vez nos enseñó a escribir y a operar con la lengua. La transgresión de Borges, en términos de la escritura, radica en que por tener nosotros una historia de la literatura acotada, joven, tenemos libertad para operar con la cultura de todo el planeta, apropiarnos de aquello que nos interesa en función de nuestras necesidades narrativas o de invención. Esto es revolucionario y por otro lado él con sus actitudes políticas es un reaccionario y un conservador a ultranza.

-Los otros personajes también son homosexuales.

-Sí, porque me parece que todos los personajes en esta novela no sólo son marginales sino que el placer en ellos está clandestinizado y su elección es una elección de lo otro, de lo que está prohibido; es el caso de Delia, aunque todos están en conflicto.

-Delia escribe y Gómez cuestiona las formas en que se narraba la Conquista.

-Lo que ocurre es sacrílego, una mujer casada se vuelca a la literatura y a partir de una relación sáfica que ella establece con Lía, comienza esa atracción con lo otro y plantea lo prohibido: la relación amorosa de la cautiva con el indio. Y el indio no sólo encarna la barbarie en términos sarmientinos, encarna también las fuerzas desencadenadas de la naturaleza, el sexo, aquello que se esconde, que no se dice, lo primitivo.

-Hablaste del encantamiento por el otro, y eso lo conectás con Evita.

-A mí la figura de Evita me parece apasionante, porque para la cultura liberal encarna la barbarie, encarna la prostitución, el pecado, es la yegua, la mujer del látigo, es la puta, la perona. Y al estar Eva del lado de los perdedores, de los cabecitas negras, elige de alguna manera a la fuerza de la naturaleza, que es lo que le pasa a D. en su relación fascinada con el indio, allí es donde aparece el otro (Para Gómez también es lo otro, él lee literatura inglesa y es homosexual, se supone fino, pero siente una atracción irresistible por la manifestación peronista y a la vez le gustaría mojar el pancito en el ámbito de Sur). Mis personajes están cautivos primero de la atracción por lo otro y están cautivos de su resentimiento y su limitación.

-El resentimiento es un tema central en tu obra y también de la venganza.

-El resentimiento está planteado en estos términos: en un país donde no hay justicia, a las víctimas les queda la venganza o el resentimiento. Pero el resentimiento es patrimonio también de la oligarquía que encarna Victoria Ocampo, que era una flor de resentida y también le pasa a Gómez. Ocurre que si yo tengo que elegir, elijo ponerme del lado de las víctimas.

-Gómez es despiadado a la hora de hablar de Victoria Ocampo y de Borges y los vínculos entre la cultura y el genocidio.

-Esos vínculos no son siempre claros, pero sí lo son en los escritos de Victoria Ocampo. Y con respecto a Borges, él en el 56 desde Montevideo adscribe a la revolución gorila, dice que la revolución fusiladora es una revolución amiga. Desde lo que es la cultura de la oligarquía, la cultura del liberal que es la que maneja el poder y que manipula el gusto y la ideología, esa relación entre intelectuales y el poder se ve claramente. No olvidemos que Borges respalda a Videla planteando que los militares eran nobles caballeros de la espada que venían a salvar la patria y eso explica también porque no vaciló en recibir un premio de Pinochet.

-¿Cómo te gustaría que se lea tu novela?

-A veces pienso que el libro lo escribió otro. Tengo una sensación de extrañeza con el texto. Además de asumir la voz de Gómez, tengo que asumir también mi historia. Algunos dicen que escribí una novela peronista, lo que escribí es una novela que no es gorila. El peronismo es el movimiento que deparó más víctimas a nuestra historia y si uno quiere pararse del lado de las víctimas tiene que entender este fenómeno tan contradictorio: el peronismo es Rodolfo Walsh, como es también José López Rega. Y además como dice Cortázar, la novela puede ganar por puntos y el cuento tiene que ganar por nocaut. Utilicé todos los elementos retóricos del efecto, la intriga, el punch, para enganchar al lector, pero para que se lea con esa fascinación que te produce una aventura que no podés largar y que además aporte otra cosa.

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