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 domingo, 14 de diciembre de 2003

Lecturas
La necesidad de sentirse irresponsable

Jorge Salum / La Capital

"Me muestro para sentirme definitivamente irresponsable", escribe Antonio Ramos en unos versos breves de introducción a "Niños escondidos", el libro de poemas que acaba de publicar la editorial rosarina Los Lanzallamas. Si el objetivo era mostrar su poesía, la misión está cumplida. Es que si algo queda claro al cabo de su lectura es la sensación de que Ramos tiene mucho para decir, y que el género parece ser para él una herramienta familiar más allá de que para los potenciales lectores se trate apenas de su primer libro.

Aunque Ramos considera innecesario que lo citen en su biografía, un dato no puede soslayarse: es juez penal y debe juzgar casos criminales que van desde pequeños robos hasta los asesinatos más horrendos. Si bien su poesía no abreva demasiado en esa realidad cotidiana, ni tampoco la describe, hay versos -y a veces poemas enteros- que no podrían explicarse si no fuera por la actividad profesional del autor.

Acaso el agobio que debe provocar su labor diaria (A veces siento montañas en mi espalda) quizás explique aquella necesidad del autor de sentirse irresponsable. Si la confección de una sentencia que envía a un criminal a prisión perpetua implica un ejercicio intelectual penoso y al mismo tiempo ineludible, la elaboración de estos poemas deben convertirse para el autor en una vía de escape, algo así como la expresión artística de un hombre de doble personalidad -juez y al mismo tiempo poeta- que necesita de la segunda para seguir adelante con la primera. Y, de paso, le permite entregarle a la sociedad algo más que unos veredictos puntillosos, repletos de tecnicismos jurídicos y de giros inexplicables para la gente común.

Si en la poesía no hay más reglas que las que se impone el propio autor, entonces Ramos aprovecha al máximo la naturalidad con la que consigue construir los versos de "Niños perdidos" para demostrar que cada palabra encierra un mundo propio, y que la combinación de ellas permite construir historias, realidades e instantes únicos, capaces de transmitir valores, sensaciones y hasta ciertas verdades aún cuando sólo se trate de eso, de poesía.

Por momentos rebelde y transgresor, como en el bellísimo "Amor piquetero" ("Besó sus pies de calle transitada/ sus manos, tiznadas de reclamos respondieron/ y lentamente amasaron rincones de su cuerpo"), y siempre comprometido con la realidad, Ramos no esquiva situaciones familiares, y a veces personales, para elaborar un discurso poético rico en metáforas, que transmite cosas en cada línea, emociona y muchas veces obliga a pensar, aún desde el placer que provocan muchos de sus poemas.

Si "Cuchillos anónimos" resulta reveladora en muchos sentidos ("Trato de ser ecuánime, hago todo lo que puedo/ Soy operador del Sistema"), la invitación de "Hagámoslo" funciona como una buena síntesis de la potencia de sus imágenes. Allí escribe: "Abramos los silencios al deseo/ Confundámonos con la multitud/ Estallemos gemidos rectos y ondulados/ Aplastemos el tiempo durmiéndonos". ¿No es un buen convite para leerlo?

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