| domingo, 14 de diciembre de 2003 | Lecturas Detrás de grandes escritores Delia Crochet Varios son los objetivos que se propone José Tcherkaski en su libro, pese a declararse "un cronista simple, sin estridencias", función que intenta delimitar y circunscribir en el prólogo. Sin renunciar al natural interés de quienes se hallan vinculados a la literatura, se dirige a un público amplio al que busca impresionar con el plan que se ha trazado en estas conversaciones con seis mujeres de escritores, quienes habrían de revelarle aspectos de la vida de estos hombres e historias "muy fuertes".
La propuesta deviene en un dualismo, en una distinción cultural que tradicionalmente ha excluido a las mujeres del (masculino) mundo creador. Tcherkaski va en pos de ciertas epifanías de las cuales sus interlocutoras están en posesión. La muerte, el exilio, el secuestro, el crimen, irrumpieron en lo público y en lo privado de la vida de seis escritores imprescindibles y cuando el testimonio es requerido, el cronista acaba subyugado como el rey Schahriar ante el relato de Shehrezade.
Al entrevistar a Elizabeth Mary Shine, el autor, fiel aun a su papel, en un orden previsto y exhaustivo descerraja preguntas que son contestadas a rajatabla, sin benevolencia, con alguna sequedad respecto de la obra de Roberto Arlt. Ambos se habían conocido en la revista El Hogar, de la que ella era secretaria. La vida en común, los vagabundeos, el trabajo del escritor, la violencia de la pareja, es expuesta por Elizabeth con la misma crudeza con que confiesa sus odios y aversiones.
La entrevista a María Kodama presenta otra dinámica. Un juego de palabras en torno al espejo lleva al autor a preguntar sobre las claves del universo borgeano, pero ella sólo admite poseer pedazos de una imagen inasible. La influencia sintoísta heredada de su padre le hace decir a Kodama que no siente la ausencia de Borges. No hay intimidad en las respuestas: Kodama elude hablar sobre ese otro Borges de la vida cotidiana y conduce la conversación por aspectos públicos, desgranando tópicos conocidos.
Pero de pronto hace su aparición la vida en sus colores más emotivos. En la tercera entrevista Marta Scavac cuenta que tras leer "Alrededor de la jaula", la novela de su profesor de latín en la escuela nocturna, Haroldo Conti, reconoce en él al hombre de su vida. Las preguntas se van espaciando. La fuerza del relato las hacen innecesarias. Poco después Scavac recorría librerías buscando material para la escritura de "Mascaró". Rico en anécdotas, su relato revela miserias de importantes personajes del mundo literario, así como rescata a los verdaderos amigos. Considerado agente cubano, Haroldo Conti es detenido el 4 de mayo de 1976 y su existencia no habría llegado a fines de junio de ese año. Tcherkaski, compenetrado con la historia, observa los cambios en su rostro, mientras ella manifiesta su profundo conocimiento de esa obra, la angustia que le impide releerla, su desilusión.
Descendiente de inmigrantes, Elsa Sánchez, la mujer de Héctor Oesterheld, nunca dejó de ser una chica de barrio, pero le habían inculcado el amor por el teatro y la música. Las preguntas del entrevistador apenas salpican la conversación. Oesterheld era amigo de Borges y de Armando Bo. "Un típico intelectual argentino", explica Elsa. Tcherkaski quiere saberlo todo. Ella leía para él, para ahorrarle tiempo. "Tenía una concepción impresionante, como demostró en El Eternauta, sobre la presión de las masas del mundo sobre la liberación del hombre." Oesterheld desaparece alrededor del 21 de abril de 1977 y posteriormente sus cuatro hijas.
Elsa Sánchez llevó siete historias a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (incluidos 2 yernos) "Mi marido era un tipo libre de pensamiento". Y el cronista le hace un confidencia a la entrevistada: "yo hice muchas entrevistas, pero en ésta he quedado perdidamente enamorado de usted, porque realmente es un homenaje a la vida".
Dorotea Muhr pasaba a máquina la obra de Juan Carlos Onetti, pero él no hablaba mucho del tema con ella. "Juan estaba muy seguro de sus textos" Cuando él trabajaba apagaban el timbre, no tenían teléfono, quedaban aislados. Tenían un pacto para toda la vida. "Tenía muchas mujeres. Era su vida, era parte de su escritura, lo necesitaba..." El reportaje abunda en información. Las desventuras económicas en España, el premio Cervantes, las amistades literarias, el alcohol, la depresión, las tertulias de Montevideo. Los años sin Onetti, después de 40 años juntos, son para Dorotea Muhr, "esta vida breve" porque como él solía decirle, "hay muchas vidas breves".
Flora Guzmán y Héctor Tizón se casaron en 1955. Ella provenía de una familia tradicional, él era hijo de un ferroviario. Pareciera que la sombra de Tizón se interpone en su propio deseo de escritura, por lo que pese a habérselo permitido un poco, se dedica casi exclusivamente a la tarea académica. El cronista se atreve a indagar en la subjetividad y le señala lo que cree entender como un sentimiento de ajenidad respecto de la obra de Tizón, como si se ubicara a la sombra. Flora habla del exilio en España y, luego, el desconcierto al volver a Jujuy, la absurdidad de la clase media con sus viajes a Miami y el escamoteo de la realidad. El diálogo crece en calidad y en interés, independientemente de la figura de Tizón.
Estas mujeres compartieron la pobreza, se acercaron como pudieron a la obra, fueron escribientes, se sometieron a la soledad y al aislamiento, resolvieron para ellos cuestiones prácticas, enfrentaron editores, algunas los acompañaron al exilio, los buscaron cuando se los llevaron, los lloraron. El poema de Roberto Juarroz con que se abre este libro, habla de las palabras. De las que caen al texto y, a veces, al margen. Ambas se unen en las voces de estas entrevistas. enviar nota por e-mail | | |