| domingo, 07 de diciembre de 2003 | Ana María Raggio: "Las demandas se ven menos satisfechas" La politóloga naliza la crisis de representación política argentina -¿A qué se debe lo que llamamos crisis de representación?
-La crisis de representación política actual se observa en ese alejamiento de realidades entre el representante y el representado, es decir, el representante representa cada vez menos a los representados. El fenómeno se observa porque las demandas de la sociedad civil se ven cada vez menos satisfechas por parte de sus representantes.
-¿Qué pasó con las promesas de 1983?
-La recuperación de la democracia fue importante porque volvimos a tener valores y derechos fundamentales, como el derecho al voto y el derecho a la libertad de expresión. Recuperamos nuestros derechos políticos. Pero con el devenir de los años empezamos a notar que los derechos fundamentales que hacen a la dignidad del hombre, los llamados derechos sociales y económicos, no estaban siendo solucionados por la democracia procedimental, como dirían Norberto Bobbio y Guillermo O' Donnell.
-¿Cuál visualiza usted que es el problema principal?
-Creo que desde el 83 al 89 hay una crisis que se hace patente en los 90, con una nueva ideología como el neoliberalismo, que no es un patrimonio argentino. Es cuando se instala no una economía de mercado, sino una sociedad de mercado como la llama José Luis Romero, donde el individuo como persona deja de tener importancia. No es verdad que las políticas neoliberales impregnaron solamente el mercado, sino también a las instituciones. El caso paradigmático son los gobiernos de Carlos Menem.
-¿La crisis de representación es entonces anterior al 2001?
-El problema de la crisis de representación se corporiza en el 2001, pero la crisis ya estaba. Que la gente salga a la calle significa que esos representantes ya no la representaban. Es la manifestación de la insatisfacción de la ciudadanía. Creo que la crisis viene de los años 70 con la dictadura y su política de desindustrialización; en los 80 con la hiperinflación; y en los 90 con la reforma del Estado. Con esos procesos se pauperiza la respuesta del Estado a las demandas de la sociedad. Finalmente con De la Rúa, llega la imagen de la inacción, de alguien que paraliza las instituciones y, por sobre todo, la esperanza. Allí viene la eclosión. Pero no termina allí. Hay que sumarle a esa situación que el poder legislativo detiene la situación de licuación del poder estatal, llama a asamblea y elige a un presidente que nadie eligió.
-¿Cómo se soluciona este dilema?
-Creo que con tres movimientos. El primero, volviendo a replantear a la política como una actividad positiva, con la posibilidad de un recambio y no de un reciclaje de los políticos. El segundo pasa por rescatar el rol del Estado. La crisis se da porque el Estado permitió que se privaticen los derechos fundamentales como la salud, la seguridad y la educación. Y tercero que la democracia no se agote en lo procedimental. Hay que volver a recrear la idea de que la democracia debe ser social. Un ciudadano no solamente debe poder elegir y ser elegido, sino que además pueda, dentro de ese sistema, llevar una vida digna.
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