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 domingo, 07 de diciembre de 2003

O'Donnell: "Nuestra democracia me pone furioso"
Consideró que urge definir qué tipo de Estado reemplazará al que implantá el neoliberalismo

Guillermo O'Donnell está preocupado porque no está escuchando algo que cree es fundamental para Argentina. Insiste en criticar a los politólogos porque está demorada la discusión acerca de qué concepción de Estado reemplazará al Estado mínimo plateado largamente en la década de los 90 por la teoría neoliberal. Sindicado como uno de los teóricos más importantes del mundo cuando de la relación entre Estado y democracia se trata, visitó Rosario con motivo del VI Congreso Nacional de Ciencia Política que se realizó el mes anterior. Autor de clásicos de la ciencia política como "Modernización y autoritarismo" (1973), "El Estado burocrático" (1983), "Transiciones desde un gobierno autoritario" (1994) y "Contrapuntos" (1997), entre muchos otros, estuvo en la ciudad para presentar su nueva obra "Democracia, desarrollo humano y ciudadanía" (editora Homo Sapiens), que compiló junto a Osvaldo Iazzetta y Jorge Vargas Cullell. Recién llegado a Argentina desde Estados Unidos, donde es profesor en la Universidad Notre Dame, prendió su cigarrillo número mil, se apoyó en su bastón y pidió no hablar de la coyuntura, pero su pasión lo gana cuando se discute sobre política.

-¿Cuáles son nuestros déficit en estos momentos de cambios políticos?

-Hoy necesitamos estudios para revitalizar uno de los temas centrales de nuestra profesión, la ciencia política, que es la discusión sobre el Estado; es decir, cuál es el Estado que queremos o cuál es el que deberíamos tener. Estamos hablando de un Estado compatible con los niveles de equidad y con la expansión de la democracia. Creo que es una discusión a la que le falta demasiado, incluso, lo digo críticamente, en la ciencia política.

-¿Cómo se hace para reconstruir un Estado como el argentino que además de vapuleado está destruido físicamente?

-Lo primero que hay que preguntarse es: un Estado para qué y para quién. Por muchos años fue un Estado para que funcionen los mercados y para la gran farra que vino con eso. Y la discusión intelectual no está yendo a fondo. Insisto, si los politólogos no se ocupan de esto estamos fritos.

-Hoy hay una mayor demanda de la intervención del Estado y el gobierno nacional está apoyando con sus acciones esa necesidad. ¿Es el momento de revertir la avalancha de teoría neoliberal de los 90?

-En estos momentos hay un "des-cubrimiento" de la sociedad argentina, y no sólo de ésta sino que hay un reflujo más amplio que el argentino, de que este Estado construido por el neoliberalismo es catastrófico para las sociedades. Es excelente para algunos, pero muy malo especialmente para los menos favorecidos. Es verdad que ahora hay más demanda de Estado en Argentina y hay más predisposición por parte del gobierno a hacer el Estado, pero aún no he oído la discusión sobre qué Estado y para quién. No sé si mi planteo es prematuro, pero la discusión no la he visto.

-¿No cree usted que el desafío es doble: por un lado la discusión que usted pretende pero además la construcción de una voluntad política para articular esas nuevas ideas?

-Todos esos son procesos muy poco lineales. Aprendimos que no hay buenos vanguardistas y que estos procesos son muy dialécticos. Hoy existe el reconocimiento de una necesidad imperiosa. Eso lo tenemos. Es una condición necesaria pero no suficiente para el debate. La otra cuestión es que en la discusión académica haya intenciones políticas. Uno como intelectual tiene la inquietud de provocar, de molestar.

-Perdón por mezclar ciencia y sentimientos, ¿lo pone contento la democracia que tenemos?

-No, me pone furioso.

-¿Por qué?

-Por lo que vemos. Porque ha producido desigualdades y por la vergüenza del saqueo del país. Pero a la vez pretendo hacer una crítica democrática de la democracia porque no quiero volver al horror anterior. Siempre me recuerdo: antes de esto era la muerte. Hay que seguir peleando por esta porquería que tenemos porque la dictadura es peor.

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