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 miércoles, 03 de diciembre de 2003

El sillón candente que quemó a varias gestiones
La delincuencia y la cuestionada estructura policial arrastró a los funcionarios de Seguridad

El sillón de ministro de Seguridad en Buenos Aires es tal vez el hierro candente de la administración bonaerense que quemó a varios funcionarios que pasaron por el cargo. La delincuencia en el Gran Buenos Aires concomitantemente con una estructura policial cuestionada fueron los fusibles que dispararon a los ministros.

Hace más de siete años Eduardo Duhalde definió al fallecido Pedro Klodczyk como el "mejor jefe de policía de la historia" en la provincia. Eduardo Pettigiani, hoy juez de la Suprema Corte provincial, estaba al frente de la Seguridad.

Casos de gatillo fácil, investigaciones sobre el patrimonio del ex jefe policial, la cercanía con Juan José Ribelli, el comisario juzgado por la conexión local del atentado contra la Amia, y la participación de policías en el asesinato del periodista José Luis Cabezas, sombrearon la aureola que el gobernador había impuesto sobre el oficial.

El entonces gobernador terminó admitiendo que la gente "cuando ve un patrullero sale corriendo". Al iniciarse las críticas hacia la jefatura ya estaba en Seguridad el ex juez federal de San Isidro, Alberto Piotti. También se tuvo que ir.

Duhalde buscó un cambio, una purga. Los oficiales de entonces habían cursado en la escuela dirigida por Ramón Camps. Buscó a León Arslanián, quien impuso una reforma policial y judicial. Se puso en contra a varios policías pasados a retiro en forma compulsiva, que se convirtieron en los "sin gorra". A la guerra desde adentro le siguió la que como candidato a gobernador le infligió Carlos Ruckauf, fogonero de la mano dura. Peronista, acicateado por el postulante de su partido, Arslanián renunció.

Efímeros fueron las gestiones del ex juez de Zárate-Campana, Osvaldo Lorenzo, y quien luego fuera titular de la Secretaría de Informaciones del Estado (Side), Carlos Soria. Luego vino la represión brutal en el copamiento al Banco Nación de Ramallo, donde murieron dos inocentes.


La mano dura no frenó al delito
Ruckauf y la mano dura no impidió que el delito siguiera su curso ascendente. Aldo Rico probó la temperatura del sillón de ministro. No obstante los registros no modificables de la delincuencia, Rico se fue por declaraciones hirientes hacia los periodistas en un viaje por el interior. Ruckauf probó a un policía como ministro, Ramón Verón. También se tuvo que ir.

A Juan José Alvarez le tocó los saqueos, pero sin embargo recibió como premio pasar a ser el ministro de Seguridad de la Nación.

Felipe Solá al frente del gobierno, en plena crisis social, nombró a Luis Genoud. La masacre de Avellaneda con las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, hecho por el cual hay tres policías detenidos, terminó con la carrera del ministro.

Juan Pablo Cafiero, de la línea de Arslanián, buscó nuevos cambios y avanzó en los sumarios para investigar el patrimonio de los comisarios. Solá, de estrecha amistad con Cafiero, lo puso en un lugar de mayor reparo, Desarrollo Humano y Trabajo, y ante el asombro del kirchnerismo, Juan José Alvarez apareció en escena con el apoyo del duhaldismo.

Fueron dos meses de cuestionamientos desde la Nación hacia Alvarez, quien cobijado en un importante lote encabezado por Chiche Duhalde, y junto a Carlos Ruckauf, asumirán como diputados nacionales. Ahora es el turno de Raúl Rivara.

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