| miércoles, 26 de noviembre de 2003 | La guerra colombiana acabó para 855 "paras" En un día histórico los ahora ex combatientes paramilitares dejaron sus armas para reinsertarse en la sociedad Medellín. - La guerra para ellos terminó. Y aunque el enemigo todavía acecha, ninguno de los 855 paramilitares colombianos que entregaron ayer sus armas, en un gesto histórico y no menos valeroso, esperan retornar a ella. Su desvinculación del conflicto parecía tan lejana -y más cuando habían jurado no hacerlo hasta tanto derrotaran a la guerrilla-, que el país presenció, incrédulo, como cada de uno de estos jóvenes entre los 18 y 27 años se desprendieron de armas que por años obraron como su único seguro de vida.
Al acto de entrega, celebrado en un recinto cerrado en el propio corazón de Medellín y en presencia de autoridades y delegaciones internacionales, llegaron desde muy temprano, pasadas las tres de la madrugada (hora local). Con sus uniformes impecables y la cabeza rapada, la mayoría de ellos esperó impaciente el inicio de la ceremonia.
En uno de los costados de este recinto, un alto comandante paramilitar, sin piernas, y en sillas de ruedas permaneció siempre atento a sus movimientos. Su figura sintetizaba el horror de la guerra. Los ahora ex combatientes del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), inmersos en un plan de paz con el gobierno, debieron soportar el asedio de las cámaras y las miradas curiosas de decenas de periodistas que esta vez debieron abstenerse de hacer preguntas, incluso de acercarse, atendiendo la orden de las autoridades.
Una ceremonia de despedida A medida que se fue acercando el momento, los hombres y el puñado de mujeres en proceso de desmovilización fueron haciéndose presa de los nervios. Varios de ellos rodaban el tambor sin balas de sus revólveres o acariciaban la boquilla de sus fusiles, como si estuvieran acariciando a una amante que ya no vuelve. Las notas del himno colombiano marcaron el inicio de la ceremonia. Ubicados en hileras, los ex miembros del Bloque Cacique Nutibara escucharon las palabras del maestro de ceremonia y luego las de su comandante, Adolfo Paz, quien a través de una teleconferencia pregrabada les recordó el compromiso asumido.
"Una vez que culmine exitosamente el proceso de negociación podrá estar seguro el gobierno, la sociedad civil y la comunidad internacional que ninguno de los hombres que hoy nos desmovilizamos volveremos a tomar las armas. A partir de hoy la ciudad de Medellín y sus municipios vecinos donde tenía presencia el BCN será responsabilidad del Estado colombiano", declaró el dirigente paramilitar.
Paz pidió perdón en nombre de los 855 paramilitares, pero a la vez enfatizó que en la brutal lógica de la guerra las víctimas son necesarias. "Pedimos perdón a la sociedad civil por los sufrimientos y pérdidas que de manera involuntaria pudimos haber ocasionado. La realidad de la guerra es terrible, pero fueron los caminos que tuvimos que recorrer", sostuvo.
Después fueron los propios comandantes de las AUC, Carlos Castaño y Salvatore Mancuso, los que aparecieron en las gigante pantallas para reiterarles que el camino emprendido ya no tiene vuelta atrás. "Las AUC consideramos que se están dando las condiciones políticas y militares en Colombia para seguir avanzando en un proceso de negociación con el gobierno nacional, que resulte irreversible. Estamos convencidos que el esfuerzo que estamos haciendo y la confianza que estamos depositando en la sociedad Colombia y la comunidad internacional no serán desfavorables", indicó Mancuso en su mensaje.
Una vez sus jefes desaparecieron de las pantallas, la mayoría de los 855 paramilitares fue saliendo en fila para dejar sus armas en una larga mesa, mientras de los altavoces salía una melodiosa canción alusiva a un futuro del que todavía ellos no tienen certeza. El recorrido concluyó para todos con un fuerte abrazo. El hombre en silla de ruedas los estrujaba tiernamente como sólo lo hace un padre que ve partir a sus hijos hacia mejores tierras.
Durante tres semanas, el grupo de desmovilizados permanecerá internado en una finca de La Ceja, un municipio próximo a Medellín, adecuándose para su retorno a las barriadas de esa ciudad en su nueva condición de ex hombres de guerra. (DPA) enviar nota por e-mail | | |