Superinspectores. El arquitecto critica la falta de control municipal

Solomonoff : "La ocupación impropia del espacio público es una postal casi cotidiana"

Para el profesional, pareciera que nadie ve las diversas irregularidades que se cometen en Rosario

Carina Bazzoni / La Capital

En seis meses, cuando los inspectores de la nueva Guardia Urbana Municipal salgan a la calle no les faltará trabajo. Su métier, preservar los espacios públicos y reforzar el control municipal en la calle, será más que demandado. "En Rosario, la ocupación impropia del espacio público es casi una postal cotidiana. Y, sin embargo, pareciera que nadie lo ve", advirtió el arquitecto David Solomonoff a la par que consideró que el origen del problema está en la ausencia del poder de policía municipal más que en la falta de normas reguladoras.

Hace casi cinco años, el profesional presentó una investigación auspiciada por la comisión de estudios ambientales del Colegio de Arquitectos de Rosario. Eran unas 20 fotografías que mostraban distintos ejemplos de apropiaciones incorrectas del espacio público: un concesionario de motos que exhibía sus vehículos en la vereda, una parrilla que había techado la acera para ubicar a la sombra sus mesas o una verdulería que contaba con una jaula para proteger de noche los cajones de frutas y verduras.

Esta semana, Solomonoff volvió a recorrer los mismos lugares que había retratado en el 98 y no encontró muchos cambios. "De 20 locales en infracción, 18 están igual. Los otros dos tuvieron que cerrar porque se fundieron", aseguró.

-¿Por qué sucede esto?

-Hay varios factores. Uno es político. En las últimas gestiones municipales la calidad de vida urbana ha merecido una mirada macro orientada hacia los grandes emprendimientos, hacia las obras que quedan en la posteridad. Pero este gesto no se concilió con la mirada micro, de ordenamiento de lo existente y más centrada en la cotidianidad.

-¿Como un desprecio frente a los pequeños problemas urbanos?

-Pero no es válido decir que se ocupan de esto porque hay problemas mayores. Porque la conjunción de muchos problemas chicos son un gran problema, tanto en materia de urbanismo como en cualquier cosa. Resignarnos a la transgresión como forma de vida es poner en duda la cultura urbana misma. Las normas existentes son todavía eficientes y no es el poder político quien deba volverlas ineficaces incitando a su incumplimiento.

-Entonces, ¿definitivamente faltan controles?

-Hay que tener algo claro: el espacio público es el jardín y el patio de nuestra casa y tiene que servir al uso y disfrute de todos. Entonces el interés particular no puede pesar sobre este ámbito. Hace unos cuatro años participé como delegado por el Colegio de Arquitectos de una comisión encargada de trabajar sobre estos temas. En la primera reunión se planteó el tema de las barandas que ponen los bares para poder sacar las mesas en la vereda y, en algunos casos, obstaculizan el acceso a las rampas para discapacitados o las sendas peatonales. Un funcionario de Tránsito comentó también que algunos plantan rieles, lo cual es muy grave porque si un auto choca contra ellos, podría causar la muerte del conductor. Entonces le pregunté: "¿Y ustedes qué hacen con esto?". Y me contestó: "Bueno, qué querés que hagamos". Parece que en la gestión municipal hay como una necesidad de no confrontar que los hace demasiado permisivos. Y, como todo ámbito de convivencia, la ciudad presenta a veces conflictos de intereses imposibles de resolver satisfaciendo a todas las partes.

-Y los problemas persisten...

-Fijate calle San Luis, llena de supuestos vendedores ambulantes que no deambulan, con los comercios abiertamente extendidos en la vereda y con carteles de publicidad totalmente abusivos. No quiero hablar de una cuestión estética, que sería una deformación profesional, pero es imposible disfrutar de ese espacio. El ancho de las veredas está pensado para que el peatón pase cómodamente y ahí hay una cuestión de funcionamiento total y objetivamente obstaculizado. A esas áreas, que son de uso y disfrute común a todos los ciudadanos, las está usando y disfrutando un solo individuo. Y eso trae además problemas de seguridad porque muchas veces tenés que bajar a la calle para pasar. Otro tanto pasa en los parques los fines de semana, está bien que la gente quiera distenderse en espacios verdes pero no puede ser que coman las facturas y tomen mate al lado del auto. Los autos no son compatibles con el césped.

-Pero no hay grúas los fines de semana...

-El poder de policía municipal es muy débil, casi se reduce a los controles de velocidad por medio de radar que sólo funcionan los días hábiles con luz de día. Pero de noche y los fines de semana, cuando hay gran cantidad de accidentes, sólo hay operativos esporádicos. Otra cosa son las distintas áreas encargadas de inspección: hay agentes de tránsito, otros inspectores para infracciones en la vereda, otros más si son adentro de un local y otros para obras en construcción. Esto no es sólo de ahora, pero creo que en estos últimos años hay además toda una filosofía detrás, mientras que antes era simple inoperancia.

-¿Cómo ve a Rosario en comparación con otras ciudades?

-De uno a diez, estamos en cuatro. Acá parece que lo público no es de nadie. Hay un problema cultural; cuando lográs cambiar esta actitud y entender que lo público es de todos, la cosa es distinta. Pero a esos vicios no se puede plegar pasivamente el que tiene la responsabilidad de la conducción y el control de la ciudad. Esto no puede ser la excusa para evadir una de las responsabilidades primordiales del gobernante que es hacer cumplir las normas. Eso es urbanidad.

"Los autos no son compatibles con el césped".