| domingo, 16 de noviembre de 2003 | Tinturas naturales Pigmentos de la tierra La historia de los colorantes naturales es tan antigua como la de la humanidad. Los primeros pobladores de América precolombina ya experimentaron el misterio del color y a través de las primeras expresiones pictóricas dejaron su huella impresa en cuevas, piedras y muros.
En aquellos tiempos, el color era extraído del medio natural- plantas tintóreas y minerales- dejando su impronta cromática impresa en lugares de difícil acceso.
Con los pigmentos más elementales, los primeros habitantes contaron sus historias, creencias, temores y deseos: manos pintadas, escena de cazadores, símbolos del universo mágico religioso.
Uno de los tintes más interesantes de las culturas prehispánicas fue el rojo de la cochinilla (insecto parásito que se encuentra en la hoja del nopal). La recolección y utilización de la cochinilla por los grupos indígenas actuales se lleva a cabo en muy pocos lugares y en general según los métodos antiguos. Su cultivo ha sido intenso desde México a la Argentina, en toda la franja andina.
La cochinilla y su elaboración representarían la tintorería del mundo andino. En la zona puneña el uso más específico es el azafrán, el molle y otras, mientras que los fijadores de color (mordientes) más utilizados son la ceniza, la orina y la chicha de maíz, entre otros.
Los conquistadores españoles describieron en sus crónicas el asombro que les produjo la utilización del color que demostraba todo el esplendor de los pueblos encontrados a su paso.
La variedad y eficacia de las materias tintóreas americanas advertidas durante la conquista española, provocó grandes cambios en el arte de la pintura, imponiéndose por su calidad la grana cochinilla con sus múltiples variaciones: del rojo y el añil, fuente invalorable de las tonalidades del azul.
Los demás pueblos aborígenes que habitaban el suelo argentino también utilizaron las propiedades colorantes de su entorno.
Los tehuelches pintaban complejos dibujos en los cueros que protegían del frío de la Patagonia. Los indígenas del Chaco lograban diseños en sus bolsas de carga tiñendo las fibras vegetales utilizadas para su tejido, usando un vasto recetario vegetal tintóreo, destinado sobre todo a colorear los bolsos de malla de chahuar realizadas con aguja de madera o espinas de pescado, con frecuencia de color pardo.
Las tejedoras mapuches actualmente continúan utilizando la técnica del Ikat (teñido por atado) para realizar sus ponchos. Esta consiste en practicar ligaduras en la urdimbre y luego sumergir los hilos en el tinte, las partes ligadas quedan en blanco y al tejer se forman dibujos especiales.
Hombres y mujeres de las culturas prehispánicas utilizaban los pigmentos de la tierra para pintar y tatuar el cuerpo con fines guerreros o en rituales, produciendo el efecto de mallas ceñidas con fines protectores.
En los últimos tiempos, distintas corrientes y movimientos ecologistas coinciden en la necesidad de rescatar y promover la utilización de los pigmentos naturales y del teñido artesanal.
Técnicas mixtas Actualmente se sigue utilizando la extracción del tinte natural en diferentes regiones de nuestro país. En contraposición, contrario a la conservación de estas técnicas, hay cada vez un incremento en la utilización y sustitución de tintes naturales por anilinas químicas.
Como testimonio de esta sustitución encontramos piezas tejidas (tapices, mantas, chales, ponchos) con tonalidades brillantes, o la utilización de técnicas mixtas en distintas regiones del país, que en tiempos pasados utilizaban exclusivamente la técnica artesanal de tintura con plantas del entorno para colorear sus tejidos en telar.
Organismos internacionales como la Unesco y la OEA impulsan la valoración de estas prácticas artesanales de la extracción del color, estimulando programas de rescate de tintes naturales en comunidades aborígenes, organizando encuentros internacionales, otorgando subsidios de investigación, con el fin último de revalorizar las técnicas tradicionales.
Por su parte, los movimientos ecologistas ponen énfasis en las características no contaminantes de esta actividad tintórea en contraposición con las anilinas químicas.
Experiencias locales Desde el 2001 se viene realizando en el Taller de Recuperación de Técnicas Textiles tradicionales y contemporáneas que funciona en la Casa de la Cultura de la Universidad Nacional de Rosario, el rescate de tintes y pigmentos naturales.
Los integrantes del taller hicieron un registro artesanal y recolección de plantas tintóreas de la zona del Parque Independencia y alrededores de Rosario y se han encontrado con resultados asombrosos: del eucalipto se extrajo el amarillo; del tilo, el amarillo claro; del fruto de la magnolia, el pardo claro; de la hoja de la magnolia, el pardo; del nogal (hoja y fruto) el marrón; del palo borracho (hojas), el marrón; de las hojas del jacarandá, el amarillo; del eucalipto medicinal, verdes claros y algunos pardos.
También experimentaron con yerba mate, cáscara de cebolla (colorada, naranja, blanca), flores (rosa china, rosas rojas, bignonia rosa y blanca), frutos (ciruelo, limonero), especies como la cúrcuma y el pimentón, además de vegetales como el repollo colorado, remolacha y espinaca donde se obtuvieron colores como el azul claro, el rosa y el verde.
La experiencia continuó con diferentes especies o con las mismas, variando el color con limón, sulfatos, clavos de cobre, hierro, cenizas, ollas de distintos materiales y diversas calidad de agua (de lluvia, destilada, de pozo, con cloro) y también utilizando la cochinilla de Chile.
La maravilla y la magia del color, y la posibilidad de poder crear nuestra propia paleta con los colores de la tierra para luego aplicarlas en las telas que tejemos y los tapices que creamos, es una experiencia emocional inigualable.
Los catálogos de colores locales fueron llevados a encuentros de arte textil y de rescate de tintes naturales para mostrar que desde un centro urbano la naturaleza también ofrece su beneficio y su color.
Claudia Goldin
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