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 domingo, 16 de noviembre de 2003

Salud: El cuerpo pide agua

El agua es una sustancia única en la naturaleza. La vida se originó en su seno y es inconcebible sin ella. En el hombre juega un papel central. Tanto en la niñez como en la edad madura se modifican los requerimientos de agua y de los minerales que ella puede transportar. Se requiere consumir alrededor de 2 litros diariamente. Sin embargo, aunque a simple vista todas parecen iguales, de hecho no lo son y, por ende, los efectos sobre el cuerpo humano son también distintos.

Las necesidades se modifican a lo largo de la vida. En la infancia, el embarazo, la tercera edad (en todas las etapas de la vida) mantener una correcta hidratación es promover un mejor estado de salud.

Los niños requieren en términos relativos mucha más que los adultos y, en consecuencia, orinan mucho más.

Durante los primeros meses, la leche materna aporta toda el agua y los nutrientes necesarios para el correcto crecimiento, brindando una simultánea satisfacción a la sensación de hambre y de sed. Sin embargo, cuando se incorporan otros alimentos distintos de la leche humana, la carga renal se incrementa y los niños deben consumir una cantidad adicional para evitar la deshidratación.

Los niños requieren en términos relativos mucha más agua. Por ejemplo, si una persona de 70 kg. de peso tomara agua en forma equivalente a la de un lactante de un año de edad requeriría no menos de 10 litros y orinaría cada hora y media un volumen a lo largo del día de más de 5 litros. Las necesidades son más altas no solamente por la mayor producción urinaria, sino porque al tener una superficie corporal mayor en relación con su peso tienen una sudoración significativamente más elevada.

Cuando los niños son expuestos a ambientes más calurosos, las pérdidas de agua y sales por transpiración aumentan significativamente. Por ejemplo, a 32º C las pérdidas se duplican, alcanzando 140 ml/kg. o más.

Los niños pequeños están más expuestos a un riesgo de deshidratación. Tienen una ingesta de agua por kilogramo de peso muy elevada y por lo tanto son más susceptibles.

Paradójicamente, frente a estas mayores necesidades los mecanismos de la sed no se encuentran totalmente evolucionados siendo difícil en los primeros meses diferenciar la sed del hambre. Por estas razones es tan importante vigilar activamente la ingesta del agua de los niños.

Embarazo y lactancia

El embarazo y la lactancia determinan profundos cambios en la fisiología de la mujer con el propósito de brindar un óptimo medio ambiente para el desarrollo y crecimiento del feto.

La mayor parte de las necesidades nutricionales -incluidas las de agua y minerales- se encuentran aumentadas durante este período. De los 12 kg. de peso que una embarazada gana durante los 9 meses de la gestación, más de la mitad (6,8 kg) es agua. Cada riñón aumenta de tamaño entre 1 y 1,5 cm, los vasos se dilatan para dar cabida a un contenido mayor de orina y los uréteres se elongan y se ensanchan. A la vez, la sed aumenta promoviendo una mayor ingesta de agua y una mayor retención en el organismo diluyendo los líquidos corporales.

Este aumento del volumen corporal promueve un medio seguro en el útero para que las delicadas estructuras fetales se vean a salvo de traumas físicos. El agua mineral no sólo es importante para mantener un adecuado estado de hidratación durante el embarazo, sino también es relevante por el aporte de minerales.

En la tercera edad

Con el envejecimiento, el riesgo de deshidratación aumenta ya que disminuye la respuesta ante las señales de la sed. Esto se debe, entre otras razones, a la menor capacidad de concentración renal, a la disminución de la actividad de la renina, a las alteraciones en la motilidad (que impiden acceder fácilmente al agua) y al efecto de las medicaciones. Al volverse un hábito, la pobre ingesta líquida se ve asociada con la disminución de la performance física y mental, y al aumento del riesgo de diversas condiciones patológicas. Por estas razones, las normas alimentarias para la tercera edad recomiendan la incorporación de agua como parte de un estilo saludable acorde avanza la vida.

Actividad deportiva

Durante el ejercicio físico, el cuerpo se somete a una tensión que pone al límite varios procesos fisiológicos, entre ellos la necesidad de agua. En esas circunstancias, los mecanismos que regulan la sed suelen estar alterados y es difícil reponer las pérdidas de agua.

Aunque parezca poco, una pérdida menor del 1% del peso corporal en agua es capaz de ocasionar una franca disminución de la performance física y mental. Esto se debe a que al existir menos agua para sostener la sudoración se altera la disipación de calor y disminuye el flujo sanguíneo a los músculos. Por estas razones se recomienda siempre anticiparse a la sed y sostener una ingesta regular de agua para obtener un óptimo rendimiento durante el ejercicio.

Toda actividad física reside en la capacidad de nuestros músculos para desarrollar un trabajo ya sea en forma de fuerza, potencia o resistencia. La disponibilidad de agua, oxígeno y sustratos adecuados para satisfacer las demandas de energía son la clave para que el músculo pueda incrementar su actividad metabólica.

Las dietas ricas en carbohidratos promueven un ejercicio de mayor duración antes de alcanzar el agotamiento muscular. Esto se debe a que se almacena una mayor cantidad de glucógeno en la fibra muscular antes de la realización del ejercicio.

De la misma manera, el estado de hidratación previo al ejercicio y la capacidad del deportista para mantenerse bien hidratado condicionan su capacidad de transformar eficientemente los sustratos en energía.

El aumento del ritmo respiratorio y cardíaco para sostener las elevadas demandas metabólicas y la necesidad de disipar el calor producido como consecuencia del trabajo físico, explican porque es tan importante mantener un balance hidrosalino adecuado para el óptimo funcionamiento del organismo.

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