| sábado, 08 de noviembre de 2003 | Teatro El Círculo El domingo 2 de noviembre pasado, a las 19, fuimos al Teatro El Círculo a presenciar la ópera Aída. Con anterioridad habíamos comprado las entradas, un palco para cuatro personas en el tercer piso. Ibamos con mi hija en silla de ruedas y dos amigas. Al llegar, pasadas las 18.30, nos encontramos con que nuestro palco estaba ocupado por dos personas, dos mujeres. La acomodadora, extrañada, fue a consultar abajo en la boletería, regresó después de largos minutos, les pidió sus entradas a esas dos mujeres (que no eran del mismo color que las nuestras). Le insistí en que ese era nuestro palco, le dije que esas dos personas estaban allí ilegalmente y me respondió: ¿Y quién las saca? ¿Es posible que El Círculo no tenga personal idóneo para solucionar un problema así? ¿Tiene derecho el teatro a tratar de esta manera a sus habituales espectadores? Vimos parte de la obra gracias a la extraordinaria amabilidad de un señor que nos invitó a su palco avant-scene. Jamás terminaré de agradecer su gesto. Tampoco olvidaré jamás el tratamiento que nos brindó El Círculo esa tarde.
Olga Peralta
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