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 domingo, 26 de octubre de 2003

Brasil: Rústica y Fashion
En la paradisíaca aldea de Trancoso hay un cine al aire libre y los dólares se cambian en la panadería

Corina Canale

Nadie sabe cómo fue que Trancoso, una pequeña aldea brasileña que cinco años atrás no tenía teléfonos, fue el sitio que el verano pasado albergó a Brad Pitt, Leonardo Di Caprio y Antonio Banderas, que allí no firmaron ni un autógrafo.

Ahora, esta aldea del estado de Bahía, de calles de tierra, que no se iluminan porque está prohibido -y por las que hay que transitar con velas y linternas- tiene conexión permanente de Internet. Eso sí, para cambiar dólares hay que ir a la panadería del suizo y no hay que asombrarse si el vendedor de nafta le dice "hoy no tengo".

Lo que sí hay, tres veces por semana, son las funciones de cine de "El Pararayo", un cine al aire libre en un claro del bosque, por el que los perros deambulan con impunidad. Antes, se pueden pedir pastas o mariscos en el patio de comidas y después de la película bailar en ese espacio que se convierte en una disco.

La respuesta a tan vertiginosa transformación y al contraste entre lo rústico y lo fashion, podría estar en los muchos artistas que llegaron buscando otra vida y que sin saberlo conformaron lo más típico del lugar: el Quadrado de Trancoso.

Un lugar que no es cuadrado, sino un rectángulo de césped, que en uno de sus extremos tiene una iglesia chiquita y, atrás, el mar. El "quadrado" está rodeado de casitas que parecen de juguete, con paredes de colores intensos y techos de tejas coloradas, donde la vida recién se manifiesta a media tarde.

De a poco, como si un duende encendiera luces en una enorme escenografía y le diera vida a los personajes, aparecen los anticuarios con objetos de arte, los diseñadores con modelos exclusivos y los bahianos que enseñan a pintar en dos horas.

La novedad es la reciente inauguración de un restaurante, "Sabores del mundo", que está en el bosque aledaño, regenteado por un cheff que cocinó para la reina de Inglaterra.


Arcos de enredadera
A la misma hora, ya cerca del ocaso, también comienza la movida en la calle angosta, un pasaje cruzado por arcos cubiertos de enredaderas. En una pared hay largos bancos de madera, con mullidos almohadones color verde manzana, donde todo se sirve en bandeja y la sensación es la de estar comiendo en la cama.

Allí está el local de los fisioterapeutas, expertos en masajes chinos y japoneses que exploran las espaldas de los turistas, mientras cuentan que en lo más profundo de los palmerales están las mansiones que habitan los que no quieren que Trancoso crezca.

Un pensamiento que de alguna manera comparten los italianos Andre y Corrado, dueños de la Posada Etnia, que tiene cinco bungalows temáticos para parejas. El más grande, Marruecos, tiene alfombras Kilims originales, y el Mediterránea usa los blancos y azules y tiene una cama con baldaquinos de gasa.

Corrado, que fue asistente del diseñador de moda francés Jean Paul Gaultier, abandonó aquel esplendor por la calma de Trancoso. Pero trajo detalles exquisitos como la ropa blanca de la casa italiana Frette, entre ellas sus famosas sábanas de lino, y vajilla firmada de porcelana francesa y alemana.

Otros atractivos de Trancoso son los restaurantes gourmets, como Cacau y Maritaca, y las larguísimas playas con cocoteros donde la temperatura del agua es de 25 grados.

Las más cercanas son praia do nativo y praia dos coqueiros, y también praia do nudismo, donde un argentino es el dueño de la posada Bahía Bonita, que tiene pequeños recintos sin techo, con camas cubiertas por mosquiteros, para dormir frente al mar.

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Las imponentes playas de Trancoso.

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