| miércoles, 22 de octubre de 2003 | Córdoba no tuvo respuestas y sumó otro traspié Rodolfo Montes / La Capital Central Córdoba perdió feo en Munro, sin atenuantes ni matices. El partido tuvo 20 minutos de paridad, con los locales jugando firmes en lo defensivo y tratando de encontrar su momento en el área visitante, con el zurdo Alfonso Ayala como el más incisivo. El enganche local, Cameroni, con más oficio que movilidad, era el proveedor de pelotas. Hasta entonces, el charrúa tiraba el achique en el fondo y con eso le alcanzaba.
Pero a los 21' llegó la jugada donde el 10 de Colegiales lo dejó al zurdo número 9 con la pelota un metro dentro del área (y también del piso), con Cancelarich saliendo, tal vez tarde, o tal vez innecesariamente. ¿Qué hizo el pequeño atacante local? La tocó por arriba, sombrero al arquero, golazo. Un minuto mas tarde el pelado Ferri, que hasta entonces venía ordenando criteriosamente la circulación por la mitad de cancha, saltó a pelear una pelota de las tantas que anduvieron lejos de los arcos y también del piso, con Cameroni. El 10 cayó y acusó un golpe -¿codazo?- que los hinchas locales dieron por cierto y el árbitro también. El hombre de negro, esta vez de violeta, estaba a tres metros del incidente: sacó la roja directa para el ex Rosario Central.
Un gol abajo, un hombre menos, otro partido para Central Córdoba. A partir de ahí la declinación charrúa fue inevitable. Los caminos futbolísticos se le fueron cerrando hasta que el local encontró el modo de liquidar el asunto.
Mientras tanto, ninguna de las intenciones futbolísticas del equipo charrúa lograron trascender. Todas las ideas de juego colectivo se malograron en algún tramo de su desarrollo. Cuando quiso bajar el balón de las alturas y sacarlo de las fricciones eternas -una marca registrada en los partidos de Primera B- se quedó en el intento. Las pocas salidas claras de mitad de cancha hacia el área de Colegiales, en los pies de Brandán o Petrovelli, se convirtieron en deshilachadas corridas que se diluían y perdían sustancia de mayor a menor, cuando el arco de enfrente empezaba a quedar a tiro.
Cuando se vio obligado a apretar los dientes y ponerle el alma a la inferioridad numérica -Ferri fue expulsado a los 22 minutos del primer tiempo- logró durante algunos minutos la tenencia del balón y cierta actitud de atacar con mucha gente. Después, los regresos desesperados de los volantes rosarinos hasta su propia zona defensiva, ante cada contraataque, pasaron a ser una de los atractivos más emotivos de la tarde, en la prolija cancha en Munro.
Córdoba, cuando lograba controlar el balón, iba para adelante empujando el balón más que desplegando técnica, sumando jugadores más que asociando ideas de juego, y apenas pateando para el lado del arco, y sin suerte, toda vez que las incursiones en campo contrario quedaban en vías muertas.
A los 14' del segundo tiempo Cancelarich salió a cortar un centro y dio un rebote, justo a los pies de Martín Martínez, que sin desesperarse la colocó en el arco vacío. A los 34' Pablo Martínez se encontró con otro rebote después de un córner, en este caso de un marcador visitante, y la cruzó al segundo palo. Tres a cero, partido liquidado. Petrovelli le pegó una vez bien al arco a los 36' y marcó para salvar el honor charrúa, pero no para calmar el dolor. Ya nada cambiaría hasta el final. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Santángelo no encuentra el rumbo. | | |