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 miércoles, 22 de octubre de 2003

Pasó más de un año y las maestras siguen donando parte de sus sueldos

Ya pasaron 16 meses desde aquella nota publicada por La Capital. "Maestras donan parte de los sueldos para darles de comer a sus alumnos", fue el título del artículo que por unos días hizo famosa a la escuela especial Nº1.252 Nuestra Señora de Betarrán, ubicada en Garzón 950 (zona oeste). Hoy cada letra de ese título podría copiarse porque las docentes siguen haciendo su aporte mensual de 20 pesos promedio. Desde que se publicó la nota (19 de junio de 2002) pasaron tres ministros de Educación en la provincia -Alejandro Rébola, Daniel Germano y ahora, Julio Zapata-, pero ninguno llamó siquiera por teléfono al establecimiento para ver cuáles son las necesidades y cómo se puede ayudar. En cambio, sí tuvieron eco en muchos particulares -vecinos, personas que quisieron preservar su anonimato y empleados de empresas- que no dudan en llegarse periódicamente hasta la puerta de la escuela para donar dinero y alimento.

A pesar de todo, esta comunidad escolar celebrará hoy su 25º aniversario. Habrá una pequeña fiesta y los alumnos protagonizarán el número central en el acto, al que están invitadas todas las autoridades provinciales, del ministro para abajo. Claro que ayer, era inevitable la pregunta que se hacían maestras, porteras y directivas mientras preparaban los sándwiches para el ágape: "Al menos hoy, ¿vendrá alguien del ministerio?".

Blanca Villar, la directora de este establecimiento particular, aclara ante todo que "los problemas de Betarrán no son únicos". Ella asegura que la falta de comida, elementos didácticos y pintura para las paredes la padecen muchas escuelas de la ciudad. "Aquí hay una cuota voluntaria de 20 pesos por mes que sólo pueden pagar siete padres y no alcanza. Sabemos que tapamos parches, pero ¿qué más podemos hacer?", se pregunta.

El centenario edificio de la escuela posee cinco salones y a sus paredes las intenta mantener pintadas el profesor de educación física, quien también se encarga de arreglar las aberturas. Sus pisos son de pinotea y se desratizan anualmente gracias a un servicio que les regala una empresa.

El establecimiento cuenta también con un gran salón comedor donde se almuerza y se sirve la copa de leche, que hace las veces de aula de actividades prácticas. Posee dos baños reformados a los que desde hace un par de años les falta el revestimiento de pisos y paredes; y un patio, con más tierra que baldosas.

Y una buena. Desde hace poco tiempo el establecimiento cuenta con agua caliente en el comedor y en los baños de los chicos gracias a que unos vecinos hicieron la conexión en forma gratuita. Este confort no es menor si se tiene en cuenta que a muchos de los chicos, la maestras necesitan lavarles la cola.

Es que a este establecimiento concurren alumnos de entre 4 y 17 años con diversas patologías, algunas muy severas a los que además de enseñarles a leer y escribir, hay que ayudar con sus necesidades básicas. Hay alumnos con debilidades mentales, entre moderadas y severas, y también paralíticos y lesionados cerebrales. La mayoría de ellos viven en una villa cercana y en los barrios Ludueña, Empalme Graneros y Santa Lucía.

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