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 domingo, 19 de octubre de 2003

¿Te acordás hermano?... Harry Hayes, el patriarca
A los 86 años, el ex centrofoguar e hijo de uno de los fundadores de Central es la historia viviente del fútbol de los tiempos del ferrocarril

Miguel Pisano / La Capital

El rostro del fútbol. Ojos azules, cabello blanquísimo y esa sonrisa pícara inconfundible, que deja ver los últimos dientes, a los 86 años el ex centrofoguar e hijo de uno de los fundadores de Central, Harry Hayes, aparece como el principal referente de un país de antaño, pletórico de buenos jugadores, la bonanza del ferrocarril y una cultura del trabajo, que ahora varias generaciones de argentinos se empeñan tozudamente en recuperar.

En su encantadora casa de Alberdi hay una vieja foto de Ary -como lo llaman sus amigos- que le tomó el Colorado Vázquez, con una deliciosa dedicatoria: "Lástima que me perdí sus goles".

Ary nació el 25 de mayo del 17 en Catamarca y San Nicolás, la esquina del almacén de Fuggini, el mágico reducto donde funcionara hasta la vieja sede de Central, en las doradas épocas en las que Alberdi era un pueblo de calles de campo con eucaliptus y al que había que llegar con el tren urbano. "Esto no era medio campo, era tres cuartos", bromea Ary, sentado en su sillón e iluminado por el mejor sol de la primavera de Alberdi, que juega a las escondidas con los plátanos de ayer. "Mis abuelos eran de Liverpool y tardaron tres meses en llegar en un barco a carbón, que hacía carga y descarga en cada puerto. Papá jugaba muy bien al cricket y fue el primer argentino que jugó en Plaza Jewell. Y mi tío Jorge era inglés y fue el primer maquinista del Mitre", se ufana Ary, la auténtica historia viviente del fútbol en los tiempos del ferrocarril.

"A esta casa la construí yo cuando esto era todo campo. No había ni calles. La avenida era de tierra y tenía eucaliptus, a los plátanos los plantaron cuando pavimentaron. Mi abuela Granny no quería venir por la invasión de sapos. Y nosotros íbamos a buscar carbonilla a la usina Sorrento con una carretilla y tirábamos para poder entrar cuando llovía. Uno no se da cuenta de lo honestos que eran los vigilantes de entonces: una noche nos olvidamos la puerta de calle abierta, pasó un escuadrón y nos preguntó si pasaba algo", monologa el viejo Ary, casi sin preguntarle.

"En aquel barrio éramos todos ferroviarios y de Central. Un hijo de Fuggini era insider derecho, aunque ahora nadie se acuerda. Indaco también jugaba en Central y era tornero en Pérez, los talleres ferroviarios más grandes de América Latina. Y yo trabajaba en un cuerpo especial del ferrocarril que se llamaba out doors, donde arreglábamos los molinos y las balanzas y ajustábamos los vehículos. Trabajábamos en el ferrocarril y jugábamos en Central, pero los ingleses eran muy severos y no podíamos faltar. Y menos los lunes", recuerda Ary, como en una película del neorrealismo italiano.

"Empecé a jugar en la quinta de Central en el 32, en la época en la que De la Matta estaba en Central Córdoba. Ese años salimos campeones de la A y Córdoba salió campeón de la B, y perdimos la final en la cancha de Ñuls en tiempo suplementario, aunque ellos eran todos mayores", historia Ary en los lejanos tiempos en los que el diario, el café y el tranvía valían diez centavos, el tranvía con acoplado valía cinco, y por 20 guitas te servían una manija, como le llamaban al chopp de medio litro.

"En el 36 llegué a la primera de Central y jugué hasta el 44. Llegué a ser capitán y me decían El Inglés. Siempre me acuerdo del partido que le ganamos a Independiente en Avellaneda en el 39, con dos goles del Ruso Marcovich y uno mío. Pero sobre todo me acuerdo del gran recibimiento que nos dieron en Rosario Norte, donde cortaron la calle por la cantidad de gente y ese fervor tan centralista. Me acuerdo que ese día vinimos en el Mitre, que era más caro, cuando siempre viajábamos en el tren del Estado. Y me acuerdo como si fuera ahora que la locomotora, la Capriotti 1119, pitó desde Pellegrini hasta Rosario Norte, que estaba bloqueado. Enfrente estaba el Pelado Pola, un gran centralista, y todos nos fuimos a comer un asado a Ovidio Lagos y Brown", rebobina Ary la película de la memoria. l

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Harry posa en su casa del viejo barrio Alberdi.

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