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 domingo, 19 de octubre de 2003

Por el gas y por la coca

Pablo Díaz de Brito / La Capital

El 19 de septiembre pasado, cuando comenzó a rodar la sublevación general que voltearía a Sánchez de Lozada, Evo Morales proclamó desde Cochabamba que se había "declarado la guerra por el gas y por la coca", contra el gobierno luego depuesto con milimétrica precisión y timing envidiable. En aquel acto de lanzamiento en Cochabamba, Evo explicó: "Empezamos hoy una lucha contra Gonzalo Sánchez de Lozada, porque tiene grandes empresas en Chile, tiene familiares en Chile". Vale repetirlo: porque tiene familia y empresas en Chile. "El gas nos pertenece por derecho, recuperarlo e industrializarlo es un deber", fue una de las proclamas más repetidas durante las marchas de Cochabamba de ese día. "Gas y coca, el futuro de nuestros hijos", rezaban algunos carteles, en una muestra de envidiable candor altiplánico.

Poco antes, en un reportaje al diario El Mercurio de Chile, Evo había afirmado que la coca que sus seguidores cultivan con esmero en el Chapare no está destinada a producir cocaína sino "a fines medicinales". En cuanto a su colega y competidor explícito por la presidencia boliviana, el aymara Felipe Quispe, llegó a decir durante la semana de fuego que terminó con la huida de Sánchez de Lozada a la dorada Miami que los manifestantes caídos en las calles de El Alto y La Paz se sacrificaban como en Irak lo hacen los atacantes suicidas.

Este anecdotario debería bastar para descalificar a Evo y al mallku del Altiplano, no ya para aspirar a la presidencia de Bolivia sino para ocupar una concejalía en una aldea de 200 habitantes. Pero en el escenario afiebrado de la América latina actual es posible que el efecto de esta retahíla de disparates sea justo el contrario.

Mientras Lula y Kircher les guiñan un ojo a los protagonistas de la "revolución boliviana" pero cuidan la relación con la administración Bush y los inversionistas estadounidenses, la ingenua progresía experimenta orgasmos místicos ante la figura romántica de Evo, sucedáneo aminorado pero eficaz del sobreutilizado Che.

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