| domingo, 12 de octubre de 2003 | El acordeonista y compositor presenta "Cherógape" en la sala Lavardén Raúl Barboza: "Con este disco salí a acompañar a la gente" El músico, que vive en Francia, contó que grabó el álbum durante el difícil diciembre de 2001 U.G. Mauro / La Capital "Cherógape" es el título del nuevo compacto y del espectáculo que hoy, a las 21, ofrecerá, en la sala Lavardén, Sarmiento y Mendoza, el acordeonista y compositor Raúl Barboza, acompañado por los músicos Amadeo Monges (arpa); Horacio Castillo, (guitarra), Cacho Bernal (percusión) y un contrabajista cuyo nombre no se confirmó aún.
Contra todo lo que se supone, Barboza es porteño, pero de neta ascendencia guaraní y transitó un camino por el que desde su infancia trató con los más altos exponentes de los ritmos del Litoral como Damasio Esquivel, Ernesto Montiel, Isaco Abitbol y otros, y en su larga carrera antes de radicarse en París fue músico de, entre otros, los Hermanos Cena para luego construirse una importante trayectoria como solista, de la que se siempre recuerda su más popular creación, "El tren expreso".
De buen humor y con su voz grave pausada, inició el diálogo con Escenario sin olvidar introducir en la charla giros y modismos criollos: "Hace pocos días que volví de París, donde resido, y acá estoy, «firme como pata e' catre», como dicen los paisanos, en el medio de los encuentros y los ajetreos con la prensa, las grabadoras y todas esas cosas que hacen deseable el momento de irse para poder disfrutar pensando en el momento de volver", indicó el acordeonista.
-Si los medios y las grabadoras lo hubieran "ajetreado" un poco más en 1987, seguramente no se hubiera ido a vivir a Francia ¿no?
-(Risas) No sé si el hecho de viajar no es una obra del destino, pero el amor a la tierra es muy fuerte, tanto como para que cuando uno emprende un vuelo ya esté pensando en volver, aunque en el otro lado al que va también haya muy buena gente. Ya en noviembre estoy comprometido para irme a París nuevamente para actuar sólo en un teatro y después iniciar una gira con el trío de acordeones que tenemos allá. Vamos a andar por países de Africa como Etiopía y posiblemente nos estiremos a algún lugar de Asia. Tocar juntos un francés, un malgache y un guaraní argentino, que soy yo. Con Olga, mi señora, hemos estado pensando incluso en venir al país con este trío en el que el malgache es apenas un poco más oscurito que yo (risa).
-¿Qué es "Cherógape"?
-En guaraní, "che" es "mi" -por eso en el Litoral suele oírse decir "che señora" o "che, señor", que algunos que no conocen ese che guaraní consideran una forma de hablar equivocada-. "Róga" equivale a casa, y la terminación "pe" sería nuestra preposición castellana "en"; por lo tanto "cherógape" quiere decir "en mi casa". Se trata de un tema que ya grabé para otros discos míos que hice en Europa y que se distribuyeron incluso en el Japón. Creo que así queda, de paso, explicado el sentido del título de este disco que, en estos días creo que sale a la venta en todo el país, aunque bien no sé, porque del tema de la distribución no entiendo mucho.
-¿Cuándo se grabó?
-Fue grabado en vivo en el 2001 durante un recital en La Trastienda en Capital Federal. Ese día me acompañaron León Gieco, que canta "Carito"; el Changuito Spasiuk, y un improvisador increíble que es Lito (Vitale). Esos días del show fueron muy especiales para nosotros; el país estaba lleno de presidentes que entraban y salían, y eso está implícito de cierto modo en el disco. Para no ser menos, también nosotros salimos por esos días a acompañar a la gente entre medio de los gases lacrimógenos...
-¿Cuánto hacía que no grababa en el país algo totalmente suyo?
-Algo exclusivamente mío no se grababa en el país desde hace 20 años, aunque hace un par de años lo hice junto a Juanjo (Domínguez). Se trata de algunas obras mías, pero también incluimos un tema tocado por Amadeo Monges, "Carreta güí" ("Debajo de la carreta"), que es una polca paraguaya, y algunos clásicos que pedía la audiencia del recital.
-¿Cómo cree que lo perciben los demás músicos litoraleños?
-Hoy no lo sé muy bien, pero de aquellos años en los que andaba recorriendo el país recuerdo que los chamameceros decían: "El Raulito toca bien, pero su música no es del chamamé", mientras algunos que no eran músicos pensaban que yo era "un buen músico jovencito, que toca bien; pero lástima que hace chamamé" (risas).
-Por su condición de nacido en Buenos Aires, ¿hay alguna influencia tanguera en sus creaciones?
-Yo nací en La Boca, pero mis padres eran ambos guaraní-parlantes. El era de Curuzú Cuatiá y mi madre una santafesina por accidente que también vivió en Curuzú. Ellos llegaron a Buenos Aires, como la mayoría de los migrantes del interior, en la década del 30, y no volvieron nunca más a sus pagos. Mi padre también era músico chamamecero. En la piecita donde vivíamos nos visitaban Samuel Aguayo, Damasio Esquivel... Ya desde el vientre de mi madre venía escuchando los chamamés que tocaba y cantaban mis padres. Por otra parte, vivía rodeado de italianos que escuchaban tango en la radio. Soy admirador incondicional de Gardel. Creo que su voz no era para cantar solamente; además era un instrumento musical capaz de sonar con todos los colores y matices posibles. Se puede decir que yo me alimenté con chamamé y tango, y uno a veces transpira el olor de aquello con lo que se alimentó. Pero hay un problema y es que hoy veo que se sigue escuchando el tango de 1930... Quizás, el hombre de Buenos Aires es reacio a los cambios. Es algo muy raro porque, por ejemplo, a los artistas africanos que llegan a Europa no se les ocurre cantar sólo lo de 30 ó 40 años atrás como suelen hacer los tangueros que llegan allá: hasta cantan rap.
-¿Se puede inventar un ritmo nuevo y considerarlo folclore?
-Eso me recuerda al "gualambao" de Ramón Ayala. Habrá que preguntarse qué cosas se han creado sin la imaginación o un sueño y se verá que nada se hace sin ellos, aun en el folclore. Por otra parte, hay quienes no quieren cambiar, pero por ejemplo don Ernesto Montiel revolucionó el chamamé con su Cuarteto Santa Ana, cuando en él tocaba Isaco Abitbol y lo siguió revolucionando cuando los sucesivos acordeonistas y bandoneonistas que fue incorporando le aportaron su color personal. Cada uno hizo lo suyo y nunca nadie se vio obligado por Montiel a seguir el estilo de Abitbol con el que se había consagrado. Lo que Montiel modificaba eran los colores de su propuesta, pero nunca el patrón musical. Ellos ensayaban hasta ocho y diez horas por semana y lo hacían hasta para ir a tocar a los bailes más humildes. "Los paisanos necesitan de mí lo mejor", solía decir Don Ernesto y tenía razón; uno no tiene ningún derecho a suspender un recital porque solamente hay dos personas en la sala. Esa gente se desplazó para ver al artista y éste debe ofrecer lo mejor, para mil o para dos. Que no haya gente es circunstancial. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Barboza dice que se "alimentó" de chamamé y tango. | | |