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 domingo, 12 de octubre de 2003

En una década, del esplendor al ocaso
Las cajas llegaron a concentrar el 13 % del ahorro. En la dictadura las obligarona transformarse en bancos

Una necesidad económica. En éstos términos definió León Schujman la razón por la cual las cajas de crédito en la década del sesenta tuvieron un crecimiento vertiginoso. "Las poblaciones del interior dejaron de operar con cheques pero hacían que que sus socios emitieran a través de las cajas órdenes de pago que permitían movilizar sus ahorros", dijo el ex secretario general del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC).

Con la creación de este organismo y la instalación de las cámaras compensadoras el movimiento de valores adquirió un volumen "extraordinario", dijo Schujman, al punto tal que las cajas llegaron a posicionarse como un segundo banco, por su volumen de operaciones, detrás del Nación.

La actividad, que caracterizó la forma de operar en pequeños pueblos y localidades y marcó el rasgo distintivo del sistema financiero promediando el siglo pasado, fue perdiendo presencia por decisiones políticas que privilegiaron el modelo económico neoliberal.

De hecho en 1966 las cajas de crédito sufren serias restricciones en su operatoria. Por entonces el BCRA dispuso que las cajas de crédito "tendrán que circunscribir su actividad a las características propias de los intermediarios no monetarios, es decir no creadores de moneda como lo son el Instituto Central y los bancos y siguiendo con esa idea, las cuentas de imposiciones (depósitos) que aquellas mantuvieran sólo podrán ser utilizadas por sus titulares en forma personal, instrumentando las extracciones por medio de recibos", tal cual lo expresan las publicaciones de la época.

En buen romance, les restringían la posiblidad de transmitir las órdnes de pago (o letras de cambio) y las obligaban a depositarlas en los bancos. También se les impedía la posibilidad de mantener las cámaras compensadoras regionales.

Un documento firmado por los directivos del IMFC en 1969 expresaba que la decisión del BCRA respondía a otro proyecto de país. "A éstas limitaciones siguiern la ley de locaciones urbanas, la ley de arrendamientos rurales, las modificaciones en el egimen de protección a la industria nacional, las leyes de supermercados, la ley de medicamentos además, el incremento de la presión tributaria, la disminución del mercado interno, el paso del control de empresas nacionales a manos de capitales del exterior, las exigencias de las cajas de previsión utilizando para ello a las entidades financieras, configurando un cuadro de medidas que tienden a la liquidación de la clase media argentina".

La oposición al accionar de las cajas tuvo un matiz económico y otro político. En los diarios de mitad de la década del 60, la Asociación de Bancos de la Argentina manifestaba el rechazo a aceptar como valores al cobro las órdenes de pago de las cooperativas, y tampoco quería negociar las libradas por ellas sobre otras plazas. De ese modo, se coartaba la forma básica de accionar de las cajas.

Pero además, desde los foros bancarios se atacaba al IMFC y a las cooperativas por la "interferencia de elementos extremistas en sus organismos", según rezaban las noticias de la época.


De la mano de inmigrantes
En la Argentina el cooperativismo de crédito despuntó de la mano de los inmigrantes, quienes trajeron de Europa sus tradiciones mutualistas. Respaldados por la primera ley de cooperativas , la 11.388, las cajas de crédito obtuvieron un desarrollo que las llevó a constituir en 1950 la Federación Argentina de Cooperativas de Crédito y en 1958 el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

Con la llegada al poder de la última dictadura militar, el destino de las cajas de crédito y del sistema cooperativo en general sufrió un duro golpe. De hecho, en 1977 y bajo la firma de José Martínez de Hoz como ministro de Economía, se promulga el nuevo régimen legal de entidades financieras.

A partir de ese momento las cajas no pueden captar depósitos a la vista, aunque se les permite transformarse en bancos comerciales cooperativos. Sin embargo, nada vino de regalo. "Primero se intervino el IMFC", recuerda Schujman bajo la acusación de una defraudación de 50 millones de dólares, de la cual resultó sobreseído a los 20 días, pero que dejó "un daño terrible".

Para propiciar la continuidad bajo la forma cooperativa desde el sector encararon una dura y masiva campaña pública que, entre otras cosas, contó con una solicitada de ocho páginas en el diario "Clarín" firmada por empresarios, industriales y asociados a las cajas. El gobierno de Videla decidió entonces dejarlos trabajar bajo la figura de bancos cooperativos.

En este aspecto Schujman dispara una crítica hacia el proceso que devino tras esta medida. "A mi juicio hubo una decisión equivocada de la conducción de IMFC. Ellos sostenían que por el principio democrático cada caja decidiera según los deseos de la gente que la integraba y así dejó librada la posibilidad de que la formación de bancos no se hiciera en forma conjunta, sino que cada uno se casara con quien quisiera", recuerda. "Así se facilitó el objetivo del gobierno", agregó Schujman, que no era ni más ni menos que desmantelar el movimiento cooperativo.

La historia es más reciente y quizás todavía esté fresca en la piel de muchos ahorristas de bancos cooperativos, los cuales fueron cayendo durante las decadas del 80 y el 90, con las sucesivas crisis financieras que concentraron el sistema bancario.

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La cooperativa Tiro Suizo y Las Delicias en los 70

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