| domingo, 12 de octubre de 2003 | Crimen y política Historia de un asesinato que nadie quiso investigar Constantino Razzetti será declarado ciudadano ilustre de Rosario. Un reconocimiento que llega después de 30 años de olvido e impunidad Osvaldo Aguirre / La Capital Dicen que era un hombre morocho, más bien joven, alto y delgado. Vestía un gabán oscuro y a esa hora de la noche, en la cuadra apenas iluminada, pasaba desapercibido. Esperó pacientemente hasta que se detuvo el Valiant que conducía Constantino Razzetti. Dejó pasar al hijo del hombre que esperaba y luego a la mujer. Entonces salió de la sombra y disparó por la espalda. Y cuando la víctima se desplomó bajo el auto, herida de muerte, le hizo otros tres disparos.
Constantino Razzetti murió en el acto. Sus familiares lo llevaron a la Asistencia Pública Central, pero llegó sin vida. Esa madrugada del 14 de octubre de 1973, en Rosario, el crimen se asociaba con la política.
A los 58 años, Razzetti acababa de ser nombrado vicepresidente del Banco Municipal de Rosario y era uno de los dirigentes más respetados del peronismo, con especial predicamento en la juventud. El asesinato no fue reivindicado por ninguna organización, pero se supo que el nombre de Razzetti figuraba en una lista de condenados a muerte, en una metodología que tenía el sello de la Alianza Anticomunista Argentina. La Triple A, como se la conoció, no firmó sus atentados hasta después de la muerte de Juan Domingo Perón.
La última cena Juan Domingo Perón acababa de asumir la presidencia de la Nación. Con ese motivo el sábado 13 de octubre las unidades básicas 12 Alberdi y Coronel Cogorno organizaron la "Cena del triunfo". Luis Scarazzini, secretario de finanzas de la unidad básica 12 Alberdi, le pidió a Razzetti que hablara en el acto.
La cena tuvo lugar en el club Sarratea, de Anchoris y Aráoz, en barrio Casiano Casas. Unas 150 personas se reunieron en un clima de fiesta y esperanza. Razzetti llegó a las 22, con su esposa, Nélida Gitrón, y uno de sus hijos, Luis. Los tres se sentaron en la cabecera de la mesa.
Una hora después, a los postres, comenzaron los discursos. Scarazzini fue el primero en hablar. Luego le siguió Razzetti, "señalando el lapso de los dieciocho años (de proscripción del peronismo), marcó el proceso de hombres como San Martín y Rosas y en especial exaltó a la Juventud Peronista", según recordó el secretario de finanzas de la unidad básica de Alberdi.
Scarazzini aseguró que Razzetti pronunció el discurso más aplaudido de la noche. Sin embargo, cerca de la cabecera de la mesa, un grupo de comensales permaneció de brazos cruzados. Tal vez les cayó mal la alusión del orador a "los traidores y burócratas sindicales" (ver aparte), pero no manifestaron ninguna opinión. No obstante, el vicepresidente del Banco Municipal captó la tensión en el ambiente. Al retornar a su asiento, se inclinó sobre su esposa.
—¿Para qué me invitaron? —preguntó.
"En la reunión él no estaba a gusto, al observar presencia de personas de distintas posiciones políticas dentro del movimiento peronista", dijo luego Gitrón.
A continuación habló Anita Fared, quien se presentaba como "asesora gremial de la rama femenina del Movimiento Peronista en todo el ámbito provincial" y que quedaría envuelta en una controversia con la familia Razzetti. A pedido del público, el diputado provincial Juan Lucero, conocido por impulsar la investigación de la desaparición de Angel Tacuarita Brandazza, cerró la lista de oradores.
La única discusión se produjo entonces, cuando Lucero sostuvo que no se debía pagar sueldos a los diputados. Una mujer "entre otras cosas le dijo «qué hace usted con el sueldo que percibe», originándose así un pequeño incidente entre dos o tres personas", dijo Scarazzini.
Minutos antes de la 1 del domingo, los comensales comenzaron a retirarse. Los Razzetti volvieron con dos invitados: Anita Fared y su esposo, Amado Mansilla. Hay dos versiones sobre cómo se gestó ese viaje.
Nélida Gitrón y Luis Fernando Razzetti dijeron que Fared les pidió que la acercaran con su esposo hasta el centro. Ante la respuesta afirmativa de Constantino Razzetti, "volvieron hacia el interior del local, motivo por el cual se los tuvo que esperar por un lapso de diez minutos". La familia de la víctima cree que esa demora fue intencional y tuvo alguna relación con lo que ocurriría después, aunque esa sospecha no fue comprobada.
Amado Mansilla dijo en cambio que "Razzetti estaba en la puerta del club, ya dentro de su automóvil, y me preguntó en qué me iría (...) diciéndome que en su coche había lugar para dos más". Fared repitió este relato.
Lo cierto es que los Razzetti llevaron a los Mansilla hasta San Lorenzo y Corrientes, y luego siguieron hasta su casa de San Lorenzo 2674.
Razzetti estacionó del lado de los números impares. Luis bajó con la llave de la casa y Nélida Gitrón fue a abrir el garaje. En ese momento, según declaró más tarde, escuchó "voces que hablaban con su marido". Eran "voces fuertes, enérgicas", agregó, en un diálogo crispado.
—¿Qué hacés aquí? —preguntó Constantino Razzetti.
Había reconocido a alguien, pero la respuesta fue un balazo por la espalda. "Al darme vuelta para ver quiénes eran los que se encontraban hablando con mi marido sentí disparos de armas de fuego y vi a mi marido caído en el pavimento, con la cabeza debajo del auto. Todavía le seguían disparando", dijo Gitrón.
La iluminación de la cuadra era deficiente. Los policías que luego recorrieron el lugar anotaron que "existe a mitad de cuadra alumbrado de lámpara común pero debido a que los árboles son frondosos la visibilidad no es buena". Pero la esposa de Razzetti pudo observar al asesino y dar su descripción.
El criminal se volvió hacia Nélida Gitrón y le hizo varios disparos, "que no lograron herirme por haberme tirado de inmediato al suelo". Luego cruzó la calle y corrió hacia Callao, "uniéndose a esta fuga otro sujeto que apareció en la escena".
El vespertino Crónica, que salía entonces en Rosario, consignó una versión según la cual los agresores habían seguido a Razzetti con otro coche. Y agregó un dato: "habrían ascendido a un Torino para darse a la fuga".
El auto El martillero Miguel Vicente Ferrero leyó la noticia y decidió presentarse a declarar. La causa por la muerte de Razzetti estaba a cargo del juez Raúl Iturraspe; él tenía un pedazo de la historia que permanecía oculta.
El sábado 13 a las 20.30 Ferrero llegaba con su Torino cupé a su casa, en Oroño y Rivadavia. Tres hombres armados, de entre 18 y 22 años, de estatura mediana y vestidos con ropa sport, lo redujeron y obligaron a llevarlos a un paseo.
En el camino le sacaron algunos objetos de valor. Los desconocidos se mostraron extraordinariamente locuaces. "Se identificaban como pertenecientes al Ejército Revolucionario del Pueblo —declaró Ferrero—. Me dijieron que iban a utilizar el coche para sacar a dos compañeros que estaban presos cerca de la ciudad de Córdoba y a otro cerca de la Capital, y que una vez todos libres iban a boletear a un sujeto y también al Presidente porque no había cumplido con lo que le había prometido a ellos". El martillero fue obligado a bajar del vehículo cerca de Arijón y Circunvalación.
Y desde entonces no hubo noticias del auto. Hasta que apareció en la escena del asesinato de Razzetti.
La víctima Nacido en la provincia de Córdoba el 1º de junio de 1915, Razzetti tenía títulos de farmacéutico y bioquímico, después de estudiar en la Universidad Nacional del Litoral. Adhirió al peronismo desde su origen; después del golpe militar de 1955 permaneció detenido durante cuatro meses y fue dejado cesante en la universidad.
La intensa actividad de Constantino Razzetti se proyectó más allá de la política. Estuvo entre los fundadores de entidades tan diferentes como San Cristóbal Seguros, el Instituto Antirrábico y la escuela Luis Braille. Con el transcurso del tiempo se erigió en uno de los principales referentes del peronismo de Rosario. En 1969 se entrevistó con Perón en España y cuatro años después fue mencionado como candidato a la intendencia de Rosario.
Esa posibilidad no se concretó. Mientras era reincorporado como profesor emérito de la Facultad de Ciencias Médicas, el 1º de junio de 1973 Razzetti fue designado vicepresidente del Banco Municipal. No pudo disfrutar el nombramiento porque ese mismo día su mujer fue despedida del servicio médico de la Unión Obrera de la Construcción, donde trabajaba como odontóloga, tras diez años de trabajo.
Gitrón atribuyó el despido a una represalia de los dirigentes de la Uocra por haber participado junto a su esposo en un locro organizado por militantes de una línea opositora.
Las sospechas La investigación del juez Iturraspe insumió apenas 138 folios. "Es una causa extremadamente deficiente. El ex ministro (de Gobierno, Esteban) Borgonovo dijo que era una investigación que no se hizo", dice Carlos Razzetti, quien se propone lograr la reapertura del expediente.
"Varias veces hablé con Iturraspe en los pasillos de Tribunales. Me dijo que la causa era un fierro caliente y que por un sueldo él no se jugaba. Con ese juez timorato y un fiscal que no actuó no se podía hacer nada. El gobernador Sylvestre Begnis y el ministro de gobierno Roberto Rosúa se comprometieron delante del ataúd a que la causa iba a ser investigada, pero no se logró nada", agrega el hijo del dirigente asesinado.
"Tengo una teoría que por ahora no puedo corroborar, porque nunca hubo verdadera investigación —sigue Razzetti—. Parece que la justicia no se daba cuenta de que mi papá era vicepresidente del Banco Municipal. Ahí había descubierto anormalidades".
En agosto de 1973, Razzetti detectó maniobras dolosas en el sector de créditos pignoraticios del Banco, que controlaba el dinero obtenido por las prendas del banco de empeños de la entidad. Y el 11 de octubre, tres días antes de su muerte, se habría opuesto a un pedido de descubierto del Departamento Ejecutivo Municipal.
La investigación de Iturraspe intentó avanzar en la hipótesis de una intriga interna del peronismo. "Es de conocimiento público que en cierta oportunidad (Constantino Razzetti) fue provocado por parte de (Antonio) Pizarro y Bonino en lo que respecta a la línea política", declaró Carlos Razzetti ante el juez Iturraspe.
El nombre de Pizarro quedó inscripto en varios pasajes del expediente. La historia de su relación con Razzetti arrancaba en 1969, en ocasión de un grupo de dirigentes peronistas a Europa.
Constantino Razzetti había prestado dinero a Pizarro para el viaje. De regreso hubo problemas. "Pizarro pretendía que el partido le abonara ochenta mil pesos nacionales, oponiéndose mi esposo a tal pretensión. Aparte mi esposo le pidió que le devolviera el dinero que le había prestado. Pizarro se enojó. Tengo conocimiento, en forma indirecta, que habría amenazado con matar a mi esposo", declaró Nélida Gitrón.
Pizarro se ajustaba con otra pieza del rompecabezas: Anita Fared lo conocía y valoraba como un "militante activo del Movimiento Peronista". Al declarar ante el juez, dijo que las sospechas eran simples difamaciones y que "nada tenía que ver" con los hechos.
Acusados El 9 de noviembre, el Ejército Revolucionario del Pueblo anunció la detención de Pedro Saucedo, a quien denunciaba como "reconocido matón a sueldo de la burocracia de la carne". A partir de entonces el grupo guerrillero dijo que iba a investigar el asesinato de Razzetti y divulgó una serie de comunicados, en los que identificó como responsables a tres miembros del Sindicato de la Carne: "Garcilazo, delegado de Etiquetada; Aguilera, alias El Zorro; José Echeverría, alias Piquito de oro, sindicado como el autor de los disparos".
El 29 de noviembre de 1973, el juez Iturraspe pidió a la comisaría 25ª que ubicara el paradero de los acusados por el ERP. La policía cumplió con el pedido e informó sobre sus domicilios. Pero Iturraspe nunca los citó a declarar.
Por ese entonces, el Torino robado al martillero Ferrero fue encontrado en Santa Fe. Juan Domingo Frutos y Miguel Minicucci quedaron detenidos y acusados por el robo. El primero fue señalado por el juzgado como responsable del asesinato; pero la viuda de Razzetti no lo reconoció como aquel hombre morocho, alto y delgado, que había matado a un hombre por la espalda.
Las actuaciones fueron archivadas por orden del 3 de septiembre de 1975. La causa debía proseguir respecto a Frutos y Minicucci "según su estado": una frase hueca, ya que el 5 de mayo de 1981 se ordenó el cese de "toda orden de captura o pedido de colaboración".
"Mi esposo nunca recibió anónimos ni amenazas escritas o verbales, pero me confió que tenía temores de un atentado en la casa o a nuestra familia —declaró Nélida Gitrón—, indicándome que estaba marcado por bregar en la línea de la Juventud Peronista pero que iba a seguir adelante hasta las últimas consecuencias". Una convicción que a Constantino Razzetti le costó la vida. El título de ciudadano ilustre que se le otorgará el próximo miércoles quizá sirva para recordarlo.
enviar nota por e-mail | | Fotos | | Razzetti, símbolo de la resistencia peronista. | | |