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 sábado, 04 de octubre de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-Días pasados me crucé con toda una institución del periodismo rosarino que le puso su sello a varios diarios, revistas y canales de televisión. No voy a endulzarle el oído, para que algunos no piensen maliciosamente que en estas charlas hacemos campaña a favor de ciertos personajes de la prensa rosarina, pero aquellos que conocen los medios, muchos lectores, coincidirán en que decir El Negro King es decir una institución. Este buen muchacho y mejor periodista al verme, y desde lejos, mucho antes de que llegara a su lado exclamó: ¡Allí viene el predicador! El Satán que hay en mí (porque todos llevamos un demonio con el que cotidianamente luchamos) primero se sonrió traviesamente, inmediatamente después quedó un poco perplejo, luego se sintió de alguna manera algo tonto y después se fue pensando.

-Claro... King le estampó en su frente el sello de la impronta que a veces usted le da a estas charlas. Un toque espiritual. Pero ahora dígame por qué se sintió un poco estúpido y qué se fue pensando.

-Aclaro que no me hizo sentir así el Negro con su recibimiento, ni con sus palabras, sino que una fulgurante y rauda ráfaga de duda lanzada por mi "otro yo" envolvió a mi persona haciéndola sentir así. Me pregunté: ¿Este enfoque mío dado a ciertas charlas está desencajado de la realidad? Y mejor aún: ¿A este enfoque lo compran quienes pertenecen a esta realidad? Confieso que en un primer momento me sentí como un vendedor de ilusiones, pero como eso de "predicador" me lo prendió King como un broche comencé a reflexionar.

-¡Le cuesta poco! Pero cuente qué pensó a partir del empujón.

-Pensé en que hay mucha gente angustiada, sola, deprimida, pasando por malos momentos económicos y materiales; pensé que hay seres con crisis sentimentales, espirituales; que hay tanta violencia moral y física en el mundo y que cotidianamente asistimos a tantas malas noticias, que no estaba de más recordarle a la gente que hay también otra información, otra noticia buena: un mundo mejor es posible, el amor no es una ilusión, las buenas personas y Dios existen y concluí en que está bien informar de esa otra realidad que a menudo no se ve.

-¿Qué más pensó?

-Pensé que el periodismo en el mundo tiene un rol determinante y que especialmente los diarios en un futuro no muy lejano tendrán que comenzar no sólo a informar, sino a formar intelectos y espíritus. Ya lo hacen, es cierto, fundamentalmente a través de notas de opinión, pero creo que esta formación deberá consolidarse en cada noticia al menos en las más trascendentes. Y pensé también que esto sobrevendrá no sólo por un capricho, por modas editoriales o porque los diarios no podrán conformarse con ser furgones de cola de la radio y la televisión, sino porque los lectores lo demandarán. Y los lectores, que siempre son más sabios que quienes rigen sociedades porque tienen la experiencia de la calle cotidiana, pedirán que alguien les diga, les informe, si además de la realidad que viven hay otra a la que es posible llegar. Esto es, será, formación, preparar al hombre para andar otro camino.

-¿Y hay otra realidad sobre la que es posible informar, realidad a la que se llega, Candi, no obstante tantas cosas desafortunadas?

-No soy un sabio, carezco de amplia cultura y hasta de cultura, si lo examina, pero siempre advertí en el mensaje de todos los genios que en la vida del hombre lo determinante es el amor. El novelista más politizado, aquel más radicalizado cuyo eje de su historia es una cuestión ideológica sucumbe en cierto modo y da paso en su trama a una historia de amor. Mire, yo no tengo una amplia experiencia de vida como la de algunos amigos que conozco que han soportado en el límite y a punto de caer en el abismo, pero sé lo que es sufrir, sufrir bastante, lo que es estar frente a frente con la muerte, sé que se siente en el infierno del error, sé también lo que es sentarse a la mesa de un magnate y de un gobernador y compartir el pan con el más pobre de los pobres. Sé de mate cocido con pan remojado para que se extasiara la pequeña panza y sé de un buen Chivas con canapés, pero al cabo de mi existencia he comprendido que todo eso carece de significado si uno no encuentra la paz en el amor y en eso que usted puede llamarle como quiera y que yo llamo Dios. Creo, Inocencio, que hay que informar al hombre que además de la existencia de todos los males conocidos hay también sentimientos sublimes, decisivos para cambiar esta sociedad en la que no es fácil vivir. Desde este púlpito y para mi amigo King: Shalom.



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