| sábado, 04 de octubre de 2003 | ¿La justicia es una utopía? Hace cuatro años mi familia y yo decidimos radicarnos en Godoy, un pueblo de 1.500 habitantes, distante a unos 80 kilómetros de Rosario. "Un pueblo sin ley", nos decían los vecinos, y no comprendíamos por qué. Con el tiempo lo entendimos. Después de dos años de vivir aquí nos llegó el fantasma de la desocupación y el hambre. No teniendo dónde vivir ocupamos, en todo sentido de la palabra, una casa que aparentemente no tiene dueño legal, y unos terrenos que nos prestó de palabra la comuna local, en donde empezamos una huerta orgánica. En julio de 2002 comenzamos a cobrar un Plan Jefes y Jefas de Hogar, y la comuna nos instaló el agua tan necesaria para lo que habíamos emprendido, y que tantas veces habíamos solicitado. Dejamos en claro que la conexión del agua se realizó directamente de la red, y nunca se nos cobró un peso por dicho uso. También deseo aclarar que toda la semilla utilizada para sembrar 3.000 metros cuadrados fue adquirida por nuestra cuenta. El 7 de septiembre, mi esposo y yo, ya que mi hijo todavía no vota, decidimos apoyar a una de las listas opositoras al oficialismo por considerar que su propuesta de gobierno era la mejor para nuestro pueblo. Lo hicimos de frente, dando la cara y esperando el resultado de las elecciones en las oficinas de la lista mencionada. El castigo no tardó en llegar. El día 10 de septiembre nos cortaron el agua, acompañando esta acción con insultos y agravios. Pero ocurrió lo inesperado, el pueblo de Godoy nos apoyó (amas de casa, colonos, empleados, docentes, comerciantes, profesionales e instituciones), nos alentaron a seguir luchando por lo que habíamos hecho con tanto esfuerzo. Para todas esas personas nuestro eterno agradecimiento. Después de muchos dimes y diretes: "Que fue un error", "que había que cambiar una brida", etcétera, volvimos a tener el agua tan preciada para nuestra huerta y el orgullo de poder decir que aunque muchas veces pasamos hambre no bajamos los brazos. Lo que hoy tenemos es gracias a nuestro esfuerzo. Quiero terminar esta nota recordando las palabras del gran maestro Sarmiento: "Las ideas no se matan".
Eliana B. Herzog
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