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 lunes, 29 de septiembre de 2003

Un merecido y prolongado aplauso

Porque la vida se teje con filamentos de ideas y acciones "cuerdas", amanezco pensando en el mundo de mi nieto Matías que hoy cumple 4 años y la resonancia acústica de un acto emblemático al que asistí el miércoles pasado, en Rosario. El doctor Eugenio Zaffaroni fue nombrado, a instancias del doctor Daniel Erbetta, doctor Honoris Causa de nuestra Universidad, en un escenario al que asistieron todos los niveles representativos de los seres que comparten objetiva y subjetivamente la manera de convivir en estado de igualdad, justicia y fraternidad. Pensé en mis nietos cuando compartí de pie el larguísimo aplauso, de admiración y desagravio a un hombre extraordinario, que por supuesto no "conviene" a los que explotan y esclavizan en distintas patologías al ser humano. En una carta que le envié por distintos medios le recordaba que hasta Voltaire era atacado de tal modo que citando textualmente a Goethe "necesitaba de toda su actividad y preponderancia para no ser arrastrado en la corriente del general desprecio... " ( en "Memorias" del joven escritor). Asistí con un compañero de lucha, el doctor Jorge Zaldarriaga, juez de Menores de la Primera Nominación con quien desde hace tres décadas militamos estas cuestiones del reclamo de justicia y la necesidad de profundizar el análisis causal para los menores que transgreden lo legítimo y legal. En 1979 nos publicaron para Unicef una investigación en la que demostramos que el contexto y las contingencias son causas más fuertes que el actor-niño, cuando responde en forma agresiva a su medio. Recibimos múltiples adhesiones y felicitaciones, pero todavía no se tiene en cuenta este enfoque, en el momento de juzgar a los menores. Necesitamos una Justicia más "biológica", aliada al sistema educativo, para prevenir lo delictivo y dejar de "penalizar" al humano que debe ser auxiliado para crecer y madurar. Los que llamamos "delincuentes" son siempre víctimas del sistema de convivencia que los descalifica, centrifuga y abandona. Sus historias dan cuenta de la desnutrición normativa que padecen, la falta de función paterna y un sistema escolar que también los "descalifica" y "desanima" . El Estado no tiene derecho a castigar o penalizar doblemente sin encontrar la manera de "reeducar" a quien no supo humanizar.

Mirta Guelman de Javkin



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