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 domingo, 28 de septiembre de 2003

Sabores del mundo: Quesos y chocolates en Ginebra

Enrique Andreini / La Capital

La ciudad de Ginebra está ubicada al oeste de Suiza, en el extremo occidental del lago Leman, el mayor espejo de agua de los Alpes, con una extensión de 582 kilómetros cuadrados. Se extiende a ambos lados de la frontera, entre Suiza y Francia.

El símbolo del lago es el enorme y famoso surtidor de agua que se eleva hasta una altura de ciento cuarenta metros, transformándose en el ícono de la ciudad. Ginebra tiene una antigua historia, encrucijada de pueblos y civilizaciones cuyo esplendor comenzó en el año 58 a.C. con la llegada de las legiones de Julio César.

Esta acogedora ciudad es una de las más bellas de Suiza ya que posee incontables encantos naturales. Obsesivamente limpia, es lo suficientemente grande para ser cosmopolita pero también para no perder el encanto de lo pueblerino. Su atmósfera, limpia y transparente, permite percibir el inconfundible aroma de la naturaleza.


Bares en la terraza
Ginebra está rodeada por bulevares que recorren y se extienden por las antiguas murallas de la ciudad. La vida transcurre entre el pausado caminar de sus pobladores y el febril ajetreo de quienes trabajan en la gran cantidad de bancos, principal fuente de ingresos de la ciudad, junto al turismo y a los elevados impuestos que pagan rigurosamente sus habitantes pero que vuelve a ellos en excelentes servicios y en una mejor jubilación.

En Ginebra, todo el mundo se encuentra a gusto y esa calidez se contagia al visitante en cada conversación, en cada terraza de bares repletos de personas que gustan de tomar sol a toda hora, transmitiendo una sensación de bienestar y satisfacción.

Al atardecer, el lago Leman se oculta al amparo de la niebla mientras que el declinante sol, tiñe de rojo los antiguos tejados de las casas. La ciudad lentamente va mostrando otra faceta: un mundo de diversión y esparcimiento que se reparte a orillas del lago.

La vida cultural es intensa, conciertos, exposiciones y ferias internacionales se extienden a lo largo del año. Sus museos ocupan un lugar fundamental en la vida de la ciudad, tal el caso del de Arte e Historia o de Etnografía, uno de los más importantes del mundo. Innumerables monumentos, fuentes e iglesias no dan respiro al inquieto turista que deberá recuperar energía en su variada cocina.

Inevitablemente influida por sus tres países vecinos: Alemania, Francia e Italia, Suiza presenta una cocina quizás no excesivamente original pero sí variada. Sin embargo muchos de sus platos han adquirido, a través del tiempo, una personalidad propia.

La fondue, la charcutería, el pescado de agua dulce, los quesos, la amable repostería y la merecida fama de los chocolates suizos son quizás las especialidades más significativas de la gastronomía helvética.

La oferta gastronómica cubre un amplio abanico de posibilidades, desde un sofisticado restaurante de lujo, hasta los "carnotzet", acogedores establecimientos que sirven la comida sencilla de las aldeas.

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