| domingo, 28 de septiembre de 2003 | El corte de boleta consolidó al Lole como el gran ganador Andrés Mautone (*) El equilibrio del poder político en Santa Fe adquiere cierta similitud al experimentado durante el período 1995-99. Porque más allá del hecho de que Jorge Obeid sea hoy el gobernador electo, el gran triunfador del 7 de septiembre fue sin dudas Carlos Reutemann. Mientras que el primero cosechó el 24% de los sufragios, el segundo (como candidato a senador nacional) captó para sí el 57% de los votos válidos emitidos, superando por poco más de 13% a todo el lema PJ para el cargo de gobernador. En departamentos como La Capital, por caso, superó el 67% de los sufragios, registrando guarismos tan elevados incluso en los barrios de la ciudad de Santa Fe más castigados por la reciente inundación.
Por otra parte, en esta elección se evidenció un considerable corte y cruce de boletas. Así, por ejemplo, en el departamento Rosario la candidatura de Hermes Binner obtuvo más de 10 puntos porcentuales que el candidato a senador nacional de su propio partido, Rubén Giustiniani. En el caso del justicialismo, la dirección del corte de boletas invirtió los cargos: la diferencia entre el Lole y el lema del PJ para gobernador fue superior al 8%. Y hubo mucho voto en blanco en toda la provincia: casi el 15% en el caso de gobernador, y más del 17% para senador nacional.
La orfandad de la derecha También las delegaciones electorales fracasaron a la hora de transferir adhesiones: mientras que Lilita Carrió cosechó en Rosario más del 30% en las presidenciales, su único candidato a intendente apenas superó el 7%. En el mismo sentido, mientras que Ricardo López Murphy en aquella elección obtuvo casi 18% en el territorio provincial, sus candidatos a gobernador y vice apenas superaron el 2%. Este último caso, sobre todo, no difiere del registrado en las recientes elecciones en otros grandes distritos electorales. El espacio de centroderecha en la provincia quedó escorado.
Si bien todo parece indicar que la ley de lemas -y sus efectos frankestinescos (perdón Mary Shelley)- pasará a mejor vida, el hecho en sí no deja de plantear un enorme interrogante sólo comparable al tamaño del daño de la aplicación de la misma. Que a las viejas internas aparatosas del período 83-89 no las quieran tampoco nadie, también representa una verdad casi talmúdica para toda la vereda política santafesina. ¿Y entonces qué? Todo parece indicar que la idea que finalmente se impondría sería la de convocar a elecciones internas abiertas y simultáneas. Abiertas para que puedan votar todos (estén o no afiliados a partido alguno), y simultáneas para evitar así el jaqueo recíproco de partidarios de agrupaciones que luego se enfrentarán en la elección general. Ahora bien, si en la elección del 7 de septiembre, que era obligatoria, en Santa Fe hubo un rechazo electoral (abstención, más votos en blanco y anulados) en torno al 38%, ¿alguien espera que las internas abiertas y simultáneas -y voluntarias- convocarán a un número suficiente de electores? A menor cantidad de voluntarios yendo a votar, mayor peso de los aparatos redivivos.
Es más: de no haber una correcta y eficaz fiscalización de los avales partidarios, nuevamente seremos testigos de un verdadero festival de opciones electorales como las prohijadas durante el reinado de la ley de lemas.
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