| domingo, 28 de septiembre de 2003 | Personalidad narcisista: El que todo lo sabe Algo de narcisismo es necesario. La autoestima nos permite vivir, progresar y luchar contra las adversidades. Pero, cuando este narcisismo es muy acentuado, cuando todo el amor lo gastamos en nosotros mismos y poco nos queda para los otros, nuestra autoestima se extralimita hasta hacernos pensar que somos seres excepcionales y que no necesitamos de nadie. Decimos entonces que nos encontramos frente a una personalidad narcisista.
El niño, en su proceso madurativo, tiene en el padre un rival en su amor hacia la madre. Pero debe resignarse ante la desigualdad que existe entre ambos; de modo que, en lugar de rivalizar con él, tratará de parecerse (identificarse) para enfrentar la vida con las herramientas que puede brindarle. Asimilará sus valores, sus normas y sus costumbres, así como los conocimientos que le brindará en distintos campos de la actividad tanto lúdica como laboral.
En el caso de que el niño imagine que puede rivalizar con el padre a causa de un narcisismo exacerbado, se privará de contar con todo lo que el adulto puede transmitirle para promover su desarrollo. Se quiebra así un proceso de transferencia de conocimientos de padres a hijos.
En algunos adolescentes se observa el deseo de sustituir este proceso de transmisión que se realiza de generación en generación. Aparece un rechazo del mundo adulto acompañado por el desprecio hacia sus valores, normas e instituciones, pero evitando el debate. La pretensión es la de formar parte del mundo adulto con todos los conocimientos y todas las herramientas indispensables, sin necesidad de aprendizaje; como si pudiéramos acceder a la adultez sin padres ni maestros, como si de la niñez se pudiera realizar el pasaje a la adultez sin un período preparatorio.
Si el joven no se introduce en el proceso de desarrollo que demanda trabajo y esfuerzo, se paraliza en una adolescencia interminable por su negativa a identificarse con las figuras de los padres, de los maestros, y de los adultos, como paso necesario para el crecimiento. En estos casos se puede comprobar la formación de falsos yoes, un "como si" fuera adulto, "como si" fuera grande.
Muchas de las dificultades que tienen tanto los niños como los jóvenes o adultos para aprender provienen de su narcisismo. Para el hecho tan simple de leer un libro necesitamos vencer la rivalidad (y/o envidia) que nos despierta el autor y apelar a nuestra modestia para aceptar que podemos incorporar los conocimientos que provienen del mismo. Es así que este esfuerzo inicial, esta resistencia vencida, permite alimentarnos con la experiencia y los valores de otro individuo.
Si el sujeto acepta la enseñanza de los mayores y accede a nutrirse de ellos, puede identificarse, en primer lugar con el padre, y luego con otras personas que en el curso de su desarrollo irán enriqueciendo su yo. Todos los que acceden al mundo adulto con realizaciones personales experimentaron admiración hacia aquellos que constituyeron un ideal que luego trataron de alcanzar.
Una de tantas consecuencias de un narcisismo exagerado es la dificultad para el aprendizaje. Si la persona tiene una desmesurada valoración de sí mismo, es muy posible que crea que sabe todo de todo, y que por lo tanto, no es necesario aprender de los demás.
Aprender implica sobrellevar una herida narcisista: "el otro sabe más"; "el otro sabe algo que yo no sé". Para aprender del otro, para enriquecer nuestro yo con el aporte externo, para posibilitar nuestro desarrollo, tenemos que asumir una actitud de modestia y renunciar a la fantasía omnipotente de que lo sabemos todo.
Las mejores posibilidades para un pleno desarrollo personal se dan cuando el amor hacia el otro adulto es más intenso que la rivalidad, cuando se puede y se tolera aprender del padre maestro respetado y/o admirado. Así se forma una larga serie: padre, maestros, profesores, líderes sociales, adultos en general, libros, etcétera, que son fuentes de conocimientos a través de las cuales podemos enriquecer nuestro yo y poner en juego todas nuestras potencialidades creativas.
Domingo Caratozzolo, psicoanalista
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